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Encandiladas (VI)

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Letras

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Karina recordaba la cena con Sonia y le agradaba recrear aquel momento a solas con Renata. Esa chica tiene algo especial, se decía. Le habían gustado su sonrisa, su aire confiado y seguro, su pelo corto, el sonido de su voz. Cuando Sonia le preguntó cómo se la pasó en la cena, dijo convencida que muy bien, además de que le había agradado mucho su amiga. A ver qué día la invitas a la casa a cenar, le sugirió a Sonia, lo cual vio ésta como un buen signo, porque pensaba que eran como una pareja a la que lo único que les hacía falta era compartir la habitación. Ella dormía en la recámara de arriba y Karina tenía su cuarto con un baño completo en la planta de abajo. Ahí era donde Sonia pensaba mudarse.

Las siguientes dos semanas, la vendedora de vinos viajó al interior del país para visitar a nuevos clientes por instrucciones de su jefe. A su regreso tuvo unos días de vacaciones y el primer día fue a la casa de Leticia, una conocida le mandó un mail para informarle que su amada había vuelto. Estaba nerviosa pensando qué le diría, con qué pretexto excusaría su presencia. Al llegar a la casa, vio que muchas cosas habían cambiado, tenía un color nuevo y las plantas muertas habían sido sustituidas por macetas.

El consultorio nuevamente estaba abierto, y ahí entró. Una chica acomodaba unos expedientes, y pensó que ya tenía nueva asistente. Al verla, la muchacha se puso de pie y salió sin que le pudiera preguntar nada. En unos momentos apareció Leticia, se veía muy cambiada, rejuvenecida, se había tenido el pelo de pelirroja y había subido algunos kilos. Ya no es mi flacucha, pensó.

–Hola, Lety, pasaba por aquí y decidí bajarme a saludarte –dijo rápidamente Karina, temiendo que si dejaba de hablar ella le pediría que se fuera–. Qué cambiado está todo, te quedo muy bien el consultorio, hasta tienes una asistente, qué bueno, porque era muy pesado para ti hacer todo….

–No es mi asistente.

–¡Ah! Yo creí porque la vi ocupada con los expedientes y pensé…

–Es mi compañera, llevamos varios meses juntas.

–Qué bueno, me da gusto que no estés sola… Me da gusto… ¿Y cómo has estado?

–Estoy bien, no te preocupes. ¿Y tú?

–Muy bien, muy bien. Sigo en el negocio de los vinos y pronto pondré mi negocio. Yo también estoy con alguien y somos muy felices.

–Está bien.

–Bueno, te dejo porque tengo una cita. Me dio gusto verte. Hasta luego.

–Ándale, que te vaya bien.

«Llevamos varios meses juntas», «es mi compañera», las palabras se agolpaban en su cabeza mientras conducía. Tenía ganas de llorar, de gritar. Estacionó su carro porque las lágrimas ya no le dejaban continuar. Todo ese tiempo que no supe nada de ella, pensando que estaba sufriendo, y no estaba sola. Ya estaba con otra mujer, se repetía Karina. Recordó a la chica y le pareció insignificante, flaca y con la nariz demasiado grande, eso sí, una joven de unos veintitantos, frente a los cuarentaitantos de Leticia. No me voy a deprimir por eso, tanto tiempo esperándola y nada, no me voy a deprimir, se decía.

Encendió su carro y se encaminó a una plaza comercial, dispuesta a entrar al cine. No podía regresar a su casa en ese momento porque sentía que se iba a derrumbar. Estaba viendo la cartelera cuando escuchó su nombre. Al voltear, vio a Renata que le hacía señas desde la cafetería del cine. Se acercó sonriéndole.

–¿Cómo estas, Karina? Qué gusto verte.

–Bien. ¿Qué haces por aquí? ¿Estás sola?

–Sí, tuve un día difícil y me dije mejor me voy al cine a reírme un poco, así se me baja el estrés. ¿Y tú?

–También. ¿Ya escogiste la película?

–Acabo de llegar, pero si quieres vamos a ver cuál nos gusta y entramos juntas. Yo te invito.

–Cómo crees, qué pena. Que cada quien pague lo suyo.

–No, hombre, yo te invito.

–Pero con la condición de que saliendo nos vayamos a tomar un café y sea yo la que invite.

–Está bien.

Escogieron una comedia y entraron al cine después de haber comprado palomitas y refrescos. En la función se rieron juntas, y una y otra se volteaban a ver discretamente, tratando de adivinar cómo se la estaría pasando con ella.

