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Aromas de Navidad

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Editorial

En unas semanas compartiremos los humanos un gran evento mundial: la Navidad 2021, preludio del final de este año 2021.

Es este un suceso que año con año se repite dentro de la tradición religiosa cristiana, una costumbre ya de muchos siglos.

Vivimos ahora tiempos de paz, así sea transitoria, entre naciones adversarias que, en la actualidad, armadas hasta los dientes y con el dedo cerca del botón nuclear, se suman transitoriamente a esa paz matizada por los cánticos navideños.

Son tiempos también para la reflexión, el autoexamen mental, el cambio en las actitudes; si bien no de alegría entre enemigos y adversarios, sí de apertura de un espacio de convivencia sana, así sea de carácter efímero.

La cinematografía bélica desde años nos ha expuesto pruebas de esas actitudes, raras, entre adversarios.

Pero también las navidades son campo para la explotación sentimental de las masas populares, y los comerciantes e industriales lo saben.

Por ello se observan cambios en la propaganda comercial acostumbrada, que ahora incluye pseudo ofertas que mueven clientes y ventas, y, a la larga hacen llegar muy cuantiosos recursos a los comerciantes del sentimiento humano, que no son pocos.

Por ello también, las autoridades constituidas adoptan actitudes supuestamente sensibles y dizque abren sus bolsillos de buenos tratos, tolerancia, paciencia, incluso hasta convocan a creadores politizados a impulsar eventos magnos con muchas luces, música y amplificadores de mayor capacidad para llenar la vista y oídos de ciudadanos con cantos, luces de colores, imágenes de renos canadienses, y santa clauses importados vestidos de rojo con su carga de regalos en trineos que circulan entre la inmaculada nieve falsa, del cual tiran graciosos y explotados animalitos.

Los comerciantes e industriales, todos ellos adultos a veces muy mayores, impulsan campañas publicitarias a sabiendas de que esa derrama económica engrosará sus cuentas bancarias.

La Navidad debe servir a la reflexión, a la solidaridad humana, al acercamiento familiar, a la gratitud por la vida que se tiene, así sea la más humilde y ayuna de recursos.

La verdadera felicidad es íntima, no se compra con dinero sino con la sonrisa interior, después de una reflexión madura que nos acerca a esa paz interna que es parte de una Navidad auténtica, plena de sentimientos honestos y buenos deseos por el logro de una felicidad compartida con todos y para todos.

Esa felicidad está y estará siempre con nosotros.

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