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A Virginia Fábregas

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Letras

Virginia Fábregas

(Inédita)

José Peón y Contreras

 

 

Te ofrece un pobre cantor

en este libro un Edén

donde caber pueden bien

las artes que da el amor.

 

 

Aves, suspiros, aromas,

sombra, luz, perlas y flores,

trinos de los ruiseñores,

arrullos de las palomas.

 

 

De las auras placenteras

apacibles melodías,

rumor de selvas umbrías

y de marinas playeras.

 

 

Ensueños mil, evocados,

de otra edad y otras regiones,

cautivadoras canciones

de pechos enamorados.

 

 

Cuentos, baladas, historias

que te den como presentes,

lo que en los libros las gentes

guardaron de sus memorias.

 

 

Cuanto le ocurra al pintor,

cuanto imagine el poeta,

cuanto la musa discreta

inspire en artes de amor.

 

 

Todo aquí puede caber

y vasto sitio encontrar

para herir y cautivar

tu corazón de mujer.

 

 

Mujer artista, gentil,

fresca, hechicera y galana

como la rosa temprana

de las primicias de abril.

 

 

Mujer ángel, mujer genio,

por lo ilustre y por lo bella,

por tales galas estrella

del hogar y del proscenio.

 

 

Alma de mi alma que al ir

tras la tuya, lenta y sola

llega, cual suele la ola,

en triste playa a morir.

 

 

A morir entre la bruma

de una noche sin celajes,

mal envuelta en los encajes

de una sábana de espuma.

 

 

Alma que gime cautiva

de tu hechizo en el encanto,

que si acaso vive tanto

es por ti porque está viva.

 

 

Sufriendo mientras te engríes

del mundo en los embelesos,

y de la gloria a los besos,

duermes, cantas y sonríes.

 

 

Mientras del dolor ignoras

los punzadores martirios

y no sabes de delirios,

ni de desdichadas horas.

 

 

Por eso te da el dolor

en este libro un Edén,

donde caber pueden bien

cuanto en artes da el amor.

 

 

Donde le digan primores

a tu rostro peregrino,

imán del Estro divino,

poema de los amores.

 

 

Donde ensalcen de tus ojos

el negror y la hermosura

y la gracia y la frescura,

nidos de tus labios rojos.

 

 

De tu frente juvenil

la marmórea palidez,

y el donaire y la esbeltez

de tu cintura gentil.

 

 

Y celebren el talento

que en tu raro ingenio labra

la magia de tu palabra,

la seducción de tu acento.

 

 

Todo cuanto se halle en ti

puro, seductor y bello…

¡Que si yo supiera hacerlo

lo cantara en verso aquí!

 

 

Mas cántelo otro después

en dulce, rimada nota,

mientras que mi lira rota

¡cae redonda a tus pies!

 

Pimienta y Mostaza. Periódico Literario de Espectáculos y Variedades. Mérida, año III, 9 de septiembre de 1894, núm. 100, p. 3.

[Compilación de José Juan Cervera Fernández]

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