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André Breton, “El canto no es las armas”

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En general, se conoce el papel que André Breton jugó para nuestro país gracias a la entrevista que Rafael Heliodoro Valle le hiciera en 1938, publicada en la Revista de la Universidad de México (llamada entonces “Universidad. Mensual de cultura popular). Fue en esta ocasión que el poeta francés declaró que México tendía a ser “el lugar surrealista por excelencia”, expresión que quedaría para la posteridad.

Para muchos, la relevancia de la estancia de Breton en México se limita a esa pequeña frase, sacada de contexto. Se tiende a olvidar, por ejemplo, que entre las razones con las que Breton justifica esta aseveración se encuentran las “aspiraciones más altas” del pueblo mexicano, contando entre éstas “la de acabar con la explotación del hombre por el hombre.”

Es posible que quien se interese un poco más en el tema de la estancia de los surrealistas en México conozca también el famoso Manifiesto por un arte revolucionario independiente, que Breton firmó también en 1938 con Diego Rivera, pero que redactó en realidad con Trotsky, para defender la libertad del artista frente a cualquier intento de supeditar la libertad creativa a todo programa ideológico fomentado desde el Estado.

Se conoce mucho menos, sin embargo, el pequeño texto que Breton escribió sobre Rufino Tamayo para la exposición de este último en París en 1950 y de la que he hablado anteriormente en un artículo intitulado Tamayo, los surrealistas y los inicios de la “Ruptura”.

El texto de Breton sobre Tamayo empieza con este párrafo un tanto sibilino:

El canto no es las armas. El supremo oprobio de este tiempo será haber arrojado la confusión sobre este punto. Una ideología de presa, alzada frente a otra ideología de presa, ha mostrado una garra más que ella, y qué garra, al pretender someter el arte a sus fines. No es ya sólo la jungla, donde al menos el pájaro sigue siendo dueño de su gorjeo, es el imperio ilimitado del crótalo, donde el pájaro fascinado traiciona ilimitadamente su propia causa al aceptar servir de ‘reclamo’ contra los otros pájaros.”

Es evidente que, cuando menciona al “pájaro fascinado que traiciona ilimitadamente su propia causa al aceptar servir de ´reclamo´ contra los otros pájaros”, se está refiriendo a aquellos artistas que han traicionado su propia libertad para poner su pintura al servicio de un régimen político, cualquiera que sea, aunque está claro que Breton tiene aquí en mente al régimen de Stalin.

El canto no es las armas” quiere decir simplemente que no hay que confundir el arte y la poesía (el canto), con la actividad política (las armas). Si el arte es un factor de transformación del ser humano, este obedece a sus propias reglas como, dicho sea de paso, Breton explica con toda claridad en la entrevista concedida a Rafael Heliodoro Valle, al develar su concepción de la poesía.

Estas son algunas de las razones que nos permiten considerar que el texto de Breton sobre la pintura de Tamayo así como la actividad de los surrealistas en México, en las décadas de los treinta y de los cuarenta, constituyen antecedentes importantes del estado de ánimo que permitió, en las décadas inmediatamente posteriores, la eclosión de la “Nueva pintura mexicana”, conocida como de la generación de la “Ruptura” a partir de la exposición Ruptura 1952-1965 que tuviera lugar en 1988 en el museo Carrillo Gil, aun si estos dos fenómenos artísticos tienen poco que ver entre sí desde un punto de vista formal.

Por lo demás, quedaría por explorar, punto por punto, las similitudes conceptuales que existen entre el texto de Octavio Paz, Tamayo en la pintura mexicana, redactado en París en 1950, y el de Breton del mismo año porque, sin duda, tiene relevancia en lo que atañe a la influencia que tuvo Breton, a través de Paz, en el devenir del arte mexicano en aquella época.

ESTEBAN GARCÍA BROSSEAU

garciabrosseaue@gmail.com

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