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Las Memorias de don Pedrito Espinoza

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Colonia Yucatán

Haber llegado a viejo es sinónimo de haber pasado todas las pruebas de la vida. Las canas son mi corona de plata y mi título ¡mis hijos! ¡Gracias, Padre!… ¡A la hora que Tú digas!…se aprecia y lee la caricatura de una persona mayor vestida como vaquero, hombre de campo, sombrero ancho y calzando botas, la mirada serena, feliz y tranquilo en el libro “El filósofo de Güemes” (1.- El filósofo de Güémes, 12ª. Edición, 2007, Ramón Durón Ruiz, pág. 33. Prograf, s.a. de c.v.)

Así se podría considerar esta etapa de la vida que está viviendo este buen hombre cuando se le pregunta sobre sus ‘bien vividos’, y sobre todo sus bien trabajados años en la Colonia Yucatán.

Suelta la carcajada cuando responde: ¿Nietos? Jajaja, no lo va usted a creer, joven: ¡son muchos entre nietos y bisnietos!… ¡Si también tengo tataranietos!… No muchos, pero sí tengo; son unos ocho o diez, cuando mucho. Solo Omar tiene como tres; como es el más grande, es el que tiene más; mi hija Rosi tiene dos de su hija; Lupita, ni una. Pero están bien… señala con orgullo don Pedrito Espinoza Soberanis al aceptar conversar sobre su vida, en el parque de esta apacible población llamada Colonia Yucatán, a donde se “arriesgó” a venir a la edad de 17 años por recomendaciones de unos amigos.

La plática se