Editorial
En un muy corto período, algunas horas, este año 2022 dirá adiós a un mundo, un planeta, un país, una comunidad modesta dentro del gran reducto humano que es nuestro espacio terrenal, pasando a ocupar su sitio en el álbum de la historia contemporánea.
Días difíciles en un mundo aún dividido por fronteras políticas, por creencias religiosas, intereses económicos enfrentados, y pugnas frecuentes ante los intentos de prevalencia de algún país, comunidad o grupo, sobre los demás.
El lenguaje de las armas continúa. Los arsenales de las grandes potencias continúan acumulando armas sofisticadas, suficientes para acabar no con un mundo como el actual nuestro, sino con varios similares a la vez. La fuerza del átomo es hoy la amenaza cotidiana.
Nos decimos civilizados, pero en más de dos milenios de recorrida convivencia humana, un milenio de reencuentros de los continentes, no hemos sido capaces de superar y dejar atrás nuestras diferencias de mentalidad.
Las grandes potencias, poseedoras hoy del conocimiento sobre la fisión nuclear, ahora dedican sus amplias y variadas capacidades de investigación, instalaciones y tecnología actualizada a crear armas más poderosas, analizando las condiciones de nuestro satélite y planetas, que ya se consideran accesibles.
Continuamos explorando espacios lejanos, en medio de la incongruencia notable de que todavía no enfocamos nuestra atención a la búsqueda de la manera de implantar una plena justicia social entre todos. En tanto, irresponsables, continuamos contaminando las aguas, la tierra y el aire.
Que estos días finales del 2022 sean útiles para cada uno de nosotros.
Que la reflexión sea sobre lo que somos como sociedad y a lo que debemos aspirar a ser para finalmente convivir como individuos inteligentes.
¡QUE EL AÑO 2023 SEA MEJOR PARA TODOS!
¡ASÍ SEA!