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La primera lluvia

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Editorial

Por tantos meses aguardamos los habitantes de Mérida la grata presencia de Chaac, el dios proveedor de las aguas pluviales a nuestros ancestros, que su presencia este domingo 2 de julio fue un espectáculo impresionante: comenzando por el goteo inicial hasta la copiosa lluvia que bañó a esta ciudad sedienta del líquido vital para la supervivencia.

En esta temporada veraniega es pues la primera lluvia que nos beneficia. Alegrías y sonrisas retornan a los semblantes y los guardianes vegetales absorben en sus profundas raíces la frescura caída de los cielos de este Mayab legendario.

El aroma a tierra húmeda permea las casas. Los pájaros renuevan sus trinos de gratitud y nuestros animales domésticos se pasean por los patios húmedos de las casas meridanas, así sea en los muy limitados espacios de las casas pequeñas de los fraccionamientos urbanos.

Quienes en Mérida oímos el gotear de las lluvias sobre las calles, el sonido de las gotas en los techos, vamos persiguiendo el frescor de estas aguas bendecidas que desde los tiempos del reinado maya de Chaac nos respalda en nuestra presencia continua en esta tierra del Mayab.

Ma-ya-ob, no para muchos. Pero sí para descendientes de los pobladores originales.

Nuestra gratitud a los cielos por estas esperadas aguas pluviales, lo mismo en los medios urbanos que en poblaciones medianas y pequeñas. En todas ellas, nuestras gentes ven con alegría cómo se calma la sed de las siembras, de sus plantas caseras, de sus pequeños animales de compañía.

Yucatán y su gente recobran la sonrisa ante este ansiado presente que nos llega de los cielos.

Chaac, como en años anteriores, nos da una nueva muestra de su grandeza y su amor por esta tierra y sus habitantes.

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