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Monólogo

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Letras

XXXIX

Si el desfile del corso carnavalesco no hubiera desviado el tráfico, habría llegado temprano, querido primo. La bulla de festividad, sugestiva de silbatos, cornetas y arlequines; más la pertinaz llovizna y el viento frío bien pudieran ser acotaciones marcadas para recrear a cierta distancia, ambientación shakesperiana en tu misa de cenizas.

Tomo lugar e indago: ‘¿Dónde está Ricardo?’ Señalan el sitio. ¿Ahí? ¿Ahí quedan para siempre tu talento, tu cultura, tu velocidad mental? Ahí estás, amigo, primo favorito, hermano mayor. Nada podría causar más dolor en este momento que saberte contenido en aquella urna. Las iglesias meridanas están diseñadas para que las corrientes de aire circulen y alivien el calor, pero esta tarde la heladez se cuela hasta el alma y una incipiente bronquitis comienza a manifestárseme en fiebre pues, de repente, he imaginado que envías señales en demanda de evocaciones. Das pie con tema clásico, algo muy propio en ti:

 

Recuerde el alma dormida

avive el seso y despierte

contemplando

cómo se pasa la vida

cómo se viene la muerte tan callando…

 

Te pasaste la vida leyendo buenos libros, Ricardo. Desde tu tiempo de estudios en el Seminario Conciliar de San Ildefonso (ajeno a cualquier vocación religiosa) y del que saliste a los veinte años con un latín perfecto y marcada predilección por la cultura francesa. Luego, tus conocimientos de teatro fueron aprovechados por Pierre y Nicole de San Mateo en la Alianza Francesa, quienes otorgaron patrocinio para que dirigieras algunas obras. No pudiste seleccionar autores más difíciles: Jean Cocteau, Jean Paul Sartre y Eugéne Ionesco. Con éste marcaste un hito en la historia del teatro yucateco en los años setenta. Por primera vez alguien –tú– se atrevió a presentar el género del absurdo: La cantante calva, un éxito rotundo.

¿Quieres que recuerde tus primeros ensayos de Los daños que ocasiona el tabaco, en el Teatro del Seguro Social? No imaginaste en esos días que el monólogo de Anton Chéjov sería tu emblema como actor. Lo representaste durante treinta y nueve años cada vez mejor, más adecuado, más en tipo. Afinaste el personaje, lo enriqueciste, hiciste una creación de él, según escribe el crítico Roldán Peniche Barrera. Podría decirse que te ocurrió lo mismo que a Carlos Ancira –maestro tuyo– con El diario de un loco. Coincidencias del mundo teatral.

(Los cirios humean por la brisa que se filtra. El olor a incienso enerva, las voces del coro, también).

Paseo la mirada por la nave. Como otras veces, lograste reunir buen público: la iglesia tiene lleno completo. No discierno si son tus señales o mi mente afiebrada confunde la liturgia con un guion teatral. La voz del sacerdote parece de terciopelo, es grata al oído, pero plana, carece de matices. ¿Es tu inclinación natural de director escénico la que interviene o son divagaciones mías, Ricardo?

–“En verdad es justo y necesario…” (¡pausaaa!) “Es nuestro deber darte gracias…” (¡menos monótono!) “para que dedicados con mayor entrega a la alabanza…” (¡tono hacia arriba!) “…sálvanos, de todas nuestras angustias.” (¡punto! ¡punto final!)

Piden a los familiares subamos al corredor de las criptas para depositar el cofre y dejarte descansar. Tu esposa Gladys, tus hijos Ricardo, Lourdes, Diana y Laura; yernos, nuera, nietos, tu hermano Miguel y nosotras dos, tus primas, observamos que la ventana del nicho se cierra como se corre un telón. Tributamos el último aplauso y nos despedimos.

Un té de canela y dos aspirinas al llegar a casa. Después, duermo, duermo, duermo. Al otro día, serenamente, puedo repasar en los periódicos las esquelas y obituarios: “El Gobierno del Estado de Yucatán se une a la pena…”, “El Instituto de Cultura y la comunidad artística y teatral de Yucatán, expresan…”, “La Universidad Autónoma de… “La Universidad Tecnológica Metropolitana…”, “El señor José Ricardo Bello Montalvo, empresario y persona reconocida en el medio teatral en Yucatán, en el que fue actor y director…”, etcétera.

Estas frases, querido primo, todas estas frases trazan el prólogo de un nuevo libreto en el que únicamente tu nombre será protagonista pues, por desventura, tu intervención como director de escena ya no será posible jamás.

Mérida, 13 de febrero de 2010

Paloma Bello

Continuará la próxima semana…

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