Editorial
Durante ya varios días, los medios de comunicación nos han trasmitido información acerca de un material estratégico para los sistemas modernos de comunicación: el litio.
México, en una gran decisión de la Madre Naturaleza desde la etapa formativa de la Tierra, acopió en el subsuelo este elemento para que, con el paso de las centurias y la evolución física del ser humano y su conocimiento y/o explotación de los recursos a su alcance para vivir y convivir socialmente, pudiese utilizarlo para vivir y convivir mejor en sociedad.
Tal ha ocurrido históricamente con los recursos naturales de primer uso para la sobrevivencia: agua, animales, árboles, en espacios aptos para la vida y convivencia comunitaria.
Con el comercio se abrieron cauces al intercambio de objetos y bienes excedentes en algunos lugares por otros de los que unos países carecían y otros tenían disponibles en exceso.
La Humanidad ha vivido y crecido, se ha confrontado, sojuzgando a los países débiles y despojando a comunidades enteras de sus bienes naturales originales.
Hoy, que la industria ha redescubierto el valor, la utilidad enorme del litio, los grandes emporios industriales, países desarrollados y grupos de poder, lo ubican por encima del valor del oro y la plata.
Así como el oro, la plata o los diamantes, el litio es ahora un material industrial que despierta ambiciones, apetitos financieros y rastreros entre grupos de poder.
Nuestra generosa Madre Naturaleza sufre ahora nuevas acciones de seres humanos insensibles a cuanto cotidianamente nos provee. Ahora por el apetito de los grandes intereses políticos y financieros vinculados al litio.