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Alejandro Aróstegui ‘retrata’ el paisaje nicaragüense

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Arte – Desde Nicaragua

Alejandro Aróstegui es uno de los grandes exponentes de la pintura nicaragüense de todos los tiempos, una figura de referencia obligada en el arte contemporáneo iberoamericano cuyas obras gozan desde hace décadas de un merecidísimo protagonismo en las principales colecciones públicas y privadas.

Con estudios de arquitectura en Estados Unidos, de arte en Italia y Francia, sus estancias en Nueva York, México y Costa Rica han contribuido a convertirlo en un pintor de renombre internacional, profundamente nicaragüense, con exaltación de paisajes lacustres, volcánicos, y memoria de petroglifos, siendo una figura central en la evolución de la pintura nicaragüense a lo largo del siglo XX, destacando su papel protagonista en la fundación del Grupo Praxis, primera vanguardia pictórica de Nicaragua.

Director de la Escuela de Bellas Artes de la Universidad Nacional de Nicaragua (1972) y director de la Escuela de Artes Plásticas en Managua, durante el período de 1983-1984, Alejandro Aróstegui ha expuesto en los museos de Arte Contemporáneo Latinoamericano de la OEA, EUA (1966); De Arte Moderno, México (1982); de Arte Costarricense (1986) y el José Luis Cuevas. México (1994 – 1995).

El contraste entre la belleza natural de los paisajes de Nicaragua y la fuerza de sus barrios marginales lo inducen al uso del collage como forma de expresar la dualidad de su entorno. Los exuberantes paisajes de su tierra –nocturnos especialmente– están matizados con elementos cotidianos que se adhieren a la obra: latas aplastadas, huesos, materiales de desecho que quizá le sirvan como símbolos de protesta antes situaciones originadas por los grandes contrastes que genera el desarrollo social y tecnológico.

La muestra de Aróstegui titulada “Materia y Espacio”, obra de los últimos años, es un acontecimiento en la búsqueda e invención de la América nuestra, una serie original donde las constantes preocupaciones del artista, ratifican su mundo (basureros, chatarra, como Acahualinca), su visión (naturaleza versus tecnología, ciencia), y profundizan en sus materiales, técnica, acabado y facturas expresivas (paleta, textura, collage, etcétera).

Alejandro Aróstegui pone de manifiesto su larga y extensa formación, así como las influencias que han configurado su estilo y su pintura postmoderna, semifigurativa, conformada por objetos reconocibles.

¿Cómo descubrió la temática o realidad a mostrar en sus obras?

Encontré una Nicaragua bastante atrasada en cuanto a pintura y con lo que estaba siendo el arte moderno de otros países. Era un país dominado por el impresionismo, el paisajismo a orillas del lago.

Me pareció controversial que se buscara el Lago de Managua para hacer paisajes idílicos, cuando ya sabíamos que el agua estaba contaminada, nadie se bañaba; yo me bañé cuando era joven por esa carrilera, yendo a Nagarote (Municipio del departamento de León, Nicaragua). Era muy lindo bañase allí, había arena limpia todavía; ahora nadie se atreve.

Me impresionó ver el exceso de basura, creo que en ese tiempo era el más grande de Centroamérica, ahora hay otros como el de Guatemala; como que compiten para ver cuál se lleva el trofeo de la suciedad (risas).

Decidí denunciar eso, me puse más notorio y más drástico. Me fui a la orilla del lago y sacaba elementos que encontraba, como latas, cosas quemadas; he llegado al extremo de poner cuero de animales muertos, ya procesados, curados, tiesos, sin nada de podredumbre.

¿Qué le significó el Grupo Praxis?

Responsabilidad y algo bien serio en mi vida; responsabilidades políticas, humanas, en cuanto a intervenir en la vida de los pintores. En este grupo está incluido el guatemalteco César Izquierdo (+), un muchacho que era pintor y autor de teatro, tenía gran facilidad de palabra. Tenía una pintura muy tremenda, muy textural, con figuras que él mismo creaba, agregando cosas que encontraba para hacerlas más llamativas, pero que en realidad era como una parodia de la belleza, de las joyas, de la riqueza. Era más aceptado porque tenía colores bonitos para aquella época.