Al salir, esa sensación de pesadumbre en Karina había cedido. Salió contenta, comentando el final sorpresivo de la película. Se fueron a cenar a un restaurante y entonces Karina habló del encuentro que tuvo con Leticia, de todo lo que le había dolido.

–Fue mejor que supieras que ella ya está haciendo su vida, así ya no te sigues haciendo falsas esperanzas.

–Sí, pero no es fácil. Yo pensé que las cosas serían diferentes, que ella cambiaría y así podríamos seguir juntas.

–Muchas veces no sucede lo que uno quisiera y te tienes que resignar.

–Yo no quiero seguir sola, quiero compartir mi vida, mis sueños con alguien. ¿Sabes?, ella y yo teníamos muchas cosas en común, en un principio nos la pasábamos muy bien, pero después todo cambio y no sé si yo haya influido negativamente en ella, no sé. Me da miedo pensar que no pueda ser capaz de tener otra relación, de echar a perder las cosas nuevamente.

–No creo, todas las relaciones son diferentes. Pero no te culpabilices por su actitud. Ella es adulta y sabía perfectamente lo que hacía, además, tú no la obligabas a beber ni nada por el estilo, ¿verdad?

–Claro que no, cómo crees. Ella tenía sus propias broncas.

–Ya ves, tienes que superar eso. No era tu responsabilidad, y lo bueno es que pudieron rescatarla a tiempo, aunque ahora no esté contigo.

–En eso tienes razón. Lo importante es que ella recapacitó a tiempo. Yo he conocido a mucha gente que se pierde totalmente en el alcohol.

–Tú ya no te preocupes por Leticia. Tienes la vida por delante y eres joven, puedes encontrar quien te quiera.

–No lo sé, no creas que soy muy optimista al respecto.

–Pero si tienes pegue… Ya ves cómo impresionaste a mi amiga Sonia.

–Ni me lo menciones. La verdad, me da pena no poder corresponderle

–No tienes por qué tener pena. Así es el amor, no se pueden forzar las cosas, además ella terminará por entender que no hay química entre ambas.

–Es cierto.

–Yo creo que tú eres una chica especial, que puede perfectamente encontrar a una mujer que te ame, que te comprenda y esté a tu lado.

–Ojalá que sí. Pero dime, Renata, ¿qué es de tu vida? ¿Tienes pareja? Porque eres gay, ¿verdad?

–No pensé que lo dudaras…

–Lo intuí, y más siendo amiga de Sonia, pensé que tal vez habían sido pareja o algo así.

–No, cómo crees, sólo somos amigas. Yo quiero mucho a Sonia pero no me gusta su forma de ser, es muy egocéntrica

–Yo también lo creo así. Yo necesito a otro tipo de persona, alguien que se interese verdaderamente en mí.

–Tienes razón. Yo también quisiera a alguien así. Estoy cansada de relaciones pasajeras que sólo me han dejado un mal sabor de boca. Creo que nunca me he dado la oportunidad de enamorarme de verdad.

–Renata, ¿tienes pareja ahora o sales con alguien?

–Con nadie, sino no vendría sola al cine. Salía con una chica, pero no era nada serio, parece que las mujeres de hoy en día no tienen ya ganas de comprometerse, pero bueno, no me quejo, yo he sido siempre así. Aunque llega un momento en que dan ganas de tener una relación más estable.

–A mí me pasa lo mismo. Aunque te diré que yo nunca he sido noviera. Por el contrario, he tenido pocas relaciones, pero donde he entregado todo mi corazón. Lo malo es que al final ha terminado desecho.

–Ánimo, amiga, no te sientas mal. Ya llegará la persona que necesitas, tal vez anda por ahí y no las has visto.

–¿Tú crees? La verdad es que lo dudo un poco. ¿Quién se iba a fijar en una chica como yo?

–¿Cómo que quién? No te preguntes eso. Tú eres una mujer muy hermosa, dulce y encantadora.

–Gracias, pero no me sigas diciendo porque me lo voy a creer. Tú también eres muy linda, además me caes súper bien.

–Tú también me encantas.

Karina sonrió y bebió el último sorbo de su café. Se marcharon cada una por su lado, con la promesa de volver a verse muy pronto. Al despedirse, Renata no le envió saludos a Sonia, ni siquiera volvió a mencionarla, porque quería que Karina sólo la recordara a ella.

Y así fue. Esa noche Karina mezcló los recuerdos de Leticia con la hermosa tarde que había pasado con Renata.

Patricia Gorostieta

Continuará la próxima semana…

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