Letras
XIII
YAAX ICH
Me lo advirtió la tía Lib: «No pases por la casa vieja porque está embrujada. El que se atreve a pasar por ahí se convierte en gato. Entonces, si eso te sucede, andarás por las azoteas, maullando triste y robando comida para alimentarte.«
Me lo dijo la tía Lib. Pero como soy muy terco y curioso, más ganas me dieron de pasar por la casa vieja. Un día no ocurrió nada, al menos eso creí. Me acerqué con temor, es cierto, y al día siguiente también y tampoco pasó nada. Después, cuando la ví plantándome y cruzando los brazos sobre mi pecho le dije a la tía Lib. –¡Ya ve, estuve en la casa vieja y no me convertí en gato!
Entonces me preguntó:
–¿De qué color son tus ojos?…
–Negros –respondí.
–Mírate al espejo –me dijo.
Así lo hice y… ¡Oh sorpresa!, mis ojos habían cambiado de color, eran ya verdes como los de los gatos.
Al verme la tía Lib tan confundido me aconsejó:
–No te asustes, en pocos días volverán a ser negros, pero no vuelvas a pasar por la casa vieja porque te convertirás en ese animal pariente de los balames.
Después de algunos días, mis ojos volvieron a su color. Pero yo seguía terco y volví a la casa vieja aunque, al principio, procuré no acercarme demasiado… pero, no resistí la curiosidad, me acerqué un poco más, las ventanas estaban rotas y las maderas carcomidas por el paso del tiempo. Una parte estaba destechada y grandes fragmentos de loza yacían en el piso. El moho dibujaba en las paredes figuras como fantasmas. Un gigantesco árbol bajaba desde el techo sus raíces cual enormes brazos de un monstruo de los infiernos, aprisionando la casa.
En el interior crecían hierbas extrañas. Reconocí algunas como la del “Dzimdzimchay” que saca ronchas y da picazón si la tocas. También el “Xmaaculán” de hojas muy grandes con las que mi madre hacía “codzobes”, unos enrollados de pepita de calabaza molida y huevo sancochado y desmenuzado. ¡Ah, qué rica comida! pensé, llevaré algunas.
Al verme, mi madre preguntó:
–¿En dónde has estado?
–Me metí a la casa vieja y corté estas hojas para que hagas “codzobes”, respondí.
–¿Pero qué has hecho? Ahí no debiste entrar porque podrías convertirte en gato. Mira, ya tienes los ojos verdes y también bigotes largos como los de ellos.
Me vi al espejo, me asusté, aunque después se me pasó, porque seguramente en poco tiempo me compondría de nuevo, pensé.
Así sucedió y otra vez, ya recuperado, terco, terco, volví a la casa vieja y entonces sí que me convertí en gato, y lo sé porque comencé a entender los maullidos de otros gatos que estaban en ese lugar extraño. Me dijeron que alguna vez ellos también habían sido niños, tan tercos como yo, que no habían hecho caso de las advertencias.
Como ya era de noche regresé a mi casa y al llamar a mi madre con maullidos me pegó con la escoba para que me saliera. Entonces me acurruqué en un rincón, muy triste. Otro gato que estaba cerca de mi ronroneaba y su rom rom me hizo dormir profundamente.
De pronto escuché la voz de mi madre que a escobazos y a gritos espantaba al pobre felino que dormía conmigo en el “tub” de mi hamaca. Desperté sobresaltado y me di cuenta feliz de que ya no era gato, pero, eso sí, los ojos se me quedaron verdes para siempre y desde entonces, aquí en mi pueblo, en Maxcanú, me dicen “yaax ich” que en lengua maya significa ojos verdes…y a veces “ich miz”, que quiere decir ojos de gato.
Vocabulario:
–Yaax Ich: Ojos verdes.
–Dzimdzimchay: Especie de ortiga, de la familia de la chaya.
–Xmaaculán: Hierba comestible de hojas grandes.
–Codzobes: Guisado de origen maya.
–Tub: Al lado opuesto de la hamaca.
–Ich miz: Ojos de gato.
César Ramón González Rosado
Continuará la próxima semana…