También estaba Amaru Barahona, murió hace poco, como cinco años, que conocía la filosofía marxista (todos la conocíamos en realidad), de la dialéctica, los puntos de la dialéctica, en qué se fundaba, etc.

Con el paso de los años, todo esto fue evolucionando a otras cosas.

En algunas de sus obras plasma lo milenario, prehistórico, los alter-ego, hombre-mujer, ¿le ha gustado presentar ese contexto?

Lo hecho fue en medio de una evolución muy grande que he tenido, influenciado por un pintor francés: Jean Dubuffet, que fue el creador del Art Brut (arte en bruto): pintaba todo sin perspectiva, a veces el primer plano era chiquito, y a lo largo se rompían todas las reglas; sin embargo, sus cuadros eran tan llamativos, tan coloridos, trazos rojos, azules, negros. Era muy bueno.

Ese pintor creció hasta llegar a ser uno de los grandes pintores de la época moderna, terminó haciendo unas grandes cuevas de poroplast,  pintadas con marcadores azules, rojos, negros. Hacía como cuevas que eran penetrables, no el penetrable clásico, era el penetrable posmoderno, pudiéramos decir, porque el penetrable clásico que también nos encantó mucho fue el que era de Venezuela, que grandemente ha sido una influencia en la pintura internacional.

¿Cuál considera es el legado que deja?

Yo evolucioné y sigo evolucionando. Fijé el paisaje clásico nicaragüense del lago con el Volcán Momotombo, y la cordillera del otro lado del lago. Lo he hecho en cantidades de veces en tamaños increíbles, siempre con ese tema de los lagos y volcanes.

Esa pintura es de hace como diez años. Voy siempre con los primeros planos, más texturales, se puede imaginar uno la materia y terminar con el azul del cielo.

En su obra, el paisaje lacustre y volcánico paradigmático de Nicaragua aparece como un escenario prehistórico. Los ídolos, los antiguos dioses esculpidos en piedra, los alter-ego, hombre y animal parecen, en las láminas de metal patinado y quemado, robots, lírica prehispánica, personajes enigmáticos, logrando así remitirnos a una iconografía tan arcaica, milenaria, como moderna y postmoderna.

La pintura matérica está extendida por todo el mundo, sobre todo en Europa naturalmente, pero también en América, es una cosa digna de verse.

¿Cuál es su opinión sobre la pintura en Nicaragua?

Hay un artista que me gusta mucho, Dennis Núñez. Trabaja, como él decía, pinturas en acción, que se están formando ellas mismas. Comienza, según lo que veo, con un tema y en él van saliendo otras ideas y las va pintando. Son formatos grandes.

¿Qué opina de José Gómez Sicre y su labor en las Artes Latinoamericanas?

Es fundamental, si no se habla de él no podría hablarse de la cultura nicaragüense. Él sacó la revista Cuadernos de Arte Latinoamericano, que creo así se llamaba; tengo varios números de esas. Ahí salen todas las exhibiciones, además de que sirvió de influencia para sacar del anonimato a algunos pintores.  

¿Qué significa que una de sus obras este en una de las galerías más importantes Estados Unidos?

Eso fue el último espaldarazo. Me entusiasmó y gustó mucho, porque aquí ya no tenemos historiadores de arte, o críticos de arte, y no hay galerías que se hagan sentir.

¿Su mensaje para el público mexicano y nicaragüense?

Tengo un gran aprecio por el público mexicano. Me formé en México, me dieron los altos de la Escuela de Bellas Artes.

Curioso: allí donde se excava, está la cultura maya. Es admirable, terminé mi cultura llegando a México.

Por último, hice una exhibición personal en el Museo de Arte Moderno, esa fue la coronación con grandes pinturas de grandes formatos.

México es el país más importante para mí, país amigo, y el de Brasil, donde gané una medalla de oro en la bienal de Sao Paulo.

RAFAEL QUINTANA

rafa3007@quintagmail.com

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