20 Años Prodigando Amor – Entrevista a Santa Claus
Nuestro amigo Gaspar Cardós Candila año con año se convierte en Santa Claus, recolectando los juguetes suficientes para llevar felicidad a los niños enfermos de nuestra ciudad.
De profesión cocinero, este ciudadano ejemplar decidió un día prodigar alegría a los niños que enfrentan situaciones difíciles. Para ello inició una cruzada que este 2016 cumplió 20 años. La labor es recolectar juguetes nuevos, mismos que son llevados al Hospital General Agustín O´Horan para repartirlos entre los pequeños pacientes que ahí pasan la llamada Nochebuena.
En compañía de mi compadre Carlos Vivas Robertos, visitamos a este activo hombre en su domicilio, ubicado cerca del centro de la ciudad de Mérida. Totalmente decorada con motivos navideños, resalta un hermoso nacimiento lleno de animales, personajes y, por supuesto, la Sagrada Familia protegida por la virgen de Guadalupe. Pero lo que más impacta es la aldea navideña que ocupa toda la pieza principal y que sirve como escenario perfecto para las visitas especiales.
¿Cuánto tiempo llevas realizando esta noble labor?
Este es el año número 20. Empezó todo como un juego, algo que aprendí de los Scouts: hacer una buena acción. Se me ocurrió llevar a los Lobatos que yo tenía a mi cargo a lo que era antes el anexo del Hospital O’Horán a hacer su buena acción: llevarles a los niños que estaban ahí comida y regalos. Después tuve un accidente en el que mi antebrazo se quebró en tres partes y pasé la Navidad en el hospital. Los Scouts fueron a cantar, pero las canciones que interpretaron eran un poco tristes, y todo el pabellón terminó llorando.
De esta experiencia nació la idea de hacer algo que alegrara a las personas que estaban en el hospital.
¿Cómo diste tus primeros pasos en la labor?’
Me organicé con Hernán Novelo y Gonzalo España, que en paz descanse, y se nos ocurrió empezar a recolectar juguetes y llevarlos. Después de dos años, se me ocurrió disfrazarme de Santa Claus para que los niños recibieran su regalo. A partir de eso me separo del grupo inicial y continúo por mi cuenta, con el respaldo de amistades, recolectando para llevar al hospital.
¿Qué otras personas o grupos se sumaron a tu proyecto?
La contadora Alicia Martín me llevó a la escuela de su hija para que yo le apoye. Ella estaba en el Comité de Padres de Familia del Piaget; después me empezaron a hablar de los otros salones y, en vez de cobrar, les pedía que me dieran juguetes para donar. Así se fue haciendo una cadena. El Piaget tiene 16 años apoyándome, el Teresiano tiene como 4 años donándonos; este año Colesu y otras escuelas de Caucel empezaron a colaborar con nosotros, más otras personas que por amistad me donan juguetes, todos nos apoyan para que se pueda realizar esto.
¿Cuántos niños recibieron este año sus regalos?
Este año tuvimos más de cien niños hospitalizados en toda el área de pediatría del Hospital O´Horan, y a todos y cada uno se les dio un juguete; dependiendo de la gravedad se les dieron los mejores juguetes.
¿Se ha extendido la donación fuera del hospital?
También con el apoyo de amigos y de mi familia pudimos ir a Ticopó, a una escuela indigenista que es muy humilde. Llevamos comida y juguetes a los niños. Este es el primer año que hago esto porque quería, al ser el año número 20 de esta labor, hacer cosas distintas.
LA CASA DE SANTA
Gaspar ha sabido sacar utilidad a la hermosa decoración que cada año implementa en su hogar, convirtiéndola en ‘La casa de Santa’ que sirve de motivación para niños con enfermedades más serias.
Con las primeras donaciones que me dieron mi hermano y su esposa, pude invitar a un niño que lleva dos años y medio luchando contra la leucemia a que viniera a conocer la ‘casa de Santa’ y darle lo que más quería: un carro de bomberos que tirara agua. También lo invité a comer en mi cocina; lo que más le gusta es el empanizado. Se quedó a descansar unas horas, porque fue después de su quimioterapia que lo trajo su mamá. Después regresó a su pueblo.
¿A qué otros grupos has apoyado?
He colaborado con una iglesia para la posada de los niños enfermos de cáncer que están en la consulta externa. Llevo unos diez años haciéndolo, y también estuve apoyando al Ayuntamiento de Progreso en una fiesta que le organizan a los niños más pobres y niños especiales de ese puerto.
¿Qué consideras que has logrado con tu trabajo?
