Letras
Manuel Cirerol Sansores
(Especial para el Diario del Sureste)
Aquel mismo periodista que en el amanecer del día tres de enero, hace casi doce años, lanzara por las calles de nuestra aterida Mérida el histórico extra de su periódico, informando seca y fríamente del más horrendo crimen que registra la historia de Yucatán, vuelve ahora a repetir su hazaña mercantilista; no fueron suficientes las monedas de oro que entonces le produjera aquella nota de dolor –otra ocasión se le presenta y presuroso la aprovecha–; nuevamente exprime la herida que sangrará eternamente y convierte sus gotas de sangre en nuevas monedas, para halagar y saciar su avaricia. Refiérome a la “entrevista” publicada en el Diario de Yucatán, con fecha diez de diciembre de este año, con las declaraciones de don Adolfo de la Huerta, personaje que capitaneara en mil novecientos veintitrés el sanguinario movimiento armado más trágico que se haya librado en nuestra patria para satisfacer, no tan solo bastardas ambiciones personales de poder y mando sino también, y especialmente, los intereses y pasiones de la casta capitalista derrotada por la Revolución hecha realidad por las clases oprimidas.
El amarillismo periodístico y el miedo hacen en este caso causa común y producen la citada “entrevista”, con altanero titular mayor en primera plana con la siguiente leyenda: Don Adolfo de la Huerta y el fusilamiento de don Felipe Carrillo Puerto.
No es menester forzar la mente para posesionarse del otro fin buscado por ambos compañeros de situación, De la Huerta y Menéndez, pero para impedir tan burdo engaño estamos nosotros los amigos de Felipe. Así como nuestra misión ha sido elevarlo hasta la altura que se merece, como mártir de una causa, también nuestra en la misión de hundir el nivel más bajo que su villanía marca, a sus verdaderos asesinos; a los que cumplieron, con creces, su asqueroso pacto con la Reacción.
Grande horror es creer que el corto tiempo transcurrido permita que cicatricen las heridas que en nuestros corazones produjera aquel horrible crimen delahuertista; aquel decir ¡qué solos se quedan los muertos! no es aceptado por nosotros, pues mientras tengamos vida trataremos de cumplir con el más sagrado deber que nos hemos impuesto. Felipe Carrillo Puerto no ha muerto… Vive y vivirá a través de los tiempos encarnando el más sublime ideal de la humanidad. También los nombres de ustedes pasarán a la posteridad siempre ocupando el lugar que les corresponde. Esta es la enseñanza que hoy transmitimos a nuestros hijos y que ellos, a su vez, enseñarán a los suyos.
Las letras de molde, manejadas al antojo y conveniencia de quien dirige el Diario de Yucatán, hacen grande esfuerzo para desviar el dedo índice acusador; nosotros apelamos a nuestras letras de molde también, consignando nuestro sentir. La voz del proletariado pronunciará el fallo de los fallos, el único que recogerá la Historia.
Apelaremos únicamente a la estricta verdad, aunque haya que sostenerla con el sacrificio, pues lo más que pudiéramos dar bien poco sería para lo que Felipe Carrillo Puerto diera por nosotros.
¿Con qué fin formuló Menéndez el cuestionario a que fue sometido De la Huerta para entrevista tan extraña?
Desesperado esfuerzo por librarse del estigma que sobre ambos pesa por la muerte de Felipe Carrillo Puerto.
Desesperado esfuerzo por librarse de la atormentadora acusación que ha de perseguirlos, como imborrable sombra, hasta el último día de su vivir.
En próximo artículo, comenzaremos a refutar, punto por punto, y con pruebas documentales y hechos verídicos, las respuestas emitidas por don Adolfo de la Huerta en la ya célebre entrevista que concediera a Diario de Yucatán de Carlos R. Menéndez: comenzaremos con la primera:
¿No nos podría hacer algunas declaraciones acerca del fusilamiento de Felipe Carrillo Puerto y compañeros, en Yucatán, por órdenes de Ricárdez Broca?
Mérida, Yucatán, México, diciembre de 1935.
Diario del Sureste. Mérida, 15 de diciembre de 1935, p. 3.
[Compilación de José Juan Cervera Fernández]