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Memorias de Colonia Yucatán (iv)

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(De) lo que no se olvida

“Claro que sí, Arielito. Con mucho gusto, Arielito. A mí me gusta hablar de Colonia Yucatán. Cuando quieras venir, eres bienvenido; esta es tu casa, como la de todos de Colonia.”

Esa fue la sincera, familiar respuesta –repitiendo mi nombre en diminutivo como siempre me ha llamado, con mucha estima– de Santiago Amado Fernández Manrique cuando le solicité una tarde para conversar sobre su vida en Colonia Yucatán.

De ahí sólo guarda alegrías y buenos momentos. A pesar de que solamente estudió hasta segundo grado de Primaria, y tuvo que trabajar desde niño, siempre lo he visto alegre, sonriente, platicador.

“Es que no daba mi cabeza para más> Repetí varios años en Segundo porque no me gustaba ir a la escuela. En la puerta de mi casa había varias matas de plátano y ahí guardaba mis libros para no ir a la escuela. Por eso repetí varias veces el año. El kínder lo estudié en la primera escuela que hubo, un edificio de madera muy bonito, grande y ventilado, que estaba pegado a la casa de doña Dorita Contreras. Ya después hicieron otro que está al lado del campo de pelota que inauguró el ing. Alfredo Medina Vidiella, y así se llama en honor a él, que en los años 40s del siglo ppdo. fundó la empresa Medval, el campamento La Sierra, y Colonia Yucatán.”

“Las maestras que me dieron kínder en ese tiempo fueron doña Colombina Ruz y Momi (Cristina) Rejón, la hija de don Pancho, que un tiempo fue cantante del grupo musical “Las Maya Internacional” que dirigía doña Judith Pérez Romero y que llegó a tener mucho éxito en esta ciudad,” me comenta con la grabadora en la mano. Habla sin interrupciones ni pausas, recordando su vida en este lugar en el que hizo de todo, como él mismo señala.

“En la primaria estudié en aquella bonita escuela de madera ‘Manuel Alcalá Martín’. Lástima que la tiraron. Tuve de compañeros, de los que recuerdo, a Isolina Lazo –la hija de doña Rita, quien fue enfermera y ayudó a mucha gente y también fue comadre de muchas vecinas de Colonia, del Cuyo y las comisarías cercanas; también los hijos del doctor Mario Lezama fueron mis compañeros en la escuela, Mario y Elsy. ¡Cómo olvidar a la ahora maestra Addy Leticia Díaz Sánchez, Pilar Carbonell Suárez, Irma Contreras! De los varones, creo que a Jasso, Armando Cabrera, Rufino García… No recuerdo muy bien. Te digo que repetí varios años porque era yo muy flojo para la escuela.

“Yo nací en 1950 en Colonia Yucatán, en el Hospital viejo. Allá crecí pero no me gustaba la escuela, te repito, hasta el 2º grado nomás estudié. Mis papás fueron José Narciso Fernández Rivero (don Chicho), que era de Valladolid; mi mamá se llamaba Ermenegilda Manrique (solo el apellido materno tiene, pues fue hija natural), oriunda de esta ciudad de Mérida.

“Me dijeron mis papás que algo tenía qué hacer y, pues, me dediqué a trabajar en la panadería de don Arturo Orozco. También acarreaba bultos cuando llegaban visitas o se iban a la feria de Tizimín; también trabajé en la bodega con el Chivora (Luis Ricalde) y Pancho Marín, cargando bultos; vendía pepitas en las calles de Colonia junto con Nas (Nazario) Chan y su hijo Nacho, Elmer Rosado (Kiros, le decían), con sus hermanitas Alicia y Addy. Otro que también vendía pepitas conmigo en ese tiempo fue Bisby (Ángel Cetina), que es Ingeniero.

“Trabajé en los helados con tu tío Ubaldo, vendiendo en las calles con Nando y Manolo Santoyo, Saborín (Rubén) Berzunza Rosas quien, por cierto –según me comentó alguna vez su hermano Julio y me ratificó su hijo Adrián– es pariente cercano de aquel compositor guanajuatense que compuso el famoso vals ‘Sobre las olas’: Juventino Rosas.

“Tiempo después, ya estando un poco más grande, trabajé en la panadería con Mario López, el chino (Álvaro Aguilar) que se casó con Ana Morales, Gustavo Dzul, hermano de Elviro, eran de Tinum. Elviro se casó con Maricela Bazán Pérez (+).

“Recuerdo que una vez esta Maricela me auxilió cuando me desmayé en la escuela porque no había yo desayunado. Fuimos a cantar el himno nacional en el salón de actos, éramos unos niños, y como no había desayunado, me desmayé. Ella me llevó al salón y me puso un algodón con alcohol en la nariz y quedé bien. Aun siendo una niña, ella me ayudó, supo qué hacer. Me desmayé por no querer pagar mi colaboración de 20 centavos por el desayuno que nos daba la empresa: un sándwich y un vaso de leche. Esos centavos eran la colaboración que pedía la empresa. La leche venía del rancho Chapas, en un tremendo depósito de leche como un tinaco la llevaban diario a la escuela y nos daban el desayuno.

“Ya un poco más grandecito, trabajé en la panadería con don Trin, el papá de Juan Solís. De noche trabajé con él haciendo las barras. Yo trabajaba de noche y de día. En la tarde, junto con el diablo (Víctor Álvarez), limpiábamos las latas. Nos pagaban el sábado con pan y nos daban nuestra “gastada”. El chino Aguilar era el encargado de la panadería y Mario era empleado. De día se hacía el pan dulce, y de noche se hacían las barras.

Continuará…

ARIEL LÓPEZ TEJERO

vicentelote63@gmail.com

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