Perspectiva – Desde Canadá
XXXVII
Durante más de dos décadas colgaron de la pared frente al comedor en casa de mis padres. Siendo parte del medio ambiente y del deambular diario, no era común prestarles atención, se perdían en la vista periférica…o eso pensaba.
De tonos oscuros, la policromía y detalles en cada personaje y escena denotaban un exquisito, muy pulido, sentido de la estética, un profundo amor a la pintura, un cercano conocimiento de las imágenes plasmadas en los lienzos.
No quedaba duda alguna de que su autor rendía con esas obras homenaje al Mayab y a sus historias. En la esquina inferior derecha de cada uno de ellos se leía “Lizama”.
Eran cuatro cuadros del recién fallecido Maestro Manuel Lizama, cada uno de ellos representando una leyenda maya, cada uno de ellos lleno de detalles pictóricos que finalmente aprecié con el transcurrir de los años, tan impactantes que aún viven en mis recuerdos, acudiendo sin dificultad al llamarlos ante mi presencia.
Ese es el poder del pincel de este gran artista yucateco que ha dejado este plano existencial hace unos días para trascender al que sigue, en el que estoy seguro continuará creando, ganando adeptos y admiradores.
Otra de sus obras, un mural, decoraba el despacho contable de mi padre, acaparando la atención de todo el que cruzaba el umbral de la oficina, capturando la imaginación de quien se sentaba todas las tardes frente a él: mi padre, tal vez una de las personas que más lamenta su partida, no solo por el artista que se ha ido, sino por el amigo que se ha adelantado en el camino.
Pocas veces platiqué con el Maestro Lizama, tal vez cruzamos unas cuantas palabras en alguno de los eventos culturales en los que coincidimos, yo porque estaba comisionado al evento para escribir unas palabras al respecto, él porque sabía de la importancia de apoyar el arte con su mera presencia, acaso agregando unas palabras que enfatizaran que solo a través del arte podemos trascender hacia un mejor mundo, reconociendo la belleza en sus múltiples manifestaciones.
Lo recuerdo de voz queda, firme y bondadosa, con una perenne sonrisa en el rostro. Hubiera querido platicar con él, escucharlo relatar su vida, que por sus contemporáneos y a través de diferentes cronistas sabemos que fue venturosa y azarosa, completamente dedicada a su arte.
Don Manuel Lizama se impuso como tarea plasmar en su obra nuestro amado terruño yucateco, retratando a quienes vivimos en él, a nuestros ascendientes y descendientes mayas, sus lugares, sus colores, su historia, sus sabores, sus costumbres. Quien haya visto uno de sus cuadros seguramente lo recuerda y coincidirá en que lo logró.
En Diario del Sureste hemos publicado De México para el mundo: Manuel Lizama, de la arquitecta Gladys Ruby Díaz Negrón, conteniendo su biografía y una compilación de sus obras. Todos está invitados a consultarlo y maravillarse ante la creatividad, el juego de los colores y de los temas, la vitalidad que se desprende de cada una de ellas y, sobre todo, para conocer al gran ser humano que fue Don Manuel, sensible, siempre de pie, de frente a las vicisitudes y retos que vivió desde su infancia.
Al despedirse de este mundo, nos ha legado una gran herencia en sus obras. A la vez, deja un gran vacío que creo ningún artista pictórico local podrá llenar. Así de única es la genialidad del Maestro Lizama.
Desde esta perspectiva, si bien extrañaremos su presencia física, sin temor a equivocarme puedo decir que Don Manuel Lizama vivirá eternamente en cada uno de sus trabajos, en la imagen que dejó grabada en nuestras mentes.
Se mudó, pues, a cada uno de esos lienzos y pincelazos que conforman su obra, tan inmensa como su talento y su corazón.
Cada vez que observemos esa firma –“Lizama”– en un lienzo, habremos de recordar a un gran yucateco, a un ser humano lleno de sensibilidad, a un artista, en todo el sentido de la palabra.
Vayan mis condolencias a su familia, a mi padre, y a todos aquellos que acarreamos en nuestro interior, para siempre en nuestros recuerdod, al menos una imagen de la obra del Maestro Manuel Lizama, inmortal artista plástico de nuestro Yucatán a quien extrañaremos, hasta que nos volvamos a ver.
S. Alvarado D.