Atisbando El Arte
A ALBERTO CORTEZ
Saludo de Yucatán al poeta de la canción
El rascacielos sube en el aire puro lavado por la lluvia
y baja reflejado en un charco lodoso del patio.
Entre la realidad y la imagen, en esta pampa
seca que las separa; cuatro palomas pasan…
y nos dejan tu música y poesía.
AHGA
Observar una desnuda planta
cuando canta su lento crecimiento
y en una rosa queda construida.
Tocarla apenas,
sintiendo como roza su piel como de niño.
“Mi madre y yo lo plantamos
en el límite del patio
donde termina la casa…”
Ese árbol, cuyo tronco es un tatuaje
que tantos años de existencia cuenta;
que día a día su grosor aumenta,
ya es canción y es orgullo del paisaje.
“Despertó a las ocho, como de costumbre,
se metió en la ducha, se lavó los dientes
y en su viejo traje, como de costumbre,
salió de su casa a las ocho y veinte…”
Ironiza el poeta de tan dulces notas
pudiendo convertir la tinta en oro,
que a pesar de su genial tesoro
solemne vive, con las alas rotas.
“¿A dónde diablos
habré metido yo los versos que tenía
sin terminar, sobre mi mesa todavía
aunque no fueran más de cinco o seis vocablos?
¿A dónde diablos…?
Mis versos también se pierden
de la mesa donde escribo mis recuerdos;
el tiempo se adormece en la ventana
la pluma se llena de modorra…
El día se me hizo noche,
se me hizo ocaso la aurora;
yo que amo tanto la luz
tengo que andar entre sombras…
“Cuando un amigo se va
queda un tizón encendido,
que no se puede apagar
ni con las aguas de un río…”
Me acompañan:
una música triste,
el espejo de la noche
y los ojos de la sombra.
Viene pasito a paso
por la escala del sueño,
una lánguida música
que vibra de penar.
“Una tristeza pura,
una tristeza plena,
tristeza, que no amargura,
es mi entera tristeza.
A través de mis horas,
observando mis penas,
discurre lentamente
como un reloj de arena…”
Como tú, también despierto,
miro el reloj, escucho tu canto,… Alberto;
son las tres…
Como el sueño se ha ido
y no quiere retornar,
abro un libro; esperaré
que acabe de amanecer
para irme trabajar.
Es un libro de poesía:
visito la antología
de mi “Memoria Poética”;
mis versos son la heredad
de antigua genealogía.
Mis poetas preferidos;
aunque unos ya son idos
otros en el mundo están,
pero que también se irán
para nunca más volver;
sus versos se quedarán,
otros, los que nacerán
como el cimiente de Goyo,
más tarde, habrán de leer…
Mi preferencia al leer
entre Cortez y los versos de Machado,
siempre su verso he gustado
con infinito placer.
Paso las horas leyendo
y como está amaneciendo,
prendo el fuego, hago café,
lo ingiero y como tres galleticas
Y vuelvo el libro a coger.
Se levantó mi mujer,
apresurada trajina
-mientras leo- en la cocina,
la vida con su rutina
muy pronto me va a envolver.
Ya van las horas pasando,
y vamos envejeciendo,
luchando, amando,
comiendo, meditando
y aún sufriendo.
Que si ahora nos desvelamos
en el futuro estaremos
eternamente durmiendo.
“…Todo es rutina, como de costumbre,
todo es una larga cadena de hastío,
se estiran los días, como de costumbre…
habitando todos un mundo vacío…”
Se me fue la mañana
bebiendo azul de cielo
en la fontana;
murmullos de un cantar
añoranzas de mar;
se fugó el horizonte de mi anhelo
me invadió el consuelo
de un cantar…
“Mi madre y yo lo plantamos
En el límite del patio,
Donde termina la casa…”
Alfonso Hiram García Acosta