Letras
IX
EPÍLOGO
Algunos jalaches no creyeron las palabras de los santos patrones cuando desde el templo sagrado de Zamná advirtieron a los cruzo’ob de las terribles consecuencias y castigos que habría si se dividían y si ocurrían traiciones entre ellos. Los incrédulos pusieron de primero sus intereses y ambiciones, dejando a un lado los mandatos de la Santísima transmitidos por María Uicab. Las desgracias no tardaron en caer sobre ellos. Después de la ejecución de Crescencio Poot, las pugnas internas continuaron debilitando la fuerza de los cruzo’ob; aquéllas los hicieron cada vez más vulnerables a las invasiones del ejército yucateco ya respaldado en aquel entonces por fuerzas del gobierno mexicano.
Se dieron las condiciones en favor del enemigo, los ts’ulo’ob finalmente se impusieron sobre los mayas cruzo’ob. Nada fué por casualidad; todo fué advertido: hubo desobediencia. El gobierno de México dedicó los recursos suficientes para acabar con la sublevación maya que ya había durado casi medio siglo, mejoró sus relaciones con Gran Bretaña en 1893 hasta lograr la firma del tratado Spencer-Mariscal que finalmente estableció límites territoriales entre México y Belice. Algo que causó gran preocupación a los santos patrones de Tulum fué saber que el tratado firmado por México con aquéllos a quienes consideraban sus aliados prohibió a los súbditos de la reina Victoria vender armas y municiones a los cruzo’ob. Fueron inútiles las cartas enviadas por María Uicab a esa reina a través de sus emisarios con la esperanza de poder cambiar las cosas. Estas misivas continuarían siendo escritas у enviadas durante décadas después por sus descendientes, pero nunca obtuvieron respuesta.
Contando con el respaldo del gobierno mexicano, que envió un ejército de waaches dotado con armas modernas, nada impidió que el gobierno de los ts’ulo’ob yucatecos procurara el exterminio de los rebeldes. Así, invadieron por fin su territorio para terminar con la libertad e independencia de la nación cruzo’ob. Después de varias campañas fracasadas, en mayo de 1901, los soldados comandados por el general porfirista Ignacio Bravo invadieron Santa Cruz X Báalam Naj sin encontrar resistencia.
Una vez ocupada la capital maya rebelde, bastión de los cruzo’ob, los waaches recorrieron el territorio de los mayas como plaga de langosta.
El periódico El Estandarte informó que ese mismo año el comandante Manuel Azueta había invadido Tulum con la fuerza de una tropa cuantificada en un centenar de individuos, aunque sin grandes resultados porque los mayas se ocultaron en el monte y no ofrecieron batalla abierta. Sin embargo, le siguió otra invasión comandada por el odiado general Victoriano Huerta, quien, con una columna de quinientos hombres, llegó por la costa, penetró los montes y arrasó los campamentos cruzo’ob que lograba encontrar haciendo verdaderas masacres.
Aquel ejército de ocupación no se marcharía; fueron muchos años de persecución y de exterminio sufridos por los mayas cruzo’ob, tan dolorosos que aún son recordados por algunos de sus descendientes que habitan actualmente en Tulum. Pese a todo, no lograron callar las voces de los cruzo’ob y hoy, desde sus santuarios, sus semillas transmiten la profecía.
Georgina Rosado – Carlos Chablé
Continuará la próxima semana…