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El diario de Olivia (II)

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Letras

XXI

Continuación…

Al día siguiente terminamos todo lo de la pastorela, Sólo faltan algunos ensayos y ya está. He pasado unos días de angustia pensando que alguien se pueda dar cuenta de lo que pasó entre nosotras. Frente a la gente, la maestra sigue siendo la misma en su trato conmigo y sólo cuando estamos solas –que son pocas veces– es cariñosa y me trata como a su niña. Creo que también me quiere.

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No hemos podido salir del colegio, hay demasiadas cosas que hacer para el fin de cursos. Ojalá que haya algún momento. Ya tengo muchas ganas de estar a solas con ella.

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La maestra salió a la calle con otras dos chicas de tercero. Yo estaba súper enojada y cuando regresó le pregunté por qué no me había llevado. Sólo me dijo que las mandó la Madre Superiora, pero que ya buscaría otra oportunidad para irnos.

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Justo un día antes de la fiesta navideña, las madres necesitaban canastitas para la posada, así que tuvo que ir la maestra. Yo le pedí a la Madre que me permitiera acompañarla para poder comprar algún obsequio para mis padres. No estuvo muy de acuerdo la Madre, pero me dejó ir. Fuimos a hacer las compras y de regreso pasamos por la casa de la maestra. Sólo tuvimos tiempo para abrazarnos y besarnos. Luego volvimos porque ya era tarde. Me gustan tanto sus labios, el olor de su piel.

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Después de medio año de no volver al pueblo, ahora me encuentro nuevamente aquí. Toda la nostalgia que temía y los recuerdos de Julieta, fueron desplazados por la imagen de Froylana. No pensé que ya no fuera a sentir nada por mi amiga, me parece increíble pero así es. Ni siquiera pienso buscarla ni nada. Y Froylana ¿qué hará en mi ausencia?

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No dejo de pensar en la maestra. Los días han pasado lentos y monótonos. No había visto más que a mis primos, hasta que ayer finalmente me topé con Julieta. Yo llevé a mis hermanos a tomar un helado a la plaza; mientras veía cómo jugaban en los columpios, me di cuenta de que ella venía con una bolsa de mandado en el brazo. Al verla se me salió el corazón, pero no quise acercarme a saludarla. Se ve tan diferente embarazada, hasta parece mucho más grande de lo que en verdad es. Ella me vió y me sonrió con timidez mientras levantaba una mano para saludarme cortésmente. No creí que eso pudiera pasar, pensé que jamás iba a querer voltear a verme. Contesté a su saludo de la misma manera. Ella siguió su camino. Es curioso, porque cuando me imaginaba ese encuentro pensaba que sería totalmente distinto, creí que me moriría de dolor ante su nuevo rechazo, pero no fue así. Creo que fue algo muy bonito lo que sentía por ella, algo muy tierno, pero ahora mi corazón ya no le pertenece. ¿Cómo vivirá ella? ¿Será feliz?

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Yo quiero mucho a mis padres, ellos son buenas personas y lo único que quieren es que nosotros estemos bien. Mi papá me dijo que yo tenía que ser responsable para que el día de mañana ayudara a mis hermanos, porque al ser la mayor me correspondía velar por ellos también. Yo no sé si podría hacerlo, pero mi papá cree que sí. El mismo ayudó siempre a sus hermanas y ahora me toca a mí. Pobrecitos de mis papás, no sé qué pasaría si se enteran de que yo nunca me voy a casar, que nunca tendré hijos y que nunca habrá un hombre a mi lado. Dios mío, ojalá que no esté equivocada. No creo que el Señor reproche el amor, aunque sean del mismo sexo. Si es así, entonces Dios habrá de perdonarme, sobre todo por el dolor que cause a mis padres.

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Mañana regreso a la capital. Estoy muy contenta, porque voy a ver a la maestra, aunque también un poco triste de dejar mi casa. No sé qué va a pasar, espero que todo salga bien y que Froylana también me quiera un poquito.

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Regresamos y las monjas hicieron una misa para recibir el año. Estaba casi todo el mundo, sólo faltaba la maestra de música que aún no regresaba de vacaciones y la Madre Superiora que había viajado a su lugar de origen y llegaría en tres días. Pero todo eso no nos impidió retomar las clases inmediatamente. Faltan pocos meses para terminar el ciclo escolar y yo todavía no domino la máquina de escribir.

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La Madre Superiora volvió y a los dos días lo hizo la maestra. Froylana hoy parecía renovada, alegre y llena de proyectos para todos los días festivos que estaban por comenzar en el año. Yo escuché contenta todos sus planes, sintiendo que sólo me los estaba contando a mí, pero ella sólo volteó a verme un par de ocasiones. Yo creo que sería para no despertar sospechas. No importa. Al fin a mí me sobra alegría para las dos. Espero verla más tarde. Tengo tantas ganas de estar con ella, de decirle que la extrañé.

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No he podido verla. Toda la semana, al salir de clases, se va del colegio. Tal vez su hermana esté enferma y tenga que ir a cuidarla, no sé. Me da un poco de pena acercarme para preguntarle por qué no se ha quedado en la escuela. También me gustaría saber si pensó en mí

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Después de un mes que regresamos a clases, hoy finalmente pude hablar un poco con Froylana. En realidad, no pudimos conversar mucho tiempo porque la llamó la Madre Superiora. Fue muy gentil conmigo y me dijo “muñequita, ten paciencia que pronto nos veremos”. No sé si eso es lo que quería escuchar. En realidad, me hubiera gustado que me diera más explicaciones. Pero claro, cómo me las va a dar, ella es una mujer con una vida hecha y yo sólo soy una chiquilla. Tampoco hubo un “te quiero”, aunque sus palabras fueron dulces. Esperaré, esperaré.

