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Asesinado por la reacción

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Felipe Carrillo Puerto

XXII

 

3 de enero de 1999

La madrugada del 3 de enero de 1924, D. Felipe Carrillo Puerto, Gobernador Constitucional de Yucatán, fue pasado por las armas. Fue asesinado por la reacción yucateca que puso precio a su cabeza. La soldadesca sublevada lo persiguió y lo hizo prisionero, luego de una asonada militar. Con el beneplácito de la alta oligarquía agrocapitalista, militares infidentes aceptaron trocar la vida del gran líder socialista por el oro de los hacendados henequeneros.

La fotografía del cadáver de Carrillo Puerto tiene en su semblante una gran semejanza con una estatua de mármol, parece una piedra inmortal con ojos verdes de jade y de esperanza. Hay en su rostro la faz de un hombre bueno, de un ser superior, de un guía iluminado.

Cuando la terrible noticia de su muerte conmocionó al mundo, porque su figura tuvo dimensiones universales, el Dr. Ernest Gruening, amigo personal suyo, que fuese luego Gobernador del Territorio de Alaska y Subsecretario del Interior de Estados Unidos, escribió: “Es el más culto, el más valiente, el hombre más digno de amarse en México. Su trágica historia de sangre y lágrimas no ha ofrecido una figura más dulce, más noble al sacrificio del progreso humano.

De esta misma forma lo habían idolatrado los campesinos mayas. Cuando la Revolución llegó a Yucatán en 1915 con el General Salvador Alvarado, sorprendido éste por la barbarie de la esclavitud, habría de escribir. “Encontré a Yucatán en plena servidumbre.” Y también habría de ponerle nombre a la cruel plutocracia que dominaba económica y socialmente al Estado: “La Casta Divina”.

Al tomar posesión D. Felipe del Gobierno el primero de febrero de 1922, apenas 7 años después de la entrada de Alvarado a la ciudad de Mérida, Yucatán aún sufría la esclavitud de los descendientes de los encomenderos españoles. Esta es una realidad que no debemos olvidar y que hay que tener siempre presente para poder comprender el odio que aún subsiste en la reacción yucateca al juzgar la vida y la obra de Carrillo Puerto.

Con el asesinato perpetrado, se truncó el período de 4 años para el que había sido electo. Con el apoyo popular de las Ligas de Resistencia del Gran Partido Socialista del Sureste, Carrillo Puerto conservó el cargo de Presidente del Partido y de Gobernador. Despachaba en la sede de la Liga Central, en la ciudad capital, donde atendía en forma privilegiada a los hombres del campo.

Al llegar al poder ejecutivo, dejó atrás muchos años de lucha ininterrumpida que lo hicieron incursionar en el periodismo en su ciudad natal de Motul, predicar en lengua maya los principios libertarios de la Constitución de 1917 y organizar políticamente a las comunidades rurales en productores agrícolas, para tener alimentos indispensables, maíz y frijol.

Durante los 23 meses de Gobierno socialista, Carrillo Puerto cimbró a la sociedad conservadora, Predicó la libertad y la defendió con su propia vida, repartió la tierra, fundó escuelas, impulsó la enseñanza racionalista, le dió derechos políticos a la mujer, apoyó el control natal, organizó Congresos Obreros en Motul y en Izamal para discutir los problemas regionales, fundó la Universidad de Yucatán, creó el Museo Histórico y Arqueológico, abrió una escuela vocacional de artes y oficios, construyó la carretera para poder llegar a los vestigios mayas de la ciudad sagrada de Chichén Itzá y mantuvo relaciones estrechas con los líderes sociales y movimientos libertarios del mundo, en Estados Unidos, Rusia y Argentina.

Entre los admiradores de Carrillo Puerto en Estados Unidos se contaban importantes figuras políticas de su tiempo, Franklin D. Roosevelt, entonces Secretario de Marina, Herbert Hoover, de Comercio, Samuel Gompers, Presidente de la Federación Americana del Trabajo y el Dr. Gruening, ya mencionado, entre otros.

A su paso por el Congreso de la Unión, donde ocupara un escaño, Felipe Carrillo estrechó nexos de amistad con Luis N. Morones, Luis L. León, Jorge Prieto Laurens y Froilán Manjarrez.

Aún después, muchos años luego de su muerte, sus amigos vendrían a visitar su tumba.

En 1972, durante la que probablemente haya sido su última visita a Yucatán, tuve oportunidad de conocer y entablar relación de amistad con el ex-presidente de la República, Lic. Emilio Portes Gil, quien fuese líder del Partido Socialista Fronterizo, el cual me pidió llevarlo a la tumba del Mártir, donde le rindió homenaje en silencio, acompañado de sus dos nietos.

