Letras
José Juan Cervera
Las sombras desvanecidas se apropian de los rincones para ocupar casilleros vacíos. Los lazos opacos, cuando crecen pletóricos de esplendor, proyectan impulsos exaltados en un mundo de contornos equívocos.
Las formas tangibles rozan la experiencia oculta de la plenitud, y ejecutan su obra en el giro expansivo de la voluntad que agita el velo de las apariencias.
Presas de agudo delirio, los objetos fugitivos impugnan los moldes en que la humanidad asienta el inventario de sus pasiones.
Tras una abultada historia de reacomodos imprevistos, las aspiraciones humanas rinden el último aliento de su repertorio material antes de trocarse en polvo.
El brillo robusto y la penumbra del individuo son hechura de patrones cuyo molde primigenio ninguna memoria registra.
La conciencia del yo deriva del acopio de piezas encarnadas en un ser que se sueña enteramente nuevo, pero que sólo transita un camino marcado con sello de peregrinos trasnochados.
La mente sintoniza con fuerzas que la preceden y con agentes de ideas representadas en sucesivos trazos de equivalencia remota e identidad contigua.
Las almas impasibles se desdoblan en rostros que a su vez se disuelven en actos simbólicos y en reminiscencias vivas.
Las porciones de la realidad dividida incitan a recrear en la imaginación fisonomías ajenas para ampliar la conciencia de su acompañamiento.
Toda experiencia en común arrastra una espesa capa de sombras en las que pugna por sobresalir una luz sumergida en la fuente de mitos emparejados con los astros.