Artes Plásticas
Resulta sorprendente que, en el contexto general de las celebraciones de los Cien Años del Muralismo, la Ruptura se haya impuesto de una manera u otra. Como ejemplos están la exposición de Vlady en San Ildefonso, Revolución y disidencia, y la exposición de Vicente Rojo en el MAM, La destrucción del orden, así como una serie de eventos entre los cuales se encuentra la reciente conferencia de Luis Rius Caso, presentada por Laura Olivia Hernández Martínez, Muralismo, Ruptura y Arte Contemporáneo, en San Ildefonso.
El término Ruptura es polémico, pero es significativo. Se puede encontrar su origen en el texto de Octavio Paz “Tamayo en la pintura mexicana”, escrito para la primera exposición del pintor oaxaqueño en París, en 1950, y publicado en 1957 en Las peras del olmo. Sin hablar propiamente de la generación que luego se conocería con este nombre, el texto recurre a este concepto para exponer la oposición entre un tipo de pintura nacionalista versus una pintura mexicana en esencia, pero alejada de todo tipo de carácter ilustrativo y propagandístico.
Como quiera que sea, la palabra Ruptura fue luego retomada para designar a la generación de pintores inmediatamente ulterior a aquella a la que Paz se refería en su artículo. Como bien lo señala Teresa del Conde en su texto “La aparición de la Ruptura”, esto tuvo lugar en la ocasión de la exposición de 1988 en el Carrillo Gil: Ruptura (1952-1965).
Frente a la realidad de la existencia de una Ruptura con respecto al Muralismo se puede tener varias actitudes.
La primera es seguir exacerbando la oposición entre las dos “escuelas” y el desprecio mutuo que se declararon en algún momento, reafirmando la actitud de Siqueiros, como lo hiciera Shifra Goldman en su libro Contemporary Mexican Painting in a Time of Change, al avalar la idea de una incidencia de la CIA en el auge de la Ruptura o, al contrario, alineándose con la posición de la crítica de arte Marta Traba quien, según la propia Shifra Goldman, llegó a declarar que el muralismo era “un enorme absceso que ha infectado todos nuestros países”, refiriéndose a Latinoamérica.
La segunda es tratar de minimizar la oposición que existió entre muralistas y “rupturistas” efectuando, por ejemplo, lo que Rita Eder definió como un proceso de “borramiento” en el libro Desafío a la Estabilidad.
Como se puede constatar en los diversos artículos de este trabajo colectivo, se trata de una interpretación social del fenómeno que se aleja voluntariamente de todo tipo de análisis estilístico y formal, con la intención de diluir el fenómeno de la Ruptura entre otras manifestaciones artísticas propias de la época.
Es quizás debido a esta visión impuesta desde la Academia que tanto Vicente Rojo como Manuel Felguérez se sintieron compelidos en sus últimos años a limar asperezas con respecto al Muralismo, tratando de sustituir la idea de Apertura a la de Ruptura. Cabe decir, no obstante, que la noción de Apertura implica también que, antes de ello, existía una cerrazón contra la cual hubo que oponerse; por ende, una ruptura con respecto a un estado anterior que no resuelve realmente el asunto.
Por fin, la tercera de estas actitudes consiste en reconocer el valor histórico y estético de ambos fenómenos, sin minimizar la oposición y la confrontación que existió entre ellos, tanto a nivel estético como ideológico.
Me parece que, de algún modo, es lo que se anuncia con la exposición Vlady y sus contemporáneos, y la mesa redonda Cuatro miradas y vínculos con la Ruptura, que tuvieron lugar en el Centro Vlady de la UACM.
Enhorabuena por esa iniciativa que ojalá pueda prosperar en el futuro.
ESTEBAN GARCÍA BROSSEAU
