Editorial
Estos postreros días del año 2022 se caracterizan por nuestros sentimientos intensos, en cuanto a recuerdos, conmemoraciones, visitas y obsequios. Con ello reafirmamos nuestros afectos presentes, o reflexionamos sobre otros tiempos, acerca de las personas hoy ausentes físicamente, sobre situaciones compartidas con gentes que fueron de nuestra cercanía y ascendencia.
Alegrías o tristezas traen consigo una serie de obligadas remembranzas que mueven los sentimientos, la mayoría de las veces hacia las sonrisas francas, en otros momentos al doloroso pesar por las ausencias.
La palabra de más uso es “FELICIDADES”, porque para la gran mayoría contiene remembranzas, reflexión y momentos de reencuentro espiritual.
En los agitados tiempos modernos, el comercialismo ha ido ganando espacios. La Navidad es solamente un punto de encuentro de comerciantes e industriales con la sociedad, para impulsar sus movimientos económicos y lograr con ello ganancias a partir de un legítimo sentimiento popular.
El personaje rojo, Santa Claus, y su trineo volador movido por renos trasladan con el vozarrón de “JO-JO-JO” el mensaje comercial que llena el gran saco del bonachón personaje.
Por su parte, la visión de la iglesia, matizada de religiosidad, es la del nacimiento del anunciado Salvador de la Humanidad en un humilde pesebre, visitado por tres magos, guiados por una estrella hasta la humilde población de Belén, en Jerusalén, Israel.
En conjunción con los hechos religiosos, en realidad celebramos es el reconocimiento de nuestras íntimas esperanzas de vida y bienestar en un nuevo período calendárico. La esperanza que mantuvimos en 2022 se ha debilitado a lo largo de este período y en este momento languidece.
En 2023 retoñará nuestra fe y sembraremos nuevas semillas de esperanza. Esperamos sea benévolo con la humanidad.
