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La presentación oficial del libro “Una vida de esplendor, testimonios de Colonia Yucatán”, del autor Ariel López Tejero, se realizará este viernes 3 de mayo, en punto de las 19:00 horas, en el auditorio Silvio Zavala Vallado del Centro Cultural del Olimpo, ubicado en la calle 62, entre 61 y 63, del Centro Histórico de la ciudad de Mérida.
Además de la presencia del autor, el L.C.C Ariel López Tejero, se contará con Gustavo Muñoz Pallas, Aurora Vidal Rivero y Manuel Martín Castillo, quienes comentarán sobre esta obra, autofinanciada por el autor y su esposa Rita.
En Diario del Sureste hemos publicado la mayoría de las entrevistas realizadas por Ariel para este libro, en esta edición impresa las charlas son más amplias.
Cualquier interesado en adquirir un ejemplar de “Una vida de esplendor, testimonios de Colonia Yucatán” pueden comunicarse con el autor al teléfono celular 9992715295.
¿Qué significa para ti haber hecho realidad la edición de este libro?
Es un logro familiar, Ricardo. Empecé esto como un ejercicio de mi profesión. Dije: “Voy a ver si algún día escribo algo.” En el 2010 inicié conversando con mi papá; creí prudente grabar su entrevista. Fueron tres intervenciones muy largas: en la primera, con el celular, no quiso hablar; en las siguientes, guardé la grabadora y habló fluido y por largo rato.
Esto es un logro familiar, aunque también me siento comprometido con mis amigos, con mi familia, con mis parientes, al hacer algo que me he dado cuenta que ha movido muchas emociones.
Muchas historias de las personas que entrevisté casi no hablaban de esto más que con gente de su círculo familiar, y me acogieron muy bien, me concedieron largas entrevistas. Nadie chistó, nadie se quejó cuando hice contacto con ellos
Empecé a escribir de los primeros –mi papá, mi tío Hilario, don Pedrito Espinoza– de Colonia Yucatán, donde los entrevisté.
Así fui adquiriendo más ese compromiso personal de hacer algo que dejara un legado de historia, de una vida bien vivida en Colonia Yucatán.
¿Cuántos años pasaron entre la primera entrevista y la impresión de este libro?
Del 2010 al 2023, que fue ya lo último. Fueron 13 años. Después de las entrevistas primero con mi papá, luego con Hilario, después con don Pedrito, pasaban varios meses y no trataba otro tema. Escribía la que ya tenía lista, si tenía que averiguar algo lo hacía, y luego iba a ver a otro. No hice más de dos entrevistas por mes. Te doy un ejemplo: el “Rifles” vive a unos cuantos metros de don Pancho González, a cada uno los visité en diferentes fechas.
Así estuve buscando, llamando por teléfono. Me decían: “¿Cuándo vienes, te parece mañana? Aquí te espero.” Nadie se negó.
La última entrevista la hice en el mes de abril de 2016, a la familia de Pato González, una charla rica en anécdotas, en historia. Este señor, junto con su esposa doña Adolfina, me contaron anécdotas increíbles.
¿Cómo describirías tu vida en Colonia Yucatán y cuál consideras sea el aspecto más importante de ese lugar?
Fue una vida bien vivida, una vida plena en la que recibí educación, me enseñaron a ser respetuoso, responsable, trabajador y, sobre, todo a ser muy solidario, muy amigo con los demás.
Aprendí valores como la honestidad, el trabajo, la responsabilidad, la puntualidad, muchos valores, ser solidario, ser amiguero, ser solidario. El aspecto más importante es que fui feliz, fuimos felices todos.
Estudié desde el kínder hasta la secundaria con mis compañeros; los sigo viendo como parte de mi familia. Nos llevamos con todos, jugábamos de todo, jugábamos todos contra todos. No teníamos zapatos para jugar fútbol, pero lo hacíamos; no teníamos bate para jugar béisbol, y aun así jugábamos béisbol; en el parque jugábamos quemadillas, basquetbol, de todo. Fuimos felices y no nos dábamos cuenta de lo ricos que éramos por tener tantos amigos.
Como dice Catón: nosotros vivíamos la vida, no la veíamos pasar. Ahora los niños están con una tableta y un teléfono todo el día. Fuimos afortunados, nos tocó una época muy bonita. Por supuesto, había problemas, había escasez de dinero, no había lujos, no se podía escoger tu comida, te la daba tu mamá y tenías que comer, punto. Íbamos a la escuela, íbamos al cine, íbamos al parque, íbamos a misa, en cualquier lado nos veíamos todos y nadie te miraba porque ya estaba pasadita tu ropa, o porque ibas con alpargatas, o porque ibas con un short que ya te habían visto dos o tres veces. Ibas a una fiestecita con la mejor camiseta que tenías y nadie se burlaba de ti, nadie te señalaba, jamás.
Disfrutamos nuestra vida en Colonia Yucatán, nuestra niñez.
¿Estás consciente de la importancia antropológica y cultural de esta obra?
La verdad es que nunca me di cuenta del impacto hasta hoy que me ha hablado gente de lugares fuera de Mérida, emocionados, para decirme: “No puedo ir, pero dígame dónde lo paso a buscar, o si me lo puede traer. Por favor, déjeme un libro.”
Aquí me doy cuenta de la importancia, no sé si sea antropológica, aunque el ex director de esa Facultad me dijo que esta obra tiene una riqueza antropológica porque la narran los protagonistas desde su particular punto de vista, contando cómo les fue.
No había trabajo. La Colonia Yucatán se empezó a formar a principios de los años 40. Cuando la fábrica maderera empezó a funcionar, el mundo estaba en guerra; en muchos lugares no había comida, no había trabajo. Había escasez de todo, mientras que en la Colonia Yucatán sí había trabajo y por eso se fueron quedando.
Quiero hacer una acotación aquí. Cuando en 1975 se acabó esa próspera industria tras una huelga de un mes, la vendieron y el nuevo dueño dijo: “Salario mínimo al que se quiera quedar; el que no, que le vaya muy bien”. Mi papá se quedó estoicamente con ese salario, con el apoyo de mi mamá, que hacía todo tipo de productos que nosotros salíamos a vender a la puerta de la escuela, a la puerta de la fábrica, a la puerta del cine con otros compañeros nuestros, también profesionistas. Nunca nos dio pena. Mamá siempre estuvo junto a mi padre, ayudando en la economía familiar. Tal vez por ahí venga lo antropológico.
En cuanto a lo cultural, es muy rico en imágenes por lo que allá hemos vivido. Supimos hacer comunidad en un lugar muy lindo.
¿Algo que desees añadir?
Pues más que nada, maestro, quiero agradecerte todas tus atenciones, tu emoción y tus porras porque este libro se pudiera realizar. Eres uno de los pilares, de los principales que me abrieron las puertas, además de Diario del Sureste. Así que muchas gracias también a todos los integrantes de la mesa directiva: don Luis Alvarado Alonzo, a Sergio Alvarado Díaz, el ingeniero Isaías Solís y don Carlos Vivas Robertos, quien fue el diseñador de este libro.
RICARDO PAT