Durante su gestión, Carrillo Puerto repartió 664,835 hectáreas de tierras a 34,796 familias campesinas y aumento a 417 las escuelas primarias en el Estado.

Esta es la razón por la que fue asesinado. La reacción, refinadamente cruel, no perdona nunca que la tierra se le vaya de las manos. Tampoco permite la educación popular entre las masas, porque con ella se alcanza la libertad.

TIERRA Y LIBERTAD fue precisamente la demanda del Gral. Emiliano Zapata, junto al cuál luchó Felipe Carrillo Puerto y de donde tomó los principios aún válidos que fueron emblema del triángulo rojo de las banderas del socialismo en Yucatán.

Al finalizar el siglo, en este 3 de enero de 1999, las tierras vuelven a ser acaparadas por una plutocracia ambiciosa de poder y de dinero, que se aprovecha de la pobreza de los hombres del campo, luego de la reversión de la reforma agraria.

Triste homenaje podemos ofrecer a los socialistas fusilados hace justamente 75 años, si somos incapaces de frenar y de impedir, de nuevo, la concentración de la tierra en pocas manos.

El sacrificio de Felipe Carrillo Puerto es uno de los capítulos más tristes de la historia de México y se inscribe dentro de una serie de acontecimientos que propiciaron la venganza de los capitalistas más reaccionarios del país.

El 16 de junio de 1922 se firma en Nueva York el convenio (De la Huerta-Lamonth) suscrito por Adolfo de la Huerta, Secretario de Hacienda y por Tomas Lamonth, miembro del Comité Internacional de Banqueros y representante de los acreedores mexicanos, mediante el cual éste reconoció su deuda externa y se comprometió a pagar en 40 años los intereses atrasados. México dió como garantía al Comité Internacional de Banqueros todos los derechos de exportación del petróleo y las utilidades de los ferrocarriles entre 1923 y 1927. ¡Qué gran similitud y paralelismo con los tiempos actuales!

El 20 de julio de 1923 el Gral. Francisco Villa es asesinado en Hidalgo de Parral. El 5 de septiembre del propio año, el General Plutarco Elías Calles acepta su postulación como candidato a la Presidencia de la República y recibe el apoyo de los partidos políticos del país. El 23 de septiembre Adolfo de la Huerta renuncia a la Secretaría de Hacienda y Alberto J. Pani, su sucesor, lo acusa de malversación de fondos, responsabilizándolo, además, de la situación económica del país. El 20 de noviembre el Partido Cooperatista postula a De la Huerta como candidato a la Presidencia de la República y éste a su vez, el 7 de diciembre en Veracruz, convoca a la rebelión armada contra el General Obregón, a quien acusa de pretender la imposición de Calles a la Presidencia. Su movimiento es secundado en algunos estados.

Felipe Carrillo Puerto permanece fiel a Obregón y Calles y paga su lealtad con la vida.

Las fuerzas armadas de la región ponen precio a Carrillo Puerto y los hacendados, junto con las buenas conciencias, la gente decente y honorable, pagan por su muerte. Felipe, sus hermanos y sus colaboradores, son sacrificados, ASESINADOS POR LA REACCIÓN.

El 11 de marzo siguiente, Adolfo de la Huerta abandona el país y deja acéfala la rebelión y a fines del propio mes el movimiento se considera liquidado. Pero el daño irreparable está hecho, la reacción yucateca ha cobrado su más preciada victima: Felipe Carrillo Puerto.

Diría de él entonces Gruening: “Era una figura cósmica. Fundió en su persona el alcance épico de la gran raza americana y la imperecedera epopeya de la búsqueda del hombre de la libertad. Este hombre dulce y fuerte –cantó Antonio Mediz Bolio–fue como el viento de la mañana sobre la tierra que despierta, abrió las flores, desparramó las semillas y deshizo la noche sobre el camino del sol. Fue vendido, martirizado, y sacrificado.”

El hombre bueno que pidió ante el pelotón de mercenarios: “No abandonéis a mis indios,” nunca será olvidado por los hombres del Mayab.

Desde entonces, como dice Mediz Bolio, “Todas las rosas que brotan de esta tierra se cortan para él. Él, desde el infinito tremola sobre nosotros, como una bandera de victoria eterna, el triángulo rojo de su corazón.”

Luis F. Peraza Lizarraga

Continuará la próxima semana…

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