Poesía
Jorge Luis
Un ciego vino a verme.
Me contó cómo se escucha la tierra
desde el infierno, el ardor del hielo;
dónde languidece estar despierto.
Un ciego trato de consolarme sobre
colores de rabia, de desespero,
y también de ferviente gracia.
Aquel ciego es el último que
escucha el portazo de los himnos, el menor de los ruidos morados del
sagrado olvido; una cantera de ficciones…
Murmuró que en el terreno de la memoria
no hay más que laberintos, espejos y los contratos que existen entre ellos.
Antes de irse, me recordó por un momento la nobleza del instante eterno, que el olvido es
continuo, y que los ojos son sólo un vitral de la imaginación.
Sobre aquel rincón nevado en plata y argentino
Ahí reposan ciertas dudas de convicción honesta…
SEBASTIAN SOLER VERA