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La leyenda del pájaro azul

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Joaquín Pasos Capetillo

I

“Sí, príncipe adorado,” dijo el bufón; “la princesa te engaña. Cuando tu mano de marfil acaricia sus crines aurinas, cuando tu boca bebe fuego en sus pupilas y ella te dice que sus senos sólo palpitan al soplo de tu amor y su boquita es un cáliz para ofrendarte besos… te miente, mi príncipe adorado.”

–“Calla, infame,” balbuceó el príncipe, sacando de su estancia al bufón de un puntapié.

¡Ah! pero el veneno ya estaba infiltrado: un fiero surco se hizo en la tersa frente del príncipe Mirliflor, la duda le absorbió el espíritu y una incurable melancolía comenzó a consumirlo.

En vano la princesa le acariciaba dulcemente, en vano los juglares piruetearon en su presencia, hermosas bayaderas danzaron para que riese y trovadores de melifluas voces entonaron sus cantos: la tristeza del príncipe era incurable.

La hechicería inventaba filtros hilarantes; de países extraños y remotos le aportaban mil remedios: las hadas buenas se convocaban en redor de su lecho, mas era inútil todo; la tristeza de Mirliflor era incurable.

Una dulce noche plenilunar, el príncipe mandó salir a todos de la regia alcoba y, cuando solo, se asomó al balcón y apoyado en la marmórea balaustrada comenzó a conversar con el silencio de la noche que sólo turbaban los gemidos escapados de su alma.

II

          ¡Canta, pájaro azul, por favor canta,

          suelta el rico raudal de tu garganta!

Así decía la voz que rompió el silencio de la noche. Después se oyó un trino dulcísimo de flauta encantada, de arpegios divinos y el príncipe al escucharlo lanzó ¡oh! de infinita alegría y estrepitosamente comenzó a dar voces: “¡Venid mis cortesanos, decidle a mi princesa que ha vuelto a mí la alegría de tiempos mejores, pero traedme a ese pájaro encantado que ha podido matar la tristura de mi ánima!”

Todo el mundo palaciego acudió al llamamiento con la dicha pintada en el rostro, seguido de la princesa muy pálida y consternada que venía a contemplar el prodigio.

Después llegó el bufón, trayendo en un dedo un ave de paradisíaco plumaje de un azul vivísimo y diciendo:

          Canta, pájaro azul, por favor canta,

          suelta el rico raudal de tu garganta.

Oyeron todos el dulcísimo trino y se desbordó la alegría, todos saltaban en danza de vértigo escandaloso y Mirliflor, estrechando a la princesa, se mezclaba entre los danzarines, mientras los gruesos odres de vino se vaciaban y los cocineros se daban prisa en preparar el festín.

III

…Y el pájaro azul seguía cantando y al ensalmo de su trino los festejos se sucedían baltazáricos banquetes, las cacerías por los bosques inmensos donde morían los feroces jabalíes; todo era, para todos, una perpetua orgía, una explosión de escándalo.

Sólo la princesa estaba triste porque Mirliflor se dejaba llevar por la alegría tumultuosa del buen vino y, olvidando sus deberes, se entregaba en brazos de las locas princesas que llegaban a las fiestas y dejaba que los grandes toneles de las cuevas se vaciasen y veía correr sin inmutarse el Pactolo de sus arcas.

IV

¿Fue un sueño?

Por la abierta ventana vio al príncipe irse a galope dos caballos: en uno iba su señora, su reina hermosa, y en el otro el que él creía su más fiel escudero, y vio derribados como él por el suelo, a sus compañeros de orgía, en ridículas posturas de báquico hieratismo… y en la rama de un árbol, el pájaro azul seguía cantando.

“¡Calla, pájaro maldito!” gritó el príncipe: “¡tú me has traído la falsa alegría de placer!”

Después corrió Mirliflor a la alcoba de la princesa, la encontró llorando, lloró con ella, la pidió mil perdones por sus faltas y entre besos le dijo: “Ahora seremos felices… ¡he muerto al pájaro azul del engaño!”

V

No termina aquí la leyenda.

Cuando el ave cayó muerta, sus plumas se desprendieron y volaron por el espacio y aun hoy, después de mucho tiempo, hay gentes que llevan por penacho en la cimera, una pluma del pájaro azul.

 

Polidor. Semanario Artístico-Festivo Ilustrado. Mérida, año 1, núm. 1, 7 de junio de 1917.

[Compilación y transcripción de José Juan Cervera Fernández]

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