Visitas: 4
Editorial
“El Día de la Liberación” lo llamó el agente naranja, ese megalómano personaje que se considera el emperador del mundo y tan solo es el presidente de los Estados Unidos, al anunciar las tarifas impositivas a las operaciones comerciales con todas las naciones con las que su país hace negocios.
Con diferentes porcentajes, en diferentes rubros, prácticamente todas las naciones del mundo ahora deben considerar el pago de estos aranceles en sus operaciones de exportación a la nación estadunidense.
Lo monumental de esta acción es que, como algunos analistas señalan, va en contra del flujo comercial que desde la conclusión de la Segunda Guerra Mundial regía el mundo, un sistema de reglas –definidas y controladas a través de organizaciones como el GATT y ahora por la Organización Mundial del Comercio– no del todo perfecto, pero que permitía que bienes y servicios pudieran trasladarse de una nación productora a otra consumidora, convirtiendo la economía en un inmenso conglomerado global del que podía obtenerse todo aquello que los habitantes en los diferentes países requerían: desde materia prima hasta bienes de consumo.
Aún es muy pronto para medir el impacto y las consecuencias. Sin embargo, vale la pena echar la mirada atrás a las reacciones a acciones similares en el pasado y darnos cuenta de que entre ellas se encuentran desde tarifas recíprocas (que elevarán precios, generarán inflación, restringirán el consumo, y obligarán a muchas empresas a cerrar) hasta la desagradable idea de la imposición de la “ley del más fuerte” en el afán de hacerse de aquellos elementos que algunos de esos bravucones que la apliquen consideran críticos o vitales para ellos.
A Trump todo lo anterior parece importarle poco, aunque también hemos observado su veleidad cuando los resultados que espera no se dan y entonces cambia sus principios por otros (Groucho Marx dixit), sumergido en su soberbia e ignorancia. Tal vez una señal clara de sus dislates provenga de que entre aquellos países a quienes les fueron impuestos aranceles se encuentra una isla poblada únicamente por pingüinos.
En un México tan divido, tan lleno de personajes políticos que tan solo buscan cómo hacerse de más dinero y poder; donde la inseguridad es negada con palabras, no combatida con hechos; donde la incertidumbre jurídica se incrementa conforme se acerca el día de elegir por la vía del voto a los magistrados, los postulados del Plan México anunciado por la Presidenta Sheinbaum suenan a un catálogo de buenos deseos, no a acciones concretas que pudieran contrarrestar las nuevas bravuconadas del presidente norteamericano.
Es en las crisis cuando conocemos de qué están hechas las personas y los gobiernos.
A nuestro juicio, esta es una inmejorable oportunidad para establecer, restañar o mejorar las condiciones comerciales de México con otros países que están en una situación similar. Es tiempo de acaso redefinir la estrategia comercial de nuestro país, buscando y negociando condiciones más favorables con otros, reduciendo la dependencia del vecino del norte.
Para ello se necesita gente preparada, expertos en la materia que redefinan el futuro económico de la nación, y cuyas palabras escuche y apoye el gobierno mexicano.
¿Cuál será la estrategia comercial que la presidencia asuma, escuchará recomendaciones, buscará la unidad? ¿Habrá algún experto que desea ayudar a la Presidenta?