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Una Página Más Atrás En Nuestra Historia Sobre La Guerra de Castas en Yucatán

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Una Página Más Atrás En Nuestra Historia Sobre La Guerra de Castas en Yucatán

CAPÍTULO 2

“¡Ay! Papacito… Sufrimos mucho,” siguió diciendo don Nico. Agregó como recordando que, según sus padres y sus abuelos, el inicio de esas guerras que no se acaban han sido causadas por la sublevación Mendista que se estalló en Campeche, dirigiéndose hacia la capital de Mérida, a la que ocuparon con más de 2000 hombres el 23 de enero de 1847. Después de una campaña que duró mes y medio, los Mendistas eran dueños de la situación; designaron como Gobernador a Don Domingo Barret, y procuraron dar carácter oficial a la neutralidad de Yucatán. Entre tanto, sucedía la guerra que la poderosa nación norteamericana sostenía con México.

Y agregó: “También antes de que Cecilio Chi, cacique de Tepich, lanzara el grito de rebelión el 30 de julio de 1847, ya las autoridades del Estado tenían la certeza de que el cacique de Chichimilá, Manuel Antonio Ay, y el de Tihosuco, Jacinto Paat, y el propio cacique de Tepich se habían confabulado para hacer gran movimiento de masas indígenas hacia el oriente norte de la península, a fin de exterminar a los blancos, y para constituirse en Jefes absolutos de esas tierras.”

“Toda esta revolución así la sufrimos.” Se refiere su descripción a aquella pesadilla precursora de la Guerra Social que data del año de 1887.

“Yo contaba con 15 años de edad, andaba en busca de mi pobre madre en todos lados, en los pueblos, en las haciendas, en los ranchos, sin que nadie me dé razón de ella. Yo y otros compañeros vivimos como animales en los montes, sin saber en qué lugar estábamos; escondidos entre las cuevas, en los paselitos de las milpas abandonadas; sólo algunas frutas de los árboles, camotes crudos, el cuup (jícama silvestre), guayabas, aves, iguanas que pescábamos nos servían de alimento; era el sustento diario. Y cuando entraba la noche, únicamente se oía el chillar de los grillos y otros animales nocturnos.

“Así pasamos semanas, meses, cuando de pronto oímos el ladrido de algunos perros, y en la madrugada, casi no muy lejos, el canto de los gallos de alguna población cercana. Ahí en que tan buena suerte nos asomamos en un rancho denominado Kumán; más tarde supimos que era municipio de Mocochá, Yucatán, y los que vivían en ese lugar eran también mujeres solas, y que sus maridos también fueron llevados en recoja por los soldados y no se sabía de la suerte de ellos, si vivían o no. Sin embargo, ellas nos dieron noticias de que había rumores de calma.

“Los personeros de aquel pueblo de Mocochá andaban y acudían en las haciendas a socorrer a las pobres familias, sin saber de sus maridos si aún vivían todavía, o si fueron asesinados en aquella lucha sangrienta en SAAKI-VALLADOLID. Pero al fin, toda la gente, hombres y familias que permanecían en aquel rancho, a todos nos trasladaron a un cuartel de aquella población, y de esa, a la casa de un jefe político para trabajar en su servicio doméstico. Al cabo de unos días, de suerte, encontré a mi mamá que también estaba en el mismo lugar entre las demás familias. Más tarde, los jefes políticos querían obligar a mi mamá a que se juntara con un hombre desconocido, y cuando eso, en los momentos reinaba esclavitud; pero no obstante se presentó un dzul, y dijo que es dueño de una hacienda de nombre San Antonio TOO, y nos contaron que aquel señor dueño de la hacienda donó mucho dinero a los jefes políticos. Pues de esa forma fuimos comprados como animales y trasladados a vivir en esta hacienda.”

LAS ENCOMIENDAS, LOS ENCOMENDEROS Y LOS FRAILES

Don Nico Dzul continuó explicando: “Aquí fuimos trabajando bajo el cuidado de los encomenderos, que ellos fueron entregados a un personaje desconocido por ellos, pero el cual era conocido por la gente de la hacienda como un taimado indígena llamado YUM MAYOL, mayor y decano de la finca; así mismo, bajo la vigilancia de un astuto fiscal que guardaba órdenes en el oratorio para todos los cultos y actos religiosos.”

“Al correr de los años 1890 a 1895, a consecuencia de las guerras antes mencionadas, se encontraba nuestra península de Yucatán y todas sus haciendas en un estado muy lamentable. Para esta época, a pesar de que la hacienda San Antonio Too no fue campo de batalla pero, sin embargo, el amo Lic. Don Manuel Pasos Gutiérrez cooperó muchísimo al haber recibido y darles alojamiento en su casa principal de la hacienda a varios enfermos y heridos en campaña, y así mismo en su residencia en la ciudad de Mérida, mientras tanto en el único (HOSPITAL) y el de San Juan de Dios en la misma ciudad no había más cupo para los demás heridos.

“En el transcurso de los años de mayor intensidad de la lucha (1848 y 1849) no menos de 2000 personas, entre enfermos y heridos a quienes había que sostener y que curar, así como si esto no bastara para hacer desesperante la situación económica del Gobierno de Yucatán.

“En las poblaciones, haciendas y municipalidades de origen, las familias también pedían pan, debatiéndose con el hambre y en la miseria. Era el amo personalmente el que tenía que ir en ayuda del infortunio de estos hogares desamparados, por la falta de algún miembro de la familia; con solo éstos datos podemos ya imaginarnos el grado de extrema pobreza en que estaba el erario.”

Venancio Narváez Ek

Continuará la próxima semana…

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