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Lecciones Permanentes de Juárez

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Letras

XXVIII

Respeto, derecho y paz.

14 de febrero de 1999

Las páginas más importantes de la historia de nuestro país deberán estar presentes hoy, durante la reunión de jefes de Estado que celebrarán en la ciudad de Mérida, capital de Yucatán, los Presidentes de Estados Unidos y México, William Clinton y Ernesto Zedillo, para analizar problemas de interés mutuo.

Nunca han sido fáciles las relaciones con el poderoso vecino, con quien compartimos una larga frontera y años de lucha por mantener nuestra independencia y nuestra soberanía.

Las ambiciones expansionistas del siglo pasado nos despojaron de la mitad de nuestro territorio nacional y hemos sufrido también la ocupación del país por el ejército francés, que nos impuso a un emperador extranjero. Las heridas han cicatrizado, pero la memoria histórica debe mantenerse viva, para hacer valer los principios inamovibles de soberanía y libre autodeterminación.

Los tiempos han cambiado, pero los problemas siguen vigentes. Estados Unidos vive hoy la mejor época de todos sus tiempos, con una economía sólida, en crecimiento, que ha merecido la confianza del pueblo norteamericano hacia su Presidente, el cual ha salido victorioso de una grave crisis producto de la intriga política.

México, en cambio, atraviesa por una de sus etapas más difíciles con una economía débil, amenazada por un endeudamiento exterior creciente, el desplome de los precios del petróleo y la caída de la producción de alimentos. Además, el flagelo del narcotráfico pone en riesgo la estabilidad nacional.

Hay mucho que discutir y mucho por hacer. Es verdaderamente necesario, llegar a puntos de acuerdo y de entendimiento, para el sano desenvolvimiento de nuestras relaciones bilaterales, que deben fincarse en la compresión y el respeto mutuos. Los nuevos tiempos exigen replantear los problemas ancestrales en materia de libertad, democracia, educación, salud y comercio, que nos afectan por igual.

Somos vecinos y socios comerciales, teóricamente, en igualdad de condiciones. La realidad es otra. El grado de desarrollo disparejo coloca a México en posición desventajosa.

En cumplimiento de acuerdos internacionales, desconocidos para la gran mayoría, el Gobierno de la República ha puesto a la venta la mayor parte de nuestro patrimonio: empresas paraestatales, bancos, ferrocarriles, aeropuertos, etc., a los que seguirán muy pronto electricidad y petróleo, nuestras fuentes de energía indispensables para el desarrollo nacional.

Se aduce la necesidad de adelgazar al Estado para facilitar la libre competencia del mercado. Esto ha tenido como consecuencia inmediata devaluaciones permanentes de nuestra moneda y la baja en el precio de nuestros productos de exportación. Tenemos que pedir más dólares prestados para pagar los intereses de nuestra inmensa deuda exterior. El ingreso nacional es insuficiente para cubrir los compromisos y financiar el desarrollo nacional.

El resultado final es pobreza y estancamiento, lo cual genera inconformidad social, delincuencia y brotes de violencia. Con la depreciación de la moneda, el dólar encarece varios tantos, y los grandes inversionistas de capital transnacional compran entonces a menos de la mitad del precio, a precio de ganga, las fuentes de riqueza fundamentales del país, cuyos pagos desaparecen sin aliviar la situación financiera.

El Presidente Clinton es un hombre inteligente, con sentido social, que podrá comprender los inconvenientes derivados de la pobreza de sus vecinos.

El principal problema estratégico a considerar por Estados Unidos es el hambre. Ningún ser humano deja de luchar por vivir. A falta de fuentes de empleo, los mexicanos pobres emigrarán al norte, a pesar de todos los peligros, con riesgo de sus vidas. De igual forma, un pueblo pobre sin capacidad de compra, con bajos ingresos, es un mal cliente y un potencial peligro. Ningún país está a salvo de la violencia, incluso el más poderoso. Es preferible repartir alimentos que disparar balas.

Es necesario un orden social más justo. México requiere crecer y financiar en forma sana su desarrollo futuro. El asunto no es solo de cifras. Se requiere visión política y emoción social.

La vida de los braceros mexicanos, de los indocumentados en Estados Unidos es un problema de conciencia. Debemos defender su derecho al trabajo, a la educación y a la salud porque todos son seres humanos. Es contradictorio que Estados Unidos, país de inmigrantes, niegue derechos inalienables del ser humano a los nuevos inmigrantes.

El libre comercio corre de ida y vuelta. Un socio pobre es un mal socio que, a la larga, se convertirá en riesgo de estallido social. Debemos evitarlo procurando un desarrollo económico ordenado, con iguales oportunidades para todos los ciudadanos, norteamericanos y mexicanos.

La visita del Presidente Clinton y su distinguida esposa Hillary es motivo de satisfacción para el pueblo mexicano.

Nos enorgullece también que llegue a la Península de Yucatán, un punto estratégico para el desarrollo integral de la región, con grandes perspectivas para el desarrollo comercial y el turismo.

La historia de Estados Unidos, como la historia de México, es una epopeya de la lucha del hombre por la libertad y la dignidad. Las lecciones de Lincoln están vivas en América. También están vigentes las enseñanzas de Benito Juárez: “Entre los individuos, como entre las naciones, el respeto al derecho ajeno es la paz.” Que las ideas de Lincoln y los principios de Juárez guíen las relaciones de amistad y colaboración entre nuestros pueblos.

Luis F. Peraza Lizarraga

Continuará la próxima semana…

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