Todo este esfuerzo ha ayudado a que esto crezca, a que más gente nos apoye, a que más gente crea. Es muy difícil que la gente crea en estos días que se quiere hacer algo bueno; a veces las redes sociales sirven para dar a conocer cosas y para poder servir mejor, y a veces sirven también para desprestigiar a los que con mucho o con poco quieren ayudar.
¿A qué otros hospitales has llevado juguetes?
Al principio también iba a la T1 y al Hospital Juárez. Después, cuando empezaron a haber problemas en los hospitales por los secuestros de niños, ya era muy difícil: había que hacer muchos trámites para poder ingresar, y en estos hospitales no me permitían que entrarán más de dos personas conmigo, lo que me dificultaba la labor, porque tenía que llevar juguetes de más. Todos los juguetes que llevo son nuevos, porque siento que la ilusión del niño es abrir un juguete nuevo. Tengo que llevar a veces para bebés, para niños, para niñas, especiales, dependiendo de la gravedad de los niños, entonces necesito alrededor de ocho o diez personas para cargar todas las bolsas y me ayuden a entregar el regalo que les diga.
¿Entonces sigues solamente en el O´Horán?
Así es. Gracias a la doctora Mónica Erosa, que incluso hasta cambia sus vacaciones para esperar que yo vaya al hospital ya que me acompañe, me permiten pasar con todos los niños, darles sus regalos, tomarse fotos con ellos, y después de esto revelamos las fotos en el mismo comité. Normalmente, una sobrina mía dona las fotos, y se regresa al hospital para entregarle copias a todos los niños. Tratamos de que no sean fotos grotescas; cuando los niños están en terapia intensiva no se toman fotos, solamente las necesarias para justificar dónde se van los regalos que me dan.
En el caso de la T1 y el Hospital Juárez, a pesar de saber que esta es una labor noble, ¿fue imposible continuar?
No es que fuera imposible, pero como eran tantos los trámites, y diciembre es el mes que más trabajo tengo porque soy cocinero, entonces tenía que ir a hacer muchas colas y pasar por muchos lados hasta obtener un permiso. Es una gran diferencia contar con la doctora Mónica Erosa, que me ofreció su apoyo desde el primer momento y me dijo que no había ningún problema, que solamente le avisara con tiempo de la fecha para que ella se organizara y pudiera ver que todo se hiciera como debe de ser. Ella nos acompaña durante todo el recorrido por el hospital, y ha disfrutado tanto como un servidor con estos momentos; también los ha llorado, porque ha habido cosas que la han hecho quebrarse y ponerse a llorar a pesar de ser doctora.
Entonces existen reglas para todo tu equipo, ¿no es así?
Ese es otro detalle de la gente que me acompaña: tiene prohibido llorar delante de los niños. Aquél que vea algo, o se sienta incómodo, o tenga ganas de llorar, tiene que salir del pabellón inmediatamente para que no lo vean llorar. Tratamos de que sea tal vez uno, o cinco, o todo el día que el niño esté feliz porque vio a Santa, pero que no esté empañado porque alguien está llorando y lo hizo sentir incómodo.
¿Qué le dices a cada uno de ellos?
Abrazo a cada niño, le dedico el tiempo que el niño requiera, escucho lo que me quiera contar o decir, o lo que me quiera pedir, y me despido con un abrazo diciéndole cuánto lo amo, y que muy pronto va a estar en casita con su familia, que obedezca las órdenes del doctor, porque como les dejamos dulces les recomiendo mucho que solo si el doctor los autoriza los puede comer, y si no que se aguante hasta que pueda regresar pronto a su casa.
¿Qué lección de vida te ha dejado esta labor?
He aprendido tanto en los Scouts, como catequista y en el grupo de autoayuda en el que estoy, que lo único que tienes que hacer es soltar, dar sin esperar que nada regrese. Creo en un poder superior que me devuelve todo lo que doy, y creo que me da mucho más de lo que yo puedo dar: yo doy un momento de felicidad y recibo a cambio muchas bendiciones de los papás, de los parientes, de los mismos niños. Ese abrazo, esa sonrisa, ese ‘Te amo, Santa’, sé que no se lo dicen a Gaspar, se lo dicen a lo que represento en ese momento; pero es tan hermoso, inclusive cuando voy a recolectar a las posadas de las escuelas, el que el niño venga corriendo y te abrace y te diga qué quiere es muy especial. Disfruto tanto colectando los juguetes como entregándolos.
Trato de que, cuando me quedan juguetes, darlos a los que están esperando a algún familiar en el hospital. También voy como Santa Claus a entregarlos a colonias pobres donde realmente no tienen para un juguete para los niños.
Tan solo espero que Dios me dé salud para poder seguir haciéndolo, porque seguiré con esto hasta donde Dios me lo permita.
RICARDO PAT
Fotografías: CARLOS VIVAS