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Gertrudis

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Narradores Fronterizos

Félix Martínez

Cuando estuve contigo la última vez en la esquina de la miscelánea ¿recuerdas que te compré un jugo, y tú discretamente pagaste el Kiss, y lo cubriste para que llegara hasta mi mano? Se han vuelto mis chocolates favoritos.

De esa vez se me quedó grabado hasta el caminito que atravesamos con sus mezquites inclinados, y aquella antigua noria seca. Aún suelo recordar que nunca nos pusimos de acuerdo por las voces de los niños que escuchamos en el pozo; tú decías que eran las ranas que estaban dentro, yo sigo pensando que algún niño se había ahogado en su interior.

Acá en esta ciudad oscura, donde los días no son diferentes a la noche, te recuerdo con ese suéter azul rey que te llegaba a las caderas, y ese brillo en tus ojos que hablaba de esperanza. ¿Recuerdas la vez que, sólo por estar contigo unas horas de más, pagué el boleto de ida y vuelta para un día completo? Y aun así me fui sediento de ti.

Se inflamaron tus ojos, pero volvieron tus delgados labios a acompañar esa sonrisa fresca, y yo seguí, me mantuve ansioso.

Hace ya un año que no recibo carta tuya en respuesta a las cincuenta que he enviado. Esta será la última. Me cambian en la compañía y no sé a dónde.

Tal vez a tu pluma se le acabó la tinta, o tu amor se secó por la distancia, eso lo entiendo. Pero lo que está debajo de mi piel no lo hace, y la neurona que controla el pensamiento se impregnó de ti, de tu cara, de tu voz, y los reproduce como un disco programado con la misma melodía.

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