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No he tenido ganas de escribir porque no hay nada que contar. Las clases van pasando y estoy impaciente porque no he podido estar con ella a solas. No ha faltado a sus clases y se le ve contenta. Pero cómo puede estar contenta si yo me siento tan mal de no poder hablar con ella. La fiesta del diez de mayo se acerca, han sido varios meses y nada. Creo que ya se olvidó de mí. Es mejor dejarla en paz, aunque me duela.

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Nada.

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No lo puedo creer: después de tanto tiempo estuve con ella ayer por la tarde. Yo estaba con mis compañeras haciendo un trabajo por equipos, cuando llegó la maestra y me pidió que la acompañara porque tenía que ir al centro. Estaba tan emocionada, que ni siquiera les pedí a mis amigas que siguieran por mí; tan sólo me levanté y fui tras ella. Esta vez si fuimos directamente a hacer las compras. No me dijo nada en particular, hasta que regresábamos al colegio y me di cuenta de que no íbamos a su casa. Pareció que adivinó mi frustración porque se fue por otro camino y paramos en una calle que no conozco. No había nadie y se veían muchas casas abandonadas. No nos bajamos del carro. Fue entonces que comenzó a hablar. Me dijo que me ha extrañado mucho, pero que no ha podido encontrar un lugar para nosotras porque su hermana había regresado a su casa y ya era imposible vernos ahí; además, la Madre Superiora estaba controlando mucho las salidas. De hecho, nos habíamos escapado porque no estaba la Madre. Yo me sentía feliz de escucharla, sentía que era importante para ella. Balbuceé con pena que también me hacía mucha falta, que no podía dejar de pensar en ella. Me abrazó dulcemente diciéndome que era su chiquita, y entonces comenzó a besarme mientras sus manos acariciaban mi pelo, mi espalda. Mis manos también exploraron su cuerpo y estuvimos ahí casi una hora. Yo no quería dejar sus brazos, pero un hombre venía caminando a lo lejos y tuvimos que irnos del lugar. Regresamos y nadie nos dijo nada. Estoy contenta, feliz. Nos amamos.

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Froylana ha vuelto a dormir en el colegio, la he visto en la cena. Me da tanto gusto que esté nuevamente aquí… Creo que podemos regresar a nuestras tardes y tal vez podamos salir. No sé.

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Esta tarde busqué a la maestra. Tenía la esperanza de que podríamos pasar la tarde juntas bajo el árbol de tamarindo, pero no la encontré. Unas chicas de segundo me contaron que estaba ocupada en el salón de música con la Madre Superiora, y se rieron. Fuí a ver si era cierto, pero no pude ni siquiera asomarme por la puerta, estaba cerrada, pero desde afuera escuchaba la música. Me quedé esperando a que saliera tan sólo para verla. Ella tocaba el piano, la imaginaba frente a él concentrada, enamorada de su música. Después de un rato la melodía se acabó y empezó otra y luego otra, para después un largo silencio. Cuando abrieron la puerta la Madre salió sonriendo, y tras ella la maestra que se veía contenta. La primera que me vio fue la Madre, que me dirigió una mirada severa que me hizo partir de inmediato de donde estaba sentada frente a la puerta del aula. No sé si Froylana me vio, pero casi estoy segura. Ojalá que no se enoje conmigo, espero que no piense que la estaba espiando.

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No he podido hablar con ella. Han pasado casi dos semanas. He tenido ganas de dejarle una carta en su escritorio, pero seguro que se va a enojar. Anoche fui a su cuarto, después que todo el mundo se había dormido. Pero todo fue inútil porque no estaba ahí. Estaba segura de que se quedaría en el colegio porque la vi durante la cena, pero nada.

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Pronto vendrán mis papás nuevamente por mí para irnos de vacaciones. No tengo ganas de ir con ellos. Quiero quedarme aquí con la maestra, pero no puedo. Estoy segura de que, si hablara con ella, si pudiera convencerla para que, con cualquier pretexto, pidiera a mis papás que me dejaran en la ciudad unos días con ella, entonces sí lo harían. Pero no creo que lo haga. No creo. ¿Cómo le puedo hacer?

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Anoche volví a ir a su cuarto y esta vez sí la encontré. Aún no se había dormido, pero ya estaba en piyama. Se asustó cuando le toqué la puerta. No quería dejarme entrar porque la iban a amonestar, pero le supliqué que me permitiera hablar con ella sólo un momento. Primero me regañó por atreverme a salir del dormitorio e ir a buscarla, dijo que estábamos arriesgándonos demasiado. Le pedí perdón y le dije que no me podía ir sin verla, que estaba confundida porque en un principio sentí que había algo entre nosotras y después ya no nos podíamos ver, que la necesitaba. No se justificó ni explicó nada, sólo me abrazó y me dio un beso en el pelo. Me despegué de ella para poder tomarle el rostro con las manos y besarla. Correspondió a mi beso y siguió hasta llevarme a su cama para hacerme el amor tratando de no hacer ruido. Nunca me había entregado a ella de esa manera, me sentía su mujer. Cuando terminamos, charlamos durante mucho tiempo. Entonces le conté de Julieta y lo que sentí por ella. Me escuchó atenta y le agradecí que no hiciera comentarios, sólo se limitó a acariciarme el pelo. De ella nada contó. Tampoco me prometió nada. Después de varias horas en su habitación, tuve que volver a mi dormitorio antes de que amaneciera y las monjas se levantaran. Aunque dormí poco, esta mañana estaba tan feliz que toda la incertidumbre de estos últimos meses se borró.

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Patricia Gorostieta

Continuará la próxima semana…

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