Editorial
Después de una intensa campaña de impulso al voto por parte de María Corina Machado en favor de Edmundo González, candidato opositor a Nicolás Maduro en busca de la presidencia, los venezolanos acudieron a las urnas de manera masiva el pasado domingo.
A pesar de que los puntos de votación abrirían hasta la mañana, muchos ciudadanos pasaron la noche en la calle, para depositar su decisión tan pronto fuera posible, expectantes por la oportunidad de elegir a quien regirá sus destinos desde la presidencia.
Sin llegar aún a las difíciles condiciones en que los cubanos sobreviven en la isla, los venezolanos –que alguna vez fueron una próspera nación– han visto deteriorarse su nivel de vida, consecuencia de las políticas gubernamentales implementadas primero por Hugo Chávez, que luego continuaron bajo Maduro.
A lo largo de esos años, muchos vimos cómo, progresivamente, las instituciones venezolanas fueron lentamente copadas por las fuerzas chavistas (abundantemente apoyadas por las fuerzas castrenses, los principales beneficiarios de las decisiones de Chávez), observamos cómo la constitución fue modificada para permitir la reelección, y también la manera en que la oposición y las instituciones independientes fueron lentamente desapareciendo.
La población acudió masivamente a las casillas el domingo, el ambiente era de esperanza. Durante la jornada, e incluso en los días que la precedieron, contrastando con el entusiasmo de los votantes, quedaron registradas diferentes chapuzas del gobierno en turno: negando la entrada al país a los observadores electorales internacionales, impidiendo el retorno de venezolanos a su país desde el extranjero para depositar su voto, impidiendo el acceso a centros de votación a los votantes.
A juzgar por las copias de las actas en cada casilla que el equipo de Edmundo González y María Corina Machado han presentado a la opinión pública internacional, Nicolás Maduro perdió la elección al recibir uno de cada tres votos emitidos por los venezolanos.
A pesar de que el plazo legal para presentar las actas y los resultados de la votación ha transcurrido, el gobierno en turno no lo ha hecho, proclamando en cambio su «aplastante victoria», lo cual ha contribuido a elevar el nivel de incertidumbre que actualmente vive esa nación, temerosa de que el deseo expresado en los votos no se traduzca en la realidad que desean.
Ante las negativas del gobierno de esclarecer el panorama electoral publicando las actas con los resultados, y la sospecha de que nuevas actas se están cocinando, el coro de naciones que reconoce a Edmundo González como el presidente electo aumenta.
Ciudadanos secuestrados (entre ellos funcionarios y representantes de casillas), una veintena de fallecidos, zozobra general… Estos días recientes en Venezuela no han sido nada buenos, a pesar de la esperanza que sintieron renacer el domingo.
Por el bien de los ciudadanos de ese país hermano, ojalá que su mandato expresado en votos nacidos de la democracia se respete, y que un nuevo amanecer los salude pronto.
