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Aves (4)

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Letras

LV

Había concluido la serie Aves, publicada recientemente, pero los correos electrónicos recibidos –que mucho agradezco– instando más información al respecto invitan a continuar aunque considero oportuno imponer punto final hoy.

Ciertamente, la elegancia de vuelo, atractivo plumaje, belleza de voz (decían los nahuales: “Amo el canto del cenzontle, pájaro de cuatrocientas voces”) desde tiempos remotos son causa de estupefacción en el hombre, según testimonian artistas rupestres. Por lo tanto, las civilizaciones han conferido diversos cultos y simbologías: (cigüeña: fecundidad; cisne: pureza y perfección; gallo: fuego y soberbia; avestruz: cobardía; pelícano: sacrificio; paloma: paz, espíritu de Dios; pato y ganso: torpeza; tórtola: fidelidad; búho: sabiduría).

Búhos y lechuzas están rodeados de un halo siniestro al que se atribuyen facultades sobrenaturales por su mirada propiamente humana y están catalogadas entre las llamadas aves de mal agüero. En La Eneida, Virgilio describe: Sobre su techo un búho solitario con su funesto canto se quejaba y su largo quejido se rompía en lloro. Para los aztecas eran guardianes de “la casa oscura de la tierra” y desde siempre se les ha ligado con fuerzas fatales por ser habitantes de la noche que le temen a la luz del sol. Asociados a tristeza y hechicería, su ulular presagia muerte y desgracia. De ahí el dicho mexicano “Cuando el tecolote canta, el indio muere”. Por su aspecto fúnebre urracas y cuervos también son considerados de malos augurios: Oye el sórdido son de la resaca, / infame turba de nocturnas aves”, dice Luis de Góngora, poeta del Siglo de Oro español.

Antagónicamente, la figura de la paloma produce ternura y asombro en su calidad de mensajera insustituible. Hay noticias –avaladas por Charles Darwin– de que ya existían palomas mensajeras en Egipto dos mil quinientos setenta años antes de Cristo. La Biblia menciona el primer mensaje de tierra a mar después del Diluvio Universal: la ramita de olivo en el pico de una paloma anunciando que las aguas habían descendido. En Grecia, los triunfadores de los Juegos Olímpicos eran proclamados en los alrededores utilizando como heraldos a estas aves.

A través de los siglos, dichas especies fueron mezcladas con otras hasta conseguir perfección de adiestramiento: pueden elevarse a mil metros de altura y en un día son capaces de recorrer hasta novecientos cuarenta kilómetros o más. Su instinto de orientación incluye olfato hiperdesarrollado, memoria topográfica, sensibilidad a los campos magnéticos, capacidad especial en el ojo derecho, adaptación a la intensidad y duración de la luz, sentido de radar que las hace volver a la dirección de donde partieron.

Fueron invaluables sus servicios prestados a los ejércitos durante las dos guerras mundiales, pues la forma más discreta de enviar microfilmes y notificaciones era atándolos en rollo a la patita. Se estima que, en esos dos períodos, doscientos mil ejemplares cumplieron encargos y sólo una de cada ocho regresó con vida.

Existen cientos de anécdotas de palomas heroínas, muchas de ellas reconocidas oficialmente. La periodista sevillana Isabel Ibáñez, del ABC, narra: “… Y no habrá más palomas condecoradas, como la 46.415 que reposa disecada en el Museo del Ejército. Corría 1937, en plena Guerra Civil, 200 guardias civiles sublevados estaban sitiados en el Santuario de la Virgen de la Cabeza, en Jaén, junto a 1.200 personas. Aguantaron 256 días el asedio de los republicanos gracias a las palomas que les conectaban con el gobierno militar de Córdoba y suministraban información sobre cómo hacerles llegar alimentos. La 46.415 fue herida de bala y cayó. Arrastrándose llegó a su destino, entregó el mensaje y murió.» (Acotación personal: además de la medalla hubiera sido digno bautizarla para dejar de constituir un simple número a la posteridad).

Otra paloma, Mary of Exeter, calificada agente encubierta, fue condecorada con la Medalla Dickin (equivalente animal de la Cruz Victoria del ejército británico) en mil novecientos cuarenta y cinco: fue herida de gravedad en tres ocasiones, incluyendo la amputación de una parte de ala; realizó veintitrés misiones secretas, miles de horas de vuelo y salvó la vida a cientos de soldados, llegando a tiempo para impedir alguna operación no requerida.

Probablemente la figura más fascinante entre las criaturas aladas, por imagen y significado, es el semidios-águila envuelto en llamas que se consume en fuego propio y renace de entre sus cenizas cada quinientos años: el Ave Fénix. Comparado con el sol que muere en la noche y nace en el día, las diferentes culturas del mundo reflejan en él su simbología: en el quetzal, los mayas advierten la esperanza; los chinos, unión de vida y muerte; los romanos cristianos, inmortalidad y resurrección. En leyenda reciente, los rusos reverencian la composición musical de Igor Stravinsky: El pájaro de fuego, que continuará ardiendo en los vibratos sinfónicos cada vez que un ser humano desmaye y aliente al escucharla.

Paloma Bello

Continuará la próxima semana…

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