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Anécdotas Picantes – II

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Letras

II

ANÉCDOTA POLÍTICA

Continuación…

 

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Un grupo de maestros se presentó un día a la audiencia del Gobernador, Profesor Víctor Mena Palomo, e invocando la calidad de colega que representaba para ellos el Primer Mandatario del Estado, requirieron su ayuda para gestionar del Presidente Ruiz Cortines la concesión de un subsidio especial al erario local, a efecto de que se destinara a incrementar los sueldos del magisterio que eran lamentablemente bajos.

Como primera providencia, los profesores consideraron la conveniencia de integrar una comisión que viajara a la capital de la República a efecto de ser recibidos por el Sr. Presidente y escuchara éste sus demandas. Pero había un pequeño inconveniente: los mentores eran tan pobres, que carecían del efectivo indispensable para sufragar los gastos de su viaje, y era la causa por la que acudían ante el compañero Gobernador.

Don Víctor, cuyo gobierno no estaba por cierto en un lecho de rosas en materia de economía, se rascó la cabeza antes de dar una respuesta afirmativa a sus queridos amigos, y pensando en dividir responsabilidades oficiales, les dijo:

–Por favor, les agradecería que este problema se lo trataran a Niquito (se refería a su caballeroso Secretario General de Gobierno, Lic. Nicolás López Rivas) porque a mí cuando me hablan de “lana” me da calentura… Y hay mucho trabajo aquí en Palacio para que yo tenga que cerrarme dos días en mi casa. Ahora bien, si quieren un buen consejo oigan lo que les voy a decir: eso de ser maestro, es un malísimo negocio. Hagan lo que yo, cambien de profesión…

 

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Un domingo caluroso, de los muchos que tenemos en Mérida, encontramos al viejo y honesto periodista don Lorenzo González Reyes sentado a la barra de un bar citadino saboreando una “fría como un desprecio” mientras cambiaba impresiones con un grupo de amigos. Todos alcanzamos a oír, desde un rincón cercano de la misma barra, esta intervención de Lorenzo, en torno a tópicos de dignidad reporteril y de libertad de prensa:

Es cierto, yo enseñé a escribir a Fulanito. Yo le puse mi pluma en la mano y terminé por obsequiársela en vista de sus adelantos para que pudiera ejercer decorosamente el oficio. Pero el muy bribón ¿no saben ustedes lo que hizo con ella? Se la vendió al Gobernador… Esto es cierto, histórico y verdadero.

El que esto escribe, modesto paremiólogo que tiene un gran respeto por González Reyes, hombre que ha vivido mucho y muy intensamente y que de todas se las sabe todas, se permite aclarar que esta venta no ocurrió en el presente sexenio. Y no es que Bolio López esté amarrado “por la tripa”, según expresión feliz de otro veterano periodista y maestro de muchos, don Mario Menéndez Romero. Se hace la aclaración en servicio de la verdad.

 

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Brillante técnico en criminalística, don Ernesto Abreu Gómez, jefe del Departamento de Averiguaciones Previas, vive agobiado de trabajo y raras veces se puede permitir el lujo de asistir a una reunión social. Sólo sale de su oficina cuando tiene que asistir a la práctica de alguna diligencia y, como las parteras, sin horario fijo:

Pero una noche pudo hacer una excepción y acudir a un convivio de un grupo de periodistas al que había sido atentamente invitado, como colaborador que es de ellos en la materia de su especialidad. El anfitrión, al verlo llegar, se apresuró a saludarlo:

–Don Ernesto, cuánto le agradezco que, aunque un poco tarde, pudo usted venir.

–Sí, acepto el agradecimiento, respondió, pues de veras he hecho un esfuerzo de voluntad para venir, porque tenía muchos deseos de estar presente en este acto. Para que se den cuenta de las dificultades que tuve qué vencer, sólo quiero que sepan que dejé plantados al Procurador General de Justicia y al Inspector General de Policía que fueron a mi oficina a tratar problemas.

–No me diga usted.

–Les protesto que es cierto: los dejé bien plantados…

Y el Dr. Bolio se limitó a comentar:

–Si los dejó plantados, ni modo; no vamos a llorar sobre la leche derramada, pero eso sí, mi querido Ernesto: por favor, no los riegue…

 

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Mi participación en las actividades oficiales relacionadas con la industria henequenera me llevaron a Nueva York en días del mes de diciembre. Regresaba del segundo calvario anual a lo largo de la Unión Americana, en la tarea de vender a buen precio nuestro sosquil. No se había logrado aún la creación de una industria cordelera nacional, que absorbiera toda nuestra producción de henequén en rama.

Debido a la fuerte demanda de los viajeros ocasionada por la proximidad de la Navidad, no conseguí pasaje directo para México: había que hacer un cambio de avión en Houston, y expresé al intérprete mis temores de que esta circunstancia me hiciera pasar “las de Caín”, ya que viajaba solo y desconocedor del idioma.

