Texto: Juan José Caamal Canul
Fotos: Estefanny Canche Avilés y Ángela Caamal España
Deslizar la mano sobre el edén textil, sobre la naturaleza contenida donde, sujetas las extremidades, ocurre el sacrificio redentor del que escurren lágrimas de colores intensos.
El tránsito por un mural sacro en el que se perciben la musicalidad de los hilos coloridos y permanecen las tonalidades del ritmo sostenido en el biombo de la eternidad.
Manos que se deslizan sobre una piel colorida que en el pasado reptó sobre otra primitiva, simbólica y milagrosa.
Es entonces la vestimenta tradicional recreación humana de la piel del animal tótem de nuestra cultura, representación terrestre del símbolo universal que se levanta sobre nuestras testas.
Los frontis de los vestigios ceremoniales guardan en el tiempo los pétreos patrones del tejido manual. Belleza y elegancia. Abstracción y dedicación. Esfuerzo y paciencia. Arte manual y escasa retribución.
Palabras se entrecruzan en las iniciales, en los puntos de la costura sacra, como unidad distintiva de lo que será la recreación de la imagen de la caprichosa naturaleza inspirada durante el trabajo por la diosa imaginación.
Cruces y puntos de intersección, altar y sacrificio de nuestras artesanas.
Deslizar la mano por un rosal. Un goce no exento de dolor.
Aroma, textura y sufrimiento.
Un ciclo sin escape, recubierto de elegancia.
Majestuosidad que encubre sacrificios y distrae del verdadero valor del trabajo cotidiano.
Honor y reconocimiento al trabajo de las artesanas de nuestra tierra.