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Apuntes desde mi Casa
V
Una fría mañana, en los terrenos que fungen como estacionamiento del Archivo Histórico (antigua estación del ferrocarril), me detuve a contemplar la extensión de los rieles vacíos. No sé si por extraño efecto de temperatura, o por inexplicable necesidad de escuchar sonidos de lánguidos silbatos, la palabra ausencia se instaló en mi mente con el preciso vaivén de una locomotora en marcha.
¿Por qué pensaría en algo tan complejo y contundente? ¿Es la ausencia un concepto que se asume de manera personal? El portugués tiene una palabra próxima a ella, difícil de traducir, llamada saudade, cuyas tres sílabas pueden conseguir hacer táctil la nostalgia, acercar el olor de lejanía, o el sabor de un anhelo interrumpido. La saudade, añoranza por lo que fue, encuentra su mejor expresión en el fado: canto de dolor y tristeza por lo que no está, es decir, por una ausencia.
Los brasileños impusieron mayor ritmo a esa misma emoción, la suavizaron para que atravesara el alma con ligeros desgarros solamente, refinaron su intensidad emotiva y la llamaron bossa nova. A finales de los cincuenta la hicieron sublime poetas como Vinicius de Moraes, compositores como José Antonio Jobin y la difundieron, entre otras voces, Joao y Astrud Gilberto:
Chega, de saudade
a realidade, É que sem ela não há paz,
não há beleza
É só tristeza e a melancolía
Que não sai de mim.
En el sendero de la poesía –humedecidas de revelaciones– las huellas de Pablo Neruda señalan al respecto:
Saudade: ¿Qué será?… yo no sé… lo he buscado
en unos diccionarios empolvados y antiguos
y en otros libros que no me han dado el significado
de esta dulce palabra de perfiles ambiguos.
Dicen que azules son las montañas como ella
que en ella se oscurecen los amores lejanos,
y un noble y buen amigo mío (y de las estrellas)
la nombra en un temblor de trenzas y de manos.
Muchas veces, fragmentos de la propia historia devienen en desazón por lo que se ha ido y su persistente recuerdo crea sensación de ausencia, de angustia por lo arrebatado y no devuelto. Así, cubierto de sombras distantes, el poeta Fernando Pessoa nos habla de su niñez en el canto sexto de «Lluvia oblicua«:
El maestro sacude la batuta
lánguida y triste irrumpe la música
me recuerda mi infancia, aquel día
en que jugaba al pie del muro de un patio
lanzándole una pelota que tenía de un lado
el deslizar de un perro verde, y del otro lado
un caballo azul que corría con jockey amarillo…
Ligada al vacío, la ausencia de sentimientos (conocida como depresión en el campo de la siquiatría) según la naturaleza de quien la viva, puede trastocarla en resonancias poéticas que pervivan más allá de un rincón de biblioteca. Una prolongada y profunda melancolía orilló al suicido a Alejandra Pizarnik, poeta argentina quien manifiesta inquietud por una ausencia en los versos de La Enamorada:
Esta lúgubre manía de vivir
esta recóndita humorada de vivir
te arrastra, Alejandra, no lo niegues.
Hoy te miraste en el espejo
y te fue triste, estabas sola
la luz rugía, el aire cantaba
pero tu amado no volvió.
Ante la ausencia del paisaje idealizado, mientras describe México, mientras escribe en la ciudad de México y mantiene el pensamiento en Zacatecas, Ramón López Velarde clama:
Suave Patria: permite que te envuelva
en la más honda música de selva
con que me modelaste por entero
al golpe cadencioso de las hachas,
entre risas y gritos de muchachas
y pájaros de oficio carpintero.
El acentuado matiz en la idiosincrasia mexicana de no permitir que una ausencia nos desarraigue del origen patrio seguramente fue el estímulo que impulsó al compositor Chucho Monge a prolongar su voz en la voz del pueblo:
México lindo y querido,
si muero lejos de ti,
que digan que estoy dormido
y que me traigan aquí
Ausencia… la percepción infinita de esta imagen subjetiva sólo puede valuarse de manera íntima, concluí, mientras mi mirada desgastaba el horizonte de fierro extendido en líneas paralelas.
Esa mañana me produjo una condición emocional parecida a la que los gallegos nombran morrinha o morriña: un delicioso estado de abandono, una dejadez que nos ausenta de todo lo inmediato y nos conduce, a pesar del viento frío, hacia una cálida saudade por las presencias lejanas.
Paloma Bello
Continuará la próxima semana…