Editorial
A pesar de que los números oficiales hablan de un abstencionismo del 40%, las inéditas colas para depositar su voto fueron fiel testimonio de la importancia que los votantes mexicanos que sí acudieron a las urnas dieron al ejercicio electoral de hace unas semanas. Por abrumadora mayoría, la futura presidenta de México será Claudia Sheinbaum Pardo.
A nuestro juicio, queda claro el motivo principal por el que fue electa: la brecha que nos divide como mexicanos es más amplia y profunda que antes, división alimentada desde el tabique mañanero; los programas sociales hicieron llegar dinero a quienes antes no lo recibían y, ante el infundado temor de que se perdieran, se eligió la continuidad, la satisfacción inmediata. A lo anterior es necesario agregar la paupérrima opinión que de los partidos políticos y sus representantes tiene la ciudadanía, más cuando son aquellos que han llevado al país a la crisis social de la cual se alimentó Morena.
Tan solo llevó 24 años regresar a un México con un solo partido dominante, justo como el PRI de antaño. Doblemente chocante resulta que los mismos vilipendiados personajes políticos de esos días, famosos por sus tropelías y abusos, ahora resulten los guías “morales” del partido en el poder, y que sus acciones y maniobras pretendan regresar a tiempos que pensábamos nunca regresarían.
Hay algo, sin embargo, que al parecer se perdió de vista al votar: el futuro que nos espera ante las evidencias del presente.
No vayamos tan lejos y expongamos nuestra teoría en algo tan simple como el gasto diario de cada hogar. A pesar de todo el dinero que se reparte por medio de los programas sociales, de los aumentos al salario mínimo, la dura realidad se observa en la cantidad de artículos y alimentos que llegan a la mesa: cada vez alcanza para menos.
Agreguemos a lo anterior la creciente militarización que se vive, que contrasta con el aumento en los niveles de delincuencia, corrupción e impunidad que todos esperábamos disminuyeran con adecuados controles y una justa aplicación de la ley. Consideremos también el deterioro en los servicios de salud a todos los niveles, lejos de “Dinamarca”.
No comulgamos con aquellos que, perdiendo la elección, dan por perdido el país. Cierto es, al margen de ideologías, tan solo apoyados en datos reales que lo mismo provienen del gobierno como de organismos autónomos, que el panorama se ve desolador cuando no se observan proyectos de fuentes generadoras de empleo y de ingresos, que no existe una estrategia que impulse la educación de las generaciones futuras, que no hay planes que abonen al bienestar social considerando crecimiento económico, no solo regalando dinero.
La herencia que recibe Claudia Sheinbaum, salvo la que proviene del reciente apoyo de los votantes, no es nada halagüeña. El presidente saliente, el de los “otros datos”, le deja un país muy diferente al que recibió hace seis años, le hereda una pesada losa en muchos frentes. Ese mencionado apoyo, de no continuar otorgando satisfactores, pronto se convertiría en enojo y descontento social, lo que haría aún más difícil su gobierno.
Resulta de muy mala educación colgarle adjetivos a la futura presidenta de México que califiquen su ideología, o sus creencias, e incluso que la denigren de manera alguna porque, como yucatecos bien nacidos, siempre hemos de respetar a una mujer.
Lo que como observadores y periodistas nos tocará juzgar serán sus resultados, sus acciones, su voluntad de unir, de construir el bienestar que esperamos para tantos.
Por el bien de México, seguiremos apoyando todo lo que rinda beneficios a los mexicanos, mientras denunciamos y exigimos que la justicia, de la mano de la aplicación de la ley, se vuelvan la constante bajo la cual amanezcamos todos los días.
Que así sea…