Letras
Adán Echeverría
“La medida del helio” (ALJA, 2022) es el primer cuentario publicado del narrador Daniel Barrera Blake (Matamoros, 1977). Incluye 13 cuentos, un número alegre y emotivo por todo aquello que la supersticiosa sociedad ha querido endilgarle a lo largo del tiempo: la triscaidecafobia, el temor al número 13: edificios sin piso 13, si Judas era el invitado número 13 a la que se convertiría en la última cena de Jesús, alias El Cristo, entre muchos más pasajes de la cultura. A Daniel el número 13, como toda la construcción de su obra, le sirve también para imprimir el sórdido retrato en el que quiere plantar a los personajes de cada uno de sus cuentos:
“Preferí no pensar en mi mujer, siempre tan proactiva; acababa de partir rumbo a la azotea para tirarse al vacío. Partió con la entera convicción de que lograría su objetivo de conocer a Dios. Me aseguró que, como sus verdaderas intenciones eran reunirse con el Altísimo, el suicidio no contaría como pecado y podría entrar al cielo sin problemas.” (La máquina inútil, pág. 91).
“Ambos estaban igual de sorprendidos, se abrazaron regocijados en su milagro.” (Habitaremos de nuevo, pág. 17).
“Y sin embargo yo estaba feliz y escuchaba su voz temblorosa del otro lado.
—Está colgado, Paulina. El niño está colgado, como un… pantalón.” (La medida del helio, pág. 24).
Personajes que han sido construidos rozando a fuerza de las obras de Jorge Ibargüengoitia (con su humor negro: El apuro de Faustino, Nunca me lo cuentes todo), de Juan Carlos Onetti (con sus personajes sórdidos y sin salida: Perdido entre los expedientes), narraciones cercanas a Julio Ramón Ribeyro (con su visión de lucha ante la pobreza: Dos toneladas de realidad) o de Mario Levrero (historias fantásticas de lo cotidiano: Hogar, perfecto hogar, Esa sonrisa torcida y La máquina inútil). De esta forma, Daniel hace evidente sus influencias, pues bien ha asimilado la literatura latinoamericana del siglo XX, para asentarla en historias muy cercanas a nuestro tiempo:
“Con cada reporte que leía, las viejas convicciones de su juventud le prendían como brasas en el pecho.
“Soraya, estudiante de medicina, veintidós años, pantalón blanco y blusa de rayas, se busca desde antier; no fue el novio, el tipo anda de viaje.” (Perdido entre los expedientes, pág. 52)
El libro presenta una arquitectura que nos hace reflexionar: una emoción que luego es golpeada por un divertimento, y luego de nuevo otra carga de emoción profunda. Así es como el autor decidió armar el libro que nos presenta.
Justo es decir que a muchos lectores la presencia de los divertimentos le sacarán sin duda una carcajada. Sin embargo, aquellos que se decidan y avancen encontrarán entre las lecturas el poder de una emoción profunda cuando el autor plantea el amor hacia los hijos, la preocupaciones por la infancia, por los desaparecidos, así como el enamoramiento adolescente, la pérdida del habla, de la cordura, de la salud, o de la propia vida en pareja y sus muchos espacios irresolubles, como el económico, o la misma pasión que suele diluirse con el tiempo; incluso podemos sentir la soledad que viven la gran mayoría de sus personajes como lamento: la chica que se suicida, el personaje paria que nada hace para brindar apoyo a la pareja, y que solo vive, sin premura, aletargado en la dicha de pensar y sentir.
Uno de los trabajos más poderosos de la obra es el cuento que da nombre a todo el cuentario, La medida del helio:
“Después caí en cama, enfermo por alguna infección ordinaria; nueve días de postración terminaron dando paso a lo inevitable: mis huesos desaparecieron; se licuaron, se volvieron de gelatina o sabe Dios qué carajos les pasó.” (La medida del helio, pág. 24).
Es un texto brutal y descarnado de una familia ante la anómala condición de su hijo, como una metáfora de nuestra sociedad actual, las infancias diferentes, y cómo la sociedad mira sin querer mirar; juzga lo que no quiere comprender y aceptar. Todo contado desde la voz del niño que sufre la anomalía. Un texto en verdad hermoso por su capacidad de generar empatía. Párrafo a párrafo escuchamos la voz de aquel pequeño que describe el comportamiento y las actitudes de sus padres:
“Mi madre intentaba disculparse y negar mi particular condición (…). También por las miradas en la calle, en esos paseos en los que me llevaban de globo, con un hilo amarrado a la muñeca; o, peor, cuando me inflaban con aire normal y entonces terminaban arrastrándome por las aceras de manera inevitable, pues ya no flotaba. La gente miraba sin querer mirar, disimulaban de la peor manera, y mis padres lo sentían. Y se avergonzaban.” (La medida del helio, pág. 27).
“Unos días antes de nuestra última cita con el doctor, mi madre se rehusó a continuar con los paseos después de que, en el último recorrido por el museo, una insolente mujer se había atrevido a señalarme con el dedo y mofarse de mi manera de flotar.” (La medida del helio, pág. 29).
Es un cuento exquisito que podría formar parte, lo digo sin ninguna duda, de cualquier antología de la historia del cuento hispanoamericano. Es uno de los mejores cuentos que alguna vez haya leído, y pertenece y da lustre a esta colección de cuentos de Daniel Barrera Blake, que les invito a conocer, a leer hasta el final, consciente de las emociones que les desatará, incluidos los divertimentos que salpicarán sus sentidos. ¡Ya lo verán!
Barrera Blake, Daniel. 2022. La medida del helio. ALJA Ediciones. México. 95 pp.