Letras
Ermilo Abreu Gómez acaba de publicar un libro singular: Arte y misterio de la prosa castellana (México, Ediciones Oasis S. A., 1969). El título es engañador, aunque muy hermoso. Porque para Ermilo Abreu Gómez la prosa no tiene ningún secreto. Es él uno de los que con mayor maestría la maneja, quien mejor conoce su historia y cómo la han manejado sus grandes cultores, desde sus orígenes hasta nuestros días.
Se trata de unas reflexiones que la lectura, en él constante, de las letras españolas le han sugerido. Son sus opiniones acerca de autores y libros; son los apuntes que toma al vuelo mientras lee, lo que es condición del lector bien nacido. Es, también, libro de un maestro que pretende enseñar, llevar de la mano al estudiante de la gramática y de las letras castellanas. Cada capítulo, cada página, encierra una reflexión y una enseñanza clara, breve, sencillamente expuesta. Quien tantas horas dedicó al aprendizaje del idioma y del ejercicio de las letras se siente obligado a exponer sus experiencias, de allanar el camino a los principiantes, de señalar a aquellos que se murieron sin aprender el oficio, sus yerros. Revisa Abreu Gómez a autores y libros de todos los tiempos, de todas partes, de todos los idiomas, con tal que sirvan a sus fines, esto es, señalar el arte de la prosa española y el misterio de escribirla. A ratos es un libro poemático, a veces una lección de gramática; con frecuencia obra de un filósofo, de un pequeño filósofo a la manera de Azorín y de Antonio Machado, a quienes recuerda a cada paso, aunque su libro no tenga nada que ver con ellos. Lo recuerda por las bellezas, por las agudezas, por la finura con que penetra los asuntos, con que los expone: máxima sencillez dentro de la máxima maestría de estilo.
Muchos, muchísimos libros ha leído Abreu Gómez: cada uno dejó en él la simiente de una palabra, de una reflexión que da una nueva flor y un nuevo fruto.
No es lo mismo, pero el libro que inspira estas divagaciones nos trae a la memoria otro del autor: Canek, libro delicioso, escrito en prosa trasparente, rico en hallazgos de expresión, de pensamiento y sentimiento. Unas cuantas luminosas páginas en que Abreu muestra cómo eran los antiguos mayas cuando pensaban, cuando sentían y cuando lograban reducir a palabras cuanto ocurría en su pecho y en sus sienes.
No podemos dejar de transcribir un ejemplo, tomado al azar: “La gramática habla de los sinónimos y con la teoría pone múltiples ejemplos. Pero un buen escritor sabe que, en realidad, no hay tales sinónimos. Según los gramáticos desvestirse y desnudarse son sinónimos. Sin embargo, un escritor sabe que no es así. Por eso se entiende que una dama se desviste, en tanto que una hembra se desnuda. Por aquí ya la estética de la prosa.”
¿No recuerda la transcripción algún lugar de Canek? ¿No remite de alguna manera a Juan de Mairena? ¿No sentimos que estamos como frente a Azorín y a Eugenio D’Ors, el de los glosarios?
Arte y misterio de la lengua castellana como que está escrita sin perder de vista a los estudiantes, incluye al final una antología de la prosa española, desde los primitivos hasta Camilo José Cela, uno de los predilectos del autor, junto con Pío Baroja y Ramón Pérez de Ayala. A cada autor seleccionado se le presenta con una nota que lo sitúa en el desarrollo de la prosa castellana, y lo valora en pocas líneas.
Es éste un libro, lector, que lo mismo puede servir al que sabe mucho como al que sabe poco. A aquel le sirve de recordación, a éste para acrecentar sus conocimientos. Los dos para entretener las horas, para gozar del espectáculo de la inteligencia y del buen decir. Un panorama luminoso de la prosa castellana. Una ventana, muy alta, desde donde se puede ver a España y el camino que ha recorrido hasta llegar a nuestra hora. Un guía es Ermilo Abreu Gómez que no puede decir mentira, como el moro del romance.
Un libro, lector, que una vez en tus manos, ya no podrás soltar: los autores que congrega, y Ermilo Abreu Gómez, no lo permiten.
México, D. F., junio de 1969.
Diario del Sureste. Mérida, 23 de junio de 1969, p. 3.
[Compilación de José Juan Cervera Fernández]