El nombre de armadillo, cuyo origen es español y es un diminutivo de «armado», se debe a la armadura conformada de huesos dérmicos y recubierta de epidermis córnea que reviste la parte superior y los flancos de estos animales, y que constituye su singularísimo aspecto.
Durante las primeras semanas de su vida, los pequeñuelos tienen el cuerpo recubierto de escamas córneas; a continuación, en la dermis inferior, se van formando centros de osificación que, al ir agrandándose en el curso de su desarrollo, acaba por formar el mosaico de placas que caracteriza la coraza del adulto.
Los armadillos son inconfundibles por esta armadura que los envuelve, dividida por nueve bandas flexibles, lo que les da la posibilidad de enrollarse completamente. En la zona ventral, donde las placas son rudimentarias, tienen un pelaje denso, escaso y generalmente áspero, cuyo color varía entre el castaño grisáceo y el blanco. En el resto del cuerpo hay pocos pelos, los que en algunas especies sobresalen por las aberturas entre las placas. El cuerpo es tosco y bastante robusto, con un esqueleto muy fuerte; éste tiene de dos a cuatro vértebras soldadas entre sí en la región cervical, y de ocho a trece en la región sacra.
Las extremidades son cortas, muy robustas y musculosas, pentadáctiles, pero a veces con alguna reducción en el número de dedos, la del segundo o del tercer dedo. Los dedos le sirven principalmente para excavar la tierra, tanto para buscar alimento como para construir las madrigueras en que viven; en caso de necesidad, los usan también para defenderse de los enemigos por medio de la fuga, o enterrándose rápidamente. Las patas poseen una particular retícula de pequeñas venas ramificadas que permiten una mayor distribución de oxígeno en los músculos cuando estos están sometidos a un gran esfuerzo. Tienen la cola larga, provista de escamas. Sus orejas y hocico son largos y sus ojos pequeños. Tienen un buen olfato, mientras que su sentido del gusto es limitado, ya que la lengua tiene pocas papilas gustativas; carecen de conos en la retina y no tienen visión de colores.
Los armadillos son omnívoros, comen de todo; son principalmente insectívoros, pero se alimentan también de pequeños vertebrados, como ratones, lagartijas y serpientes, así como de tubérculos, raíces, e incluso carroña. Tienen un aparato digestivo muy sencillo, el ciego es muy corto y hasta llega a faltarles.
Estos animales son excelentes excavadores, capaces de construir en menos de dos minutos una galería en un terreno tan duro que el hombre, para excavarlo, tendría que hacer uso del azadón. Cuando excavan, utilizan tanto la nariz como las patas delanteras, y van acumulando la tierra extraída en montoncillos que luego arrojan a lo lejos con un golpe de las patas posteriores. Durante la excavación, contienen la respiración a veces hasta durante 6 minutos, impidiendo así que les entre la tierra en las vías respiratorias; esto pueden lograrlo gracias a la particular amplitud de sus bronquios y de la tráquea, que funcionan como reservas de aire.
Son animales tanto crepusculares como nocturnos. Son gregarios, pudiendo habitar varios individuos la misma madriguera, la cual llega a medir de 3 a 4 metros de profundidad. Es una especie terrestre. Viven en zonas boscosas y pantanosas, excavan sus madrigueras en los remansos de los ríos y cerca de los matorrales. Viven en regiones abiertas como sabanas y pampas destruyendo insectos dañinos para la agricultura y comiendo serpientes venenosas, pero lejos de zonas urbanas, porque excavando galerías subterráneas contribuyen a la erosión del suelo y llegan a debilitar la cimentación de las casas. Además, por alimentarse de animales muertos y despojos de reses que, habitantes de los campos suelen tirar y que, si no desaparecieran, serían origen de enfermedades infecciosas.
En el interior de la madriguera hay un espacio más amplio que es el verdadero nido, cubierto de hojas y de hierba que el armadillo sustituye por otras después de las lluvias. Son principalmente nocturnos pero, dada su imperfecta capacidad de termorregulación, su actividad varía también en relación con la temperatura, de modo que en los meses más fríos pueden permanecer en la madriguera durante algunos días y salir solamente en las horas más calurosas.
«Es increíble ver que una especie tan sigilosa, de la que hay tan pocos ejemplares, pueda jugar un papel tan importante dentro de la comunidad ecológica,» dice Arnaud Desbiez, coordinador de El Proyecto Armadillo Gigante del Pantanal. El especialista espera que la revelación de su importancia para el ecosistema genere más protección para estos animales. No es fácil estudiar a este mamífero nocturno que habita en el norte de Brasil, pero gracias a cámaras remotas los científicos pudieron ver lo importante que es la madriguera del armadillo para el ecosistema.
En Sudamérica usan sus caparazones para la elaboración de charangos —un instrumento de cuerda similar al violín— o para el consumo humano a modo de chicharrón, al igual que su carne, que dicen sabe a pollo, conejo y cerdo a la vez.
Durante décadas la comunidad científica sospechó que los armadillos podían ser perjudiciales para la salud humana, si bien no fue sino hasta 2011 cuando un grupo de investigadores texanos constató que el armadillo es portador de microorganismos como el Mycobacterium leprae, causante de la lepra, una enfermedad también conocida como enfermedad de Hansen en honor al investigador noruego que la descubrió en 1873. La bacteria portadora de esta enfermedad se concentra en el hígado de este animal, por eso es peligroso consumirlo.
Las Holmesinas fueron un grupo de armadillos gigantes originarios de Suramérica que migraron al norte, llegando a México y EUA, como lo indican fósiles hallados en varios estados de ambas naciones; arribó a Norteamérica hace 5 millones de años durante la época denominada Plioceno y, al igual que muchos mamíferos grandes con los que compartía el hábitat, desapareció del planeta hace unos 10 mil años.
Dra. Carmen Báez Ruiz
drabaez1@hotmail.es