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Las Memorias de don Pedrito Espinoza – II

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Colonia Yucatán

Don Pedrito Espinoza Soberanis, quien llegó con 17 años de edad a Colonia Yucatán, recordó que ya estaba acomodado en este municipio cuando murió su hermana. “El difunto ingeniero Rodríguez me pidió disculpas porque no me entregó una carta, por temor a que yo me vaya y no regrese. ‘Don Pedrito, discúlpeme,’ me dijo días después. ‘Me llegó una carta donde explican que murió su hermana…’ Aaah, pues tuve que ir a Ticul a buscar a mi mamá, ya que la que la atendía murió y vino a la Colonia con nosotros. Acá murió ella. Como te digo, la vida fue durísima conmigo, ya que cuatro años después de mi hermana falleció mi mamá,” comenta el papá de Felipe.

Con mi esposa Feliciana Basulto Salas, oriunda de Tizimín, donde nos casamos –continúa–, tuvimos ocho muchachas y cuatro varones, doce hijos en total: Omar, Felipe, Sergio, Jorge (+) Juanita, Hernilda, Guadalupe, Elda, Irma, Flora y Margarita. Ella fue muy buena esposa, ¡la verdad! Me ayudó mucho, más que la verdad nunca me dejó solito, fue muy trabajadora.

Mire, patrón –dice y levanta nuevamente el dedo índice, como para enfatizar sus palabras cuando se le pregunta cómo la ha pasado–, mi vida aquí fue muy tranquila, lo que pasa es que hicimos muchas travesuras y tuvimos muchos hijos, y ese gasto para doce chamacos no cualquiera… Tenía yo… –intenta recordar datos empolvados en el tiempo–. Como quien dice,  lo que ganaba lo gastaba con mis hijos. Mi esposa fue muy trabajadora, más que la verdad: hacía su venta de poolcanes, buñuelos, preparaba comida para vender. El Dr. Ríos y el Ing. Zapata eran clientes nuestros; también vendía yo pescado frito, y vendía  bien. Aquí me vine a parar un poco, y con eso abastecíamos a nuestros hijos. Mi esposa ganaba a veces hasta $ 200.00 semanales con su venta.

En la Colonia, mi primer sueldo fue de $6.37 diario, era casi nivelado con la vida de antes. No estaba caro en esa época. Cuando vine, estaban el Ing. Felipe Rodríguez y Emilio Zamudio, que me apreciaron mucho; don Pancho Sierra  –¿te acuerdas de él?– y don Polo Moguel estaban trabajando cuando entré a trabajar a la fábrica. 

Trabajé como 40 años. En todas las maquinarias trabajé: de pasa rolos, en la prensa, en la sierrita, en la guillotina. De último, me pasó Eusebio Díaz a la afiladora, ya que era el jefe de tornos y guillotinas. Los jefes de departamento eran Pedro Contreras y Ramiro Villalobos, que era el comisario, el de la famosa acta de defunción, ¿te acuerdas? –refiere don Pedrito la anécdota del acta de defunción que levantó el Sr. Villalobos en donde escribió, según menciona el libro del Ing. Rodríguez en sus memorias “que se le llamó tres veces por su nombre y al no contestar se le declaró formalmente cadáver.

Don Pedrito Espinoza recordó que los obreros de la fábrica recibieron los documentos de sus casas cuando llegó el gobernador Luna Kan a la Colonia Yucatán.

En ese tiempo en la fábrica casi no había bromas, todo era serio. Nadie entraba a trabajar con trago, había mucho orden; el que entraba así, lo mandaban a su casa, no le quitaban trabajo. Yo siempre trabajé en triplay.

Nadie faltaba a trabajar: si no te sientes bien, tú mismo le dices al jefe y te manda a descansar, te dan permiso. ‘Si mañana te sientes bien, vienes a trabajar,’ te decía. Casi nadie se reportaba enfermo, gracias a Dios casi nadie se enfermaba.

Mire, no le miento, a veces saco el turno de lunes a lunes. Don Tránsito Centeno, el papá de doña “Cachita”, me ayudaba con las extras; él y don Bon, el papá de Ramón Briseño que estaba en el sindicato, hasta domingos hacía extras. Aa veces salía hasta con $ 200 pesos que era dinero de antes. ¡Sííí! Ellos me ayudaron mucho.

Continuará…

L.C.C. ARIEL LÓPEZ TEJERO

vicentelote63@gmail.com

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