Primeras Letras
SAÚL MARTÍN TUYUB CASTILLO SMTUYUB@LIVE.COM.MX
Una tarde, Cornelio y Venancio se encontraron en el cruce de una calle bullanguera de Coyoacán. Eran muchachos muy distintos entre sí, tal vez hasta opuestos, tanto en carácter como en musculatura, incluso en su forma de vestir.
Se sorprendieron porque en sus miradas estaba aquella alegría boba que sólo se encuentra en los ojos enamorados, y también porque ambos llevaban ramos de flores amarillas. Tras una breve plática, descubrieron que ambos visitaban a una tal Fidelia en el mismo barrio. Venancio, pendenciero y corpulento, tomó a Cornelio de la solapa de su camisa fina, con el afán de provocarlo.
— ¡A otro perro con ese hueso, tú no irás a verla, y además ya te cayó el chahuiztle! —gritó enfurecido Venancio.
—No hay que buscarle tanto ruido al chicharrón. Por dios, Venancio, ¡bájale de huevos que se te amarilla el pan!
—A Dios rogando y con el mazo… —exclamó este, asestándole un golpe en el rostro— dando. Total, que el que es perico donde sea es verde y aquí mis chicharrones truenan.
—Pues de lengua me como un taco, y caminando y meando para no hacer charco —gritó Cornelio, devolviéndole el golpe.
— ¡No digo! Hay que medirle el agua a los camotes y a cada guajolote le llega su nochebuena —dijo Venancio, dándole un puñetazo a su contrincante, tirándolo.— Vas de mole por salirte del corral.
Desde el suelo, Cornelio se dio cuenta que el ramo de Venancio estaba maltrecho y se apresuró a recoger el suyo.
—Ay, Cornelio, ya basta de mole que a diario aburre y ya está güeno de comadrear. No le estés dando vuelta al malacate porque se te enredan las pitas. Mejor quédate allí, ontás —dijo Venancio, tomando las flores de las manos del muchacho.
—¡Dando y dando, pajarito volando! —rebatió Cornelio, halando el ramo al tiempo que se ponía de pie para emprender una carrera en dirección a casa de Fidelia, diciéndole en tono burlón: “… ¡Y el vivo al gozo! Chupaste faros porque este arroz ya se coció. Queriendo hacer mole, te salió caldillo.”
Venancio quedó atónito
—Pérate, Cornelio, pareces pepita en comal. No te hagas guaje que Fidelia vive en la otra calle, no por onde vas.
— ¿Y tu nieve de qué la quieres? Vas de nuevo al trigo. Fidelia Dosamantes vive en esta calle, si lo sabré yo.
— ¿Dosamantes? ¡Ah, chirrión! Yo creía que hablabas de Fidelia Amores. Es que tú también le echas mucha crema a tus tacos, y si el niño es chillón, ¿pos pa qué lo pellizcan? Y ultimadamente, aquí se rompió una taza. No hay tos. Quédate con las flores.
Excelente, maestro. Muy interesante y divertido. Lo que hace no asegurarse primero y después actuar
Hermoso mensaje que se transmite.. Felicidades amigo..
Lindo cuento, amigo. Lleno de folclore en el lenguaje, con ritmo y gracioso. Un breve divertimento bien logrado.
Muchas felicidades amigo Saul me has hecho reir demasiado.
Es un texto buenisimo para la difusión de los dichos y refranes mexicanos. Solo los entedemos los ochenteros para atrás, jajajaja