Letras
“DISFRUTA TODO LO BUENO QUE EXISTE
EN EL CIELO, LA TIERRA Y EL MAR”
Edgar Rodríguez Cimé
Para escribir mi último libro, Los Mayas, consulté bibliografía sobre nuestros abuelos grandes en muchos temas. En la madre de todas las ciencias, el texto Filosofía Prehispánica: la sabiduría y los sabios mayas, de Victórico Muñoz Rosales, presenta la filosofía nativa: “Disfrutar todo lo bueno que existe en el cielo, la tierra y el mar.”
Para eso, el Impulso creador –el Principio matemático, diría el filósofo maya contemporáneo Domingo Dzul Paredes, egresado de la Universidad Nacional Autónoma de México– obsequió a los abuelos grandes los números y un tesoro, el Cero, para desarrollarlo por sus sabios y lograr maravillas.
Cuenta Corta del Tiempo: 365 días (calendario perfecto, en comparación con el gregoriano utilizado, con 4 horas de error cada año); Cuenta Larga del Tiempo: 5,126 años (tiempo de rotación de nuestra galaxia: la Vía Láctea, en el universo); Inicio de nuestra Era: 3,113 a. de C.
Hablando de Humanidades, la preocupación por el mejoramiento de los seres humanos, la filosofía maya habla del “disfrute de lo bueno” por sobre lo demás: los problemas, como origen del desarrollo social; diferencia pobres-ricos; carencias materiales de todo tipo.
Anteponer el disfrute de lo bueno que existe en el universo, “a pesar de los pesares” impuestos por el sistema de vida –aceptando con humildad la decisión de los dioses o el universo– domina el pensamiento maya desde hace más de tres mil años de civilización.
Los abuelos grandes de la época prehispánica se diferenciaban de otras etnias del centro y occidente precisamente por eso: no eran naciones basadas en el dominio militar sobre otros pueblos, sino civilización de sabios que exportó sus valores estéticos y humanísticos a otros en Mesoamérica (Teotihuacán / Tenochtitlán). Algo así como Alta Cultura mesopotámica, griega o romana, en sus diferentes épocas.
Hoy se habla en Europa de los antiguos mayas como “una de las seis cunas de la humanidad” debido a sus aportes científicos, encabezados por el descubrimiento del “cero”, 500 antes que la civilización hindú lo utilizara en sus operaciones matemáticas; o por el alto nivel estético alcanzado en su Escuela de Artes en Ek Balam, en lo mejor del Clásico Tardío.
Antes del sabio árabe Al Juarismi –en la portada del más temido libro por generaciones: Álgebra, de Baldor, recopilador cubano de la sabiduría islámica en los números– estuvo la sapiencia de los abuelos grandes mayas, y sus aportes astronómicos universales que hoy día asombran a los científicos modernos.
¡Esa forma de pensar –relajada, tranquila, pacífica– no cambia porque forma parte de nuestro ADN! Como en los pensadores mayas contemporáneos: Domingo Dzul Poot (traductor del Chilam Balam de Chumayel) / Briceida Cuevas Cob / Fidencio Briceño Chel (INAH) / María Luisa Góngora / Bernardo Caamal Itzá / Mikeas Sánchez Gómez / Guillermo Chin Canché (NASA).
Esa naturaleza “relajada, tranquila, pacífica” es la que sostiene humanísticamente a los descendientes contemporáneos de la civilización maya en los 3,000 años de existencia, a pesar de mezclas genéticas con otras etnias guerreras, tanto mesoamericanas, como los xiues del centro, o europeas, como los castellanos que nos invadieron hace 500 años.
Eso explica –espiritualmente– por qué durante el auge de la cocaína en la década de los 80 del siglo XX, cuando los cárteles inundaron de esta droga dura la península de Yucatán para enganchar nuevos adictos, no pegó en la naturaleza “down” (baja) de los mayas, a diferencia de la personalidad “speed” (rápida) de otras naciones mesoamericanas, sobre todo del centro de Méjico, donde sí pegó fuerte entre las nuevas generaciones.
Esa naturaleza tranquila, producto de la filosofía de la vida, también explica en buena parte por qué en una población como la yucateca, tan pobre económicamente, no domina la violencia social extrema, destructora del tejido social: precisamente por la alta población maya, además de quienes descendemos, mestizamente, de ella. Ante la falta de opciones en la vida, se escoge el suicidio antes que salir a matar inocentes.
En comparación, en el vecino estado de Quintana Roo –mucho tiempo poco poblado por mayas, y, a partir de los años 80 del siglo XX, población inmigrante del centro, occidente, bajío y norte, además de migrantes centroamericanos, caribeños y sudamericanos– domina la violencia extrema ejercida por el narcotráfico.
También influye en la situación de paz en el penal de Mérida. Mientras la red de penitenciarías del país está explotando de violencia por enfrentamientos entre cárteles, ajusticiamientos, motines, en cambio, el penal de Mérida lleva a cabo un programa cultural, promovido por el mero Preciso de los internos (¡Saludos a Melchor!), y un compadre músico de hip hop, de afuera, quienes llevan arte variado tras los muros, logrando un ambiente de saldo blanco.
Allí obsequié entre la banda de internos, 150 ejemplares, de tres libros diferentes.
Allá desarrolló talleres de literatura el poeta Francisco Lope Ávila con lxs internxs.
De ahí salió la escritora Zindy Abreu, Homicida-reclusa-tallerista-narradora, hoy, libre, vive una vida nueva con un oficio de prestigio: el arte de escribir.
edgarrodriguezcime@yahoo.com.mx