–No tenga cuidado, licenciado –me objetó el intérprete–. Texas nos fue quitado, pero hay muchos mexicanos en Houston. No tendrá problema con el idioma.

Convencido en parte, pero en realidad acuciado por el deseo de saludar a los míos en los días tradicionales de Noche Buena y Año Nuevo, decidí, más alegre que el Jibarito de la canción, abordar el avión que me conduciría a Houston.

Al llegar a esta ciudad y descender de la aeronave, mis compañeros de viaje se desgaritaron, y no tuve otro recurso que el del legendario Vicente que va a dónde va la gente. Pero esto no me llevaba a ninguna parte. Veía que salían grupos de personas por distintas puertas y se dirigían a tomar otros aviones. Yo preguntaba de ventanilla en ventanilla y escuchaba siempre la misma respuesta seca: ¿What? Agotada mi paciencia, tensos mis nervios, perdida toda brújula, decidí pararme en el centro de la sala principal del aeropuerto y en el colmo de la desesperación, me puse a gritar a voz en cuello:

–Por favor, ¿no hay aquí un hijo de la chingada que sepa hablar castellano?

De pronto escuché una respuesta:

–¡Aquí hay uno, Manuelito!…

Vuelvo la vista al lugar donde había salido la voz, y me encuentro con el Lic. Santiago V. Espejo. Apenado le dije:

–Perdone la mentada, licenciado, pero póngase en mi lugar…

–No se preocupe; mire, su avión ya va a salir, siga esa cola; yo voy por la otra, a Nueva York, a visitar a mi hermano.

Al poner el pie en la escalerilla del avión, escuché decir a lo lejos:

–¡En Mérida lavaremos la mentada cruzando nuestras Cartas Claras!…

Era la voz de don Chanito Espejo, culto abogado y notario público ya fallecido, que dejó huella imborrable de su paso por el mundo como caballero y amigo.

 

15

Desde los días de la adolescencia, quienes fuimos compañeros de escuela de Vicente Erosa Cámara vimos en él a un hombre de inusitada energía, de gran capacidad en la lucha por la vida, y recio dinamismo en las empresas que asumiera, así como fino don de gentes. En la profesión –abogado– en el comercio, en el servicio del Estado, en las actividades bancarias e industriales, Erosa Cámara destacó siempre y dejó huellas imborrables de la fuerza de su personalidad.

Se aproximaban las elecciones para Presidente Municipal de Mérida y el alto mando del Partido de La Revolución, integrado por representantes de los tres sectores: popular, campesino y obrero, previa auscultación, determinó que fuera el sector obrero el que lanzara la candidatura de Erosa Cámara. En los corrillos políticos y cafeteriles –chismosos que nunca faltan, es bien sabido– se atribuía a don José Patrón Cervera el haber inclinado la balanza a favor del joven político cansahcabeño por la doble razón de ser amigo íntimo de Vicho, como se le decía cariñosamente, y amigo también y colaborador del Gobernador de entonces.

Con base en este chisme, comenzaron a circular en forma anónima unos panfletos que contenían estos versos:

 

Dice un pasquín callejero

que un “Vicho” llamado Erosa

representa cualquier cosa,

menos al sector obrero.

Y en eso tiene razón,

pues Vicente Erosa es,

al derecho y al revés,

candidato de un Patrón.

 

Las malas lenguas del Parque Hidalgo, que presumen de ser tumbas, pero abiertas, murmuraron que el autor de las cuartetas fue el poeta y Prof. Manuel Díaz Massa. Cierta o no, la versión no es inverosímil, pues las rimas están cargadas de un ingenio y de una gracia que son peculiares en Manuelito. Véase este ejemplo de “bomba” que fue firmada por el maestro Díaz Massa y que según nos dicen, se refiere a Mario Zavala, padre o hijo, la cosa es igual pues los dos tienen las mismas características anatómicas:

 

Está tan flaco don Mario,

que alguien asegura que

no tiene intestino grueso

ni dedo gordo del pie.

 

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La siguiente charla de sobremesa, fue escuchada por mí en Chetumal, durante una gira que realizaron al vecino ex Territorio el Arquitecto Carlos Lazo y el Lic. Alfonso Ortega Martínez, Oficial Mayor y Director de Bienes Nacionales, respectivamente, de la Secretaría del mismo nombre en la época del Lic. Alemán. Yo fui comisionado por el Gobierno del Estado a acompañar a los visitantes.

El Arq. Lazo, como se recordará, falleció en un accidente de aviación siendo Secretario de Comunicaciones y Obras Públicas, cargo al que llegó en una meteórica carrera política, dirigiéndose al Gobernador de Quintana Roo, D. Margarito Ramírez, le preguntó:

–Don Márgaro, usted que ha vivido mucho y tiene tanta experiencia ¿qué me dice de los méritos políticos de D. Fulano de tal?

–Cuidado, amigo, respondió el interrogado ese está como el Temerario Ross. ¿No sabe usted de este personaje? Pues le informaré: un día llegó a mi pueblo un circo, y para atraer al público, actuaba el Temerario lanzándose desde una alta escalera a un pequeño depósito de agua de unos dos metros y medio de diámetro por otro tanto de fondo. Un al día al dar el clavado, cayó fuera del depósito y ¿sabe usted cómo quedó, señor arquitecto? ¡Perfectamente jodido! Pues así está el político de que me habla.

 

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D. Ramón Mendoza Medina, culto poeta, periodista e historiador, durante muchos años fue inseparable e insustituible colaborador del alter ego del Dr. Bolio López en todas sus andanzas políticas.

Un atardecer, cuando las sombras comenzaban a envolver a la ciudad, se le vió apearse de un vehículo en la esquina del hoy desaparecido Circo Teatro Yucateco, a media cuadra escasa del domicilio del poeta, a cuyas puertas no le fue posible llegar al chofer por no violar reglamentos del tránsito.

No recuerdo si aquella tarde habíamos ingerido cantidades del “caldo” de los señores Ponce, en celebración de algún acontecimiento fausto. Probablemente así fue. El hecho es que, en el trayecto del Circo a su casa, se vió al señor Mendoza apoyar las manos en las paredes de los predios vecinos al suyo, y alguna persona que presenció este detalle le comentó a otra:

Mira a don Ramón, viene bien “cargado”. A lo que ésta respondió:

–No hagas juicios temerarios; lo que pasa es que don Ramón está fijando la propaganda electoral del Lic. Pasos.

 

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El Bar Chemas fue durante mucho tiempo la peña báquica de un numeroso grupo de intelectuales yucatecos: don Gustavo Río, Leopoldo Peniche Vallado, el Lic. Fernando Cervera Monsreal, Rodolfo Concha Campos, Renán Irigoyen, Roldán Peniche Barrera, Dr. Andrés Peniche Cantón, Clemente López Trujillo, Humberto Lara y Lara, Lics. Julio Mejía Salazar y Enrique Monsreal Cámara, así como otros muchos más, brillantes en sus respectivas profesiones.

Como es frecuente entre amigos, o entre “enemigos amistosos”, según feliz frase del Lic. Alfredo Navarrete Solís, un día se trajo a colación el tema de las múltiples salidas al ruedo político del Lic. Manuel Pasos Peniche sin resultado positivo, a propósito de que en esos días se rumoraba una salida más.

Alguien, no sé quién, calificó:

–El pobre Manuel es un cartucho quemado…. Y bien picado el excelente amigo Ramón Mendoza Medina, que en esa ocasión estaba acompañado por Pedro Rosado Acereto, el incomparable “Kilowat”, se apresuró a salirle al paso al maldiciente con esta quintilla que después de escuchar atentamente, impulsó al aludido a decirle a su viejo y leal amigo: “No me defiendas, compadre”. Pero en gracia al ingenio del poeta de “El Minuto Pródigo”, título éste ironizado sangrientamente por el también poeta Ernesto Albertos Tenorio, no tengo empacho en reproducir a continuación la susodicha quintilla:

 

Don Manuel Pintiparado

es un caso positivo;

no es un cartucho quemado,

es un cartucho en activo,

…cuando cobra su recibo…

 

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Hopelchén es un risueño pueblo del Estado de Campeche en el que todos son parientes y amigos. Para variar, Fulanito y Menganito eran también parientes y amigos, sólo que uno se ganaba la vida honradamente reparando estufas y el otro dedicado a componedor, no precisamente amigable, de asuntos turbios a base de procedimientos torcidos. Cuando uno tocaba a las puertas del primero recibía esta invariable respuesta:

–¿A quién busca usted? Porque soy el de las estufas; mi vecino es el de las estafas.

 

20

Y seguimos en la ruta amable y simpática de Hopelchén. Una mañana, sin previo aviso, se presentó al pueblo el Gobernador Trueba Urbina y dirigiéndose al Palacio Municipal le ordenó al alguacil de guardia.

–Necesito hablar con el Presidente Municipal.

–¿Con cuál de los dos? –arguyó el alguacil.

–¿Cómo que de los dos? Ni la Constitución de la República, ni la del Estado, autorizan la existencia de dos Presidentes Municipales.

–Señor, yo no conozco a esas señoras, pero le aseguro que aquí tenemos a dos presidentes municipales: ese que está en la esquina es el que finge y el que está en los bajos del Palacio es el que funge, ¿Cuál le interesa a usted?

Jesús Bolio López

Continuará la próxima semana…

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