Letras
Rocío Prieto Valdivia
Había una vez un niño, que a los ojos de su madre era muy chiquito, al cual le gustaban los cuentos. No sabía leer, así que cada vez que podía le decía a su madre con vocecita melosa: “Cuéntame un cuento.” Su mamá le respondía: “Primero vamos a comer,” transcurría un rato, el niño no veía la hora del cuento y volvía a decir: “Mami, ¿y mi cuento?” Mamá decía: “hora del baño.” Mientras lo bañaba, el pequeñín pensaba por qué su mami no le contaba un cuento.
Cuando Fernandito ya tenía su pancita llena, bien bañadito, Mami tomaba un cuento y lo empezaba a leer. A los pocos minutos se quedaba dormido. Así eran todas las noches.
Una tarde de junio, Rebeca, la mamá de Fernando, estaba enojada. Cuando el niño le insistió que le leyera el cuento, ella casi lo ignoró.
—Mami, cuéntame un cuento.
Ella lo vio con ojos de bruja, y le gritó:»¿Por qué no aprendes a leer, niño?»
Tomó el libro, mostrándole cómo hacerlo con su dedo mientras le leía un pedazo del cuento. A los pocos días, él recorría con su dedito cada párrafo. No pasó mucho tiempo hasta que por fin el niño aprendió a leer; ahora era la mamá quien se dormía con los cuentos que Fernandito le contaba.
Pasó algún tiempo y aquellos años se fueron esfumando. El niño creció.
Ahora, al tomar un libro, él recuerda ese cuento: «El gato con botas». Fue el cuento que cada noche su madre le leía y por el cual aprendió a leer a la edad de cinco años…
«Y, colorín colorado, el cuento ha terminado».