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Letras
José Juan Cervera
Cuantas veces se oriente a cumplir aspiraciones ajenas, la fuerza vital se suministrará en fracciones hasta consumir la última provisión de recelo.
La materia sólo acepta dividirse para reconstituir un día el cuerpo disgregado.
El afecto sutil, administrado en porciones, alcanza el destino de los cazadores de sombras que acechan rincones apartados para cercar azares.
En plena competencia de funciones, la mano derecha oculta las callosidades que la izquierda muestra con orgullo.
El ánimo languidece a mitad del discurso y expira enseguida, todo por forzar pausas entre cada frase hasta vencer la constitución frágil de los vocablos.
Hastiado de separaciones y aislamientos, el amor trágico se inmola en un tramo del camino lateral que conduce a campo abierto.
Para aliviar sus tribulaciones, la personalidad dividida abre uno de sus compartimientos a la luz mortecina del crepúsculo. Los demás esperan turno hasta que otro día esté a punto de fenecer.
En tiempo tempestuoso, o en plena calma chicha, el navegante codicioso sustrae una miríada de gotas tras marcar cada parcela de mar.
El ideal de cada partícula consciente es fundar entidades vigorosas en recreación continua.
Cuando dejen de contarse los días, el universo se concentrará en un átomo para rodar despreocupado en la inmensidad de la nada hasta conquistar el olvido eterno.
