Cultura
José Juan Cervera
Los prejuicios forman una maleza que crece con las emanaciones de un pantano intangible.
Puede parecer impreciso llamar superstición a lo que sólo es un ejercicio para ventilar una costumbre arraigada.
Los achaques del criterio no se curan ni pueden disimularse, tampoco los mitigan las impresiones nuevas.
Con buena fortuna, quienes quebrantan la ley de la selva recibirán sólo la condena de un calabozo moral.
La maledicencia proclama deformaciones de una lengua obsesionada en poner a prueba la agudeza de su filo.
En los usos obsesivos del lenguaje, la moral representa sus valores en estampas coloridas que se adhieren a la boca de vacíos profundos y pozos de turbiedad.
Unos cuantos espíritus grandes demandan parches de mezquindad para cubrir las grietas que los desfiguran en el día que pasa.
De igual modo hay naufragios que logran poner a flote vestigios de grandeza.
Hoy se sabe de enormes yacimientos de iniquidad que atraen el interés de emprendedores dispuestos a explotarlos hasta su agotamiento.
Un pulido sistema retórico despliega primores urdidos para ocultar purulencias que brotan del fondo de veleidades indiscretas.