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En busca de María Uicab

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PRESENTACIÓN

Fue hace más de quince años cuando supe por primera vez que el territorio maya –y en general el sureste del país– fue la zona en que, como si de una Araucanía mexicana se tratara, la resistencia indígena se perpetuara hasta finales del siglo XIX. Asimismo, me enteré de la incidencia y presencia de Inglaterra en asuntos latinoamericanos, la que terminara, al menos en su cara más evidente, de manera desastrosa en la Guerra de las Malvinas. Aunque general, la primera referencia a que tuve acceso sobre la temática, fue la Nueva historia mínima de México, publicada por el Colegio de México.

Ese germen de la curiosidad sembrado en mí me llevaría a leer novelas que, aunque no abordaran el levantamiento de los pueblos mayas –y mayenses más propiamente dicho siguiendo la línea de pensamiento de Mercedes de la Garza en su libro El legado escrito de los mayas publicado por la Universidad Nacional Autónoma de México–, sí retrataran procesos de inclusión, exclusión y violencia que llegarían hasta el Cardenismo en la primera mitad del siglo XX.

Catalogada en el Movimiento Indígena –el que encuentra eco en las políticas públicas mal llamadas “indigenistas”, nombre que tiene una carga peyorativa y poco reivindicativa–, una de esas novelas fue Oficio de tinieblas de Rosario Castellanos y que, a decir de la autora,

“está basada en un hecho histórico: el levantamiento de los indios chamulas, en San Cristóbal de las Casas, Chiapas, en 1867, que culminó con la crucifixión de uno de los amotinados al que sus compañeros proclamaron como el Cristo Indígena.”

Traigo a colación este libro por varias razones, a saber:

I. Al igual que Oficio de tinieblas, En busca de María Uicab, que ha sido escrita entre una mujer y un hombre, no por contar con la participación masculina deja de inscribirse y aportar al grueso de las letras femeninas mexicanas sino que, en cuanto quehacer investigativo y literario, es el claro ejemplo de una época en que, afortunadamente y contrario a lo que sucedía antaño, tienen lugar actos verbales –y en tanto verbales, también discursivos e ideológicos– en que el sexo y el género de quienes los producen quedan de lado y lo que importa verdaderamente es el quid abordado;

II. No se puede pensar en Castellanos sin asociarla con el Indigenismo tanto como no se puede abordar la vasta obra de Rosado sin evocar al feminismo (¿o será al revés?), pues entre las publicaciones en que la distinguida antropóloga de la Universidad Autónoma de Yucatán (UADY) ha participado destacan Mujer maya: siglos tejiendo una identidad; Mujeres en tierras mayas: nuevas miradas; Familia y relaciones de género en Yucatán entre muchos otros títulos que la hermanan ideológicamente, quiéralo o no, con Castellanos en su lucha reivindicativa de la mujer, de los grupos indígenas y, por antonomasia, de la mujer indígena;

III. Siguiendo la tesis anterior, feminismo, indigenismo y resistencia deberían ser parónimos o, por lo menos, pertenecer al mismo campo semántico donde el rasgo común de significado sería la tan en boga “resiliencia”, ni qué decir del carácter subversivo y libertario que las tres palabras implican.

IV. El papel de la mujer, dentro y fuera de En busca de María Uicab y de Oficio de tinieblas como creaciones verbales, es inminente, tanto como el tema del sincretismo religioso que en la obra de Castellanos (1999: 14) tiene lugar de la siguiente forma y que quizá no se habría concretado de la misma manera sin la presencia femenina:

Alrededor de la choza se había reunido un grupo de mujeres que aguardaban en silencio la aparición de Catalina. Una por una, desfilaron ante ella, inclinándose para dar muestras de respeto. Y no alzaron la frente sino hasta que Catalina posó en ella unos dedos fugaces mientras recitaba la cortés y mecánica fórmula de salutación. Cumplida esta ceremonia, echaron a andar. Aunque todas conocían el camino, ninguna se atrevió a dar un paso que no fuera en seguimiento de la ilol. Se notaba en los gestos expectantes, rápidamente obedientes, ansiosamente solícitos, que aquellas mujeres le acataban como superior […] por la fama que transfiguraba a Catalina ante los ánimos temerosos, desdichados, ávidos de congraciarse con lo sobrenatural.

Por su parte, es precisamente el dominio de lo sobrenatural, particularmente en la lectura e interpretación de los designios de la Santa Cruz o Santísima, lo que caracteriza a María Uicab, amén de la fe de sus seguidores:

–Yo, María Uicab, la santa patrona de estas tierras, seré desde hoy junto a mi esposo Juan Pat, la mensajera de las tres santas cruces; pondré mis ejércitos y mis riquezas al servicio de la misión que me ha dado mi diosa Ixchel: impedir que los demonios se apropien de nuestros montes. Pero también les digo que a quienes nos traicionen, la gran diosa madre prohibirá que sus espíritus puedan recorrer Oxlajuntik’uj, al morir, sus almas penarán por toda la eternidad.

Después de escucharla, todos se hincaron e inclinaron sus cabezas. Hice lo mismo, pero en un descuido la miré a los ojos. Ella se dió cuenta, se acercó a mí y sin muestra de disgusto, me acarició la barbilla para con una suave sonrisa decirme: “Estaré muy contenta si aceptas ser mi hermana”…

Otro elemento que une a Oficio de tinieblas con En busca de María Uicab es la alusión –explícita en Castellanos e implícita en Rosado-Chablé en la configuración del pensamiento de los personajes–, al Popol Vuh, libro cuyo fragmento hace las veces de epígrafe en la novela sobre los chamulas y que podría fungir como epílogo de la obra sobre el personaje histórico de María Uicab:

 

Puesto que ya no es grande vuestra gloria;

puesto que vuestra potencia ya no existe,

–y aunque sin gran derecho a la piedad–

vuestra sangre dominará todavía un poco…

 

Todos los hijos del alba, la prole del alba,

no serán de vosotros;

sólo los grandes habladores

se os abandonarán.

 

Los del Daño, los de la Guerra,

los de la Miseria,

vosotros que hicisteis el mal,

lloradlo.

 

Libro del Consejo

De esta manera, Rosado y Chablé insertan En busca de María Uicab en una larga tradición literaria que podría decirse configura una tópica: las rebeliones indígenas de los pueblos originarios mesoamericanos. Ésta vincularía a la obra de Rosado y Chablé no sólo con la de Castellanos sino también con la de Abreu y Asturias y, ¿por qué no?, aun con la de Carpentier, por mencionar a algunos autores hispanoamericanos contemporáneos.

La participación en este libro del maestro Carlos Chablé, cronista de Santa Cruz Xbáalam Naj, es imprescindible pues desde el dominio de la crónica como género más cercano a la literatura y siendo maya peninsular –antecedente que conlleva un conocimiento intrínseco de la materia que aborda–, enriquece la investigación de Georgina Rosado. La autora, quepa decirlo, ya había incursionado en la literatura con su novela Deshaciendo nudos y es entonces que la experiencia literaria de ambos convierte a este libro en una verdadera novela histórica donde cada personaje está perfectamente perfilado y en que quedan claras las posturas y pretensiones de cada uno de ellos. Asimismo, las investigaciones de Chablé sobre la historia y cosmovisión indígenas dieron lugar a la escritura de su libro Xbáalam Naj 500 años después y forman un fondo ideológico común con esta nueva obra En busca de María Uicab.

De cierta manera, el estilo es uniforme y no se nota eso que la crítica literaria actual quiere encontrar entrelíneas y que se ha dado en llamar el “género de la escritura”, es decir, lo masculino o femenino del discurso literario.

Internémonos en la selva y, bajo las órdenes de María Uicab y su lectura de los designios de las Tres Cruces, combatamos contra los ts’ulo’ob llegados allende el mar para hacerse de estas tierras que nunca les han pertenecido. En todo momento, tomemos en cuenta, eso sí, las palabras del Concejo:

–¡Oh tú, Tzacol, Bitol! -¡Míranos, escúchanos! ¡No nos dejes, no nos desampares, oh Dios, que estás en el cielo y en la tierra, Corazón del Cielo, Corazón de la Tierra! ¡Danos nuestra descendencia, nuestra sucesión, mientras camine el sol y haya claridad! ¡Que amanezca, que llegue la aurora! ¡Danos muchos buenos caminos, caminos planos! ¡Que los pueblos tengan paz, mucha paz, y sean felices; y danos buena vida y útil existencia! ¡Oh tú, Huracán, Chipi-Caculhá, Raxa Caculhá, Chipi-Nanauac, Raxa–Nanauac, Voc, Hunahpú, Tepeu, Gucumatz, Alom, Qaholom, Ixpiyacoc, Ixmucané, abuela del sol, abuela de la luz! ¡Que amanezca y que llegue la aurora!

 

Libro del Consejo

Lic. Horacio Gabriel Saavedra

Castillo Escritor, editor y catedrático.

Ciudad de México, verano de 2020.

 

PRÓLOGO

Siglos después de la llegada de los españoles a la Península de Yucatán en 1517, los mayas se seguían resistiendo al dominio de los invasores. Fundadas Mérida, Campeche, Tihosuco y Bacalar por los ts’ulo’ob1 los levantamientos indígenas continuaron en esta región durante toda la Colonia y aún después de consumada la Independencia de México, nueva nación dominada por los criollos. En las costas de lo que hoy se conoce como Quintana Roo, hasta mediados del siglo XIX, los mayas habían logrado impedir que se establecieran y perduraran encomiendas y ranchos. A la resistencia de estos indómitos conocidos como los wi’ites2, se unieron mestizos, negros y asiáticos que huían de la esclavitud de las haciendas refugiándose en esta parte de la Península.

Cansados del despojo de sus territorios, hartos de padecer la esclavitud laboral y sexual que se vivía en haciendas y ranchos, así como de las excesivas contribuciones personales y obvenciones eclesiásticas, grupos indígenas y mestizos de Tepich, Tihosuco, Sabán, Sacalaca, Ekpedz, Tixcacal, Chichimilá, Chemax, entre otros, iniciaron el Gran Levantamiento Maya que se conoce como “Guerra de Castas” en julio de 1847.

Después de cruentos enfrentamientos y de su avance victorioso sobre la mayor parte de la península de Yucatán, los mayas levantados decidieron replegarse al oriente y en octubre de 1850 fundan Noj Kaaj Santa Cruz X Báalam Naj3, su capital, actual ciudad de Felipe Carrillo Puerto. En este lugar, José María Barrera, Hilaria y Manuel Nauat, Venancio y Atanacio Puc establecieron una nueva religión que tiene como centro a la Santa Cruz –o Santísima–, deidad que logró mantener la unidad para la resistencia indígena y que se comunicaba con sus fieles a través de interlocutores, llamados “santos patrones4”, para transmitir su voluntad.

Pero el gobierno de Yucatán no estaba dispuesto a dejar que los mayas, denominados cruzo’ob5, vivieran en libertad e independencia: los catalogaron como rebeldes y los combatieron ferozmente. Lo cierto es que ambicionaban las riquezas de sus montes y además castigarlos porque osaron retar al poder y la supuesta superioridad de los ts’ulo’ob. Después de diversas campañas militares fracasadas, convencido de lo inútil de sus invasiones a la capital maya cruzo’ob, cambia de estrategia acudiendo a una táctica que antes le dió resultado: seducir y dividir.

Fue entonces cuando el jefe maya Dionisio Zapata Santos, atraído por los yucatecos con ofrecimientos de dinero y poder, cae en la trampa y con un puñado de sus seguidores se autoproclama “gobernador de los mayas”, reniega del culto a las Santas Cruces e intenta establecer acuerdos con el gobierno.

Cuando todo parecía perdido, un grupo de fieles cruzo’ob comandados por Bonifacio Novelo, Bernardino Cen y Crescencio Poot se dirige a Muyil para solicitar a la gobernadora de esa provincia refugio y apoyo. Fué así como en esa difícil etapa de la conflagración, surge la figura histórica de la Santa Patrona María Uicab. Esta recia mujer, de autoridad indiscutible que vinculaba a sus seguidores con la Santísima Cruz, adquiere un papel relevante precisamente cuando el futuro de los cruzo’ob estaba en peligro y logra mantener viva la resistencia.

Junto con su esposo Juan Bautista Pat, María Uicab convoca a los jalaches6 de las diferentes comunidades, les da armamento adquirido en Belice y transmite la orden de la Santísima de acabar con los traidores.

El ataque a Santa Cruz fue exitoso: dieron muerte a Dionicio Zapata y a sus seguidores restableciéndose el orden y el culto a la Santísima. Desde ese momento, los jalaches de las comunidades sin distinción de rango, reconocen la autoridad de los santos patrones que gobernaban desde Tulum y a María Uicab como su reina.

Alertado el gobierno yucateco de la autoridad de María Uicab entre los rebeldes, realizó una expedición militar en 1871 para invadir su santuario con el objetivo de eliminarla. Nadie supo qué pasó después con María, la gobernante y guía espiritual de los mayas cruzo’ob, pero quedan las voces de quienes la acompañaron en esos días fatales. Aún suenan con suave eco sus palabras, en medio del murmullo de uno de los ríos del Xibalbá7. Hoy nos atrevemos a contar lo que nos dijeron esas voces.

 

___________________________

 

1 Ts’ulo’ob: Extranjeros.

2 Wi’ites: Mayas indómitos, nunca conquistaos que vivían en lo que hoy es Quintana Roo.

3 Noj Kaaj Santa Cruz Xbáalam Naj: Gran pueblo Santa Cruz casa oculta del jaguar.

4Santa Patrona, santos patrones: Dirigentes religiosos y militares que fungían como las más altas autoridades entre los cruzo’ob.

5 Cruzo’ob: Cruces.

6 Jalach: Jefe, autoridad.

7  Xibalbá: El inframundo: lugar donde residen las almas de los mayas al morir.

Georgina Rosado – Carlos Chablé

Continuará la próxima semana…

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