Letras
Jorge Pacheco Zavala
Las historias escritas son tan diversas, como diversas son las mentes que las imaginan. La imaginación es un río que se bifurca siempre: los que imaginan para crear un mundo, y los que imaginan por causa del mundo creado.
En la conferencia de 1995 que el escritor Carlos Fuentes dictó en la Universidad Complutense de Madrid, señaló claramente algunos de los problemas que habríamos de enfrentar en el nuevo siglo: «La imaginación ha sido la clave para entender el cambio histórico porque nos da la ocasión de reconocer que somos seres problemáticos, como dice Kundera«. Agregó: “Y la imaginación literaria es el salvavidas en las aguas turbulentas del caos«. Para terminar, planteó una pregunta: «¿Puede alguien imaginar Londres sin Dickens; París sin Balzac; Oviedo sin Clarín, el amor sin Romeo y Julieta? ¿Alguien puede concebir el mundo sin Don Quijote de la Mancha?«
Toda historia tiene su génesis en la imaginación. Es ahí donde se gestan todos los momentos memorables de la literatura. Cada vez que volvemos a una obra literaria universal, sin darnos cuenta nos estamos acercando a un acto histórico de la imaginación. No se puede concebir la novela Pedro Páramo de Rulfo sin recurrir al guiño que la imaginación nos lanza. Tampoco podemos leer al gran escritor Juan José Arreola, despojando su obra de lo esencial que la caracteriza: la imaginación convertida en mundos surrealistas y elevadamente inconcebibles. Tal es el caso de “El guardagujas”.
En nuestros días, la imaginación ha venido a ser la cenicienta del arte de escribir. Las realidades nos abruman por todas partes, desde los noticieros, hasta las redes sociales, haciendo evidente la dificultad que enfrentan muchos de quienes se introducen al mundo de la creación literaria ante el desafío de la imaginación.
La imaginación es un reducto olvidado en los tiempos modernos; es comprensible, puesto que resulta más sencillo y menos complicado construir historias en torno a realidades que en torno a mundos imaginados. Lo intangible no tiene forma. Pero la mente creativa puede ver donde otros no ven.
Oscar Wilde escribió alguna vez: “Detesto la vulgaridad del realismo en la literatura. Al que es capaz de llamarle pala a una pala, deberían obligarle a usar una. Es lo único para lo que sirve.”
Así, el primer recurso que necesita dominarse antes de construir un texto literario es la “imaginación”. Los recursos son las condiciones o habilidades naturales o innatas para conseguir un fin. Los “recursos” y las “herramientas” son cosas distintas en el proceso creativo. Otro recurso del que se vale el escritor es la “creatividad”.
En cambio, las herramientas son los elementos que facilitarán el objetivo al escribir. Por ejemplo, las figuras retóricas son herramientas de construcción tanto poética como narrativa. Otra herramienta útil en el proceso es la “descripción”, ya que aporta el dramatismo necesario a las historias narradas .
A la imaginación le siguen dos asuntos de vital importancia: “El qué» y «El cómo”. Un escritor escribe porque tiene algo qué decir. Pero además de tener algo para decir, debe descubrir cómo decirlo. A esto le llamamos “originalidad”. La originalidad consiste en expresar una idea cualquiera desde nuestro particular y único punto de vista. Los puntos de vista son tan diversos como la vida misma.
Temática, tratamiento e imaginación. Tres columnas que pueden ser comprendidas desde muchas perspectivas de aproximación. Hoy tan solo he tratado de inquietar tu mente a pensar más allá de sus propias posibilidades.
Suelo decir que el escritor es un traductor de percepciones. Los textos literarios crudos no son comestibles, de ahí la importancia del tratamiento temático. El escritor francés Louis Leclerc, dijo alguna vez: “Quien escribe como habla, por bien que hable, escribirá muy mal.”
Excelente artículo Jorge Pacheco.
Como siempre, nos dejas algo para pensar y mejorar a la hora de escribir. Gracias Jorge.