Artes Plásticas – Desde Nicaragua
«El urbanismo, en la obra de Alfonso Ximénez, se representa en casas que se abren sobre aceras infinitas en las que nadie espera. Extraviamos miradas sobre bloques de colores en ese obsesionado ritual del pintor por crear una ciudad sin alma y seducción por habitarla» – Alvaro de la Rocha
¿Cuándo comenzó su ritual con el fauvismo y su acercamiento al lenguaje de André Lothe?
El paisaje nicaragüense, los personajes, los caracteres nicaragüenses son Lothe, son del grupo de las fieras; el paisaje yo recuerdo con Peñalba, el de la Quinta Nina, eran unos barrancos con unos ocres. Bajo unas temperaturas de unos 40 grados, ahí era donde se iba a dibujar y pintar. Eras parte del polvazal y los cuadros con los ocres, los naranjas, el resplandor, metálico del lago, siempre en el horizonte.
Eso te forja, eso es lo que llevas dentro, eso es Nicaragua.
¿Qué aspectos han influenciado sus pinturas y su vocación de evitar el ruido de las personas?
Mis trabajos no tienen personajes, no hay habitantes porque el habitante es uno; si tú tienes una obra mía en tu casa, el que habita esa obra eres tú. Te sientas frente a la obra y comienzas a matizarla: las esquinas, las ventanas, las puertas abiertas, con un tragaluz al fondo del lago. Siempre recuerdo la obra de Armando Morales: en la mayoría de sus cuadros hay un fondo, un fondo por allá en una ventana del lago de Granada, mostrando lo platinado y el aluminio del lago.
¿Cuál es su opinión de la arquitectura vernácula nicaragüense?
Para Pablo Antonio Cuadra, la arquitectura vernácula y la vivienda precolombina eran templos, eran ranchitos de paja. Lo interesante es que la sala de las casas eran tumbas, allí era donde enterraban a sus familiares; se moría un niño, lo enterraban en la sala de la casa. Como quien dice: ¡Es de nosotros, aquí está con nosotros! No había cementerio.
En la arquitectura vernácula, el patio es tan importante: sirve para las labores caseras, para educar a los niños, para criar los animales. Después viene la Conquista, vinieron los españoles y tenemos las casas con corredores, los interiores de las casas de 4 corredores, de que puedes andar de arriba abajo, sin miedo. Es un mundo, esa casa es un pueblo; ahí está todo, como un templo. Esta casa está hecha para la meditación, para la pena, para la alegría, para el disfrute.
¿Por qué mostrar el urbanismo sin vida?
Las casas eran como Comala, como esos pueblos de Juan Rulfo, o Macondo de García Marqués, en el pueblo la aridez está en cada calle. Puedes preguntarte «y la gente, qué se hicieron»; la gente está adentro de las casas. Lo interesante es que tú eres esa gente también. Yo lo hago en una referencia gráfica del recuerdo permanente de lo que es nuestra calle, de lo que es la esquina.
«Las personas somos el arte y somos la cultura, lo que pasa es que no lo vemos.» Yo insisto en eso porque la gente lo lleva en el subconsciente, no es necesario explicárselo, porque es parte de eso. La gente cuando ve estos cuadros se identifica y dicen «yo conozco esa esquina, yo he pasado por ahí.» Lo que pasa que el recuerdo es recuerdo. Dentro de la temática tenemos suficiente, hace falta tiempo para seguirla haciendo, para seguirla expresando.
¿A qué pintores de México admira?
Un gran amigo mío una vez me trajo una colección de tres volúmenes, que le regaló el Banco de México, con la obra del paisajista mexicano José María Velazco, que pinta los desiertos, las sierras. Increíble, una documentación gráfica del paisaje mexicano, de la atmósfera, del aire. Del trabajo de Diego Rivera, miré en California una exhibición de él, era Impresionista. Nuestra historia pictórica es muy corta y se nos termina rápido. Se necesita que la gente pinte, que la gente dibuje.
En el panorama actual ¿cómo ve el arte en Nicaragua?
Ha pasado Alberto Icaza, Omar de León, Morales, Carlos Montenegro… Hay una referencia plástica bastante fuerte, pero se necesita más pintores. Se necesita que el artista salga, vea, compare, encuentre su estilo. Y más difusión.
Su mensaje para el público mexicano
Tenemos grandes identidades en común. La cerámica de Oaxaca es igual a la de Ometepe; si escarbamos, ahí está la historia de Nicaragua.
Mi idea está en las casas de Granada: tomas una foto a una de las calles y no hay una casa, después de otra o enfrente, que se parezca. Todas las casas son diferentes y son coloridas, eso lo llevamos en nuestro ego, en nuestro ser.
Eso es lo que yo heredado de Nicaragua: el color.
RAFAEL QUINTANA