Letras
José Dolores Sobrino Trejo
Las coquetas no aman al hombre, no aman el amor; pero tampoco carecen completamente de deseos: gústales la lisonja y el incienso de la pasión que se les ofrenda ante su altar. Tienen un egoísmo refinado que las hace inclinarse a estos crueles entretenimientos.
Hay una pasión que no se colma nunca, que nunca se agota ni se debilita: la pasión del estudio. Por esto, los que aman de preferencia este género de actividad, rara vez piensan seriamente en el suicidio: sienten de antemano, dolorosamente, la nostalgia de la voluptuosidad que abandonarían con la muerte. El mejor remedio a la monomanía del suicidio es la pasión de las especulaciones de la inteligencia…
Toda filosofía mística es deficiente como explicación general del universo: es una sistematización prematura, incompleta, a la cual falta algún elemento o multitud de elementos que se escapan a nuestra penetración, pero que son necesarias para llegar a una apreciación justa de las cosas.
El amor sexual es muy diferente de los demás afectos. Hay en el primero un gran fondo de crueldad; mientras que en los otros predomina siempre un vigoroso instinto de piedad, de compasión.
Nada nos intimida tanto como la autoridad de nuestros prejuicios.
Aprended a tener piedad de los que os ofenden y os aborrecen: es una buena manera de vengarse de ellos.
La austeridad de la mujer deja de ser rigurosa tan pronto como comete la primera falta. Para ella, lo difícil es delinquir; pero, una vez que incurre en su primer error, lo difícil para ella es no caer en otro.
Hay ocasiones en que los imbéciles nos inspiran más piedad que animadversión.
Gráfico. Revista Semanal Ilustrada. Mérida, año I, núm. 11, 13 de enero de 1917, p. 3.
[Compilación de José Juan Cervera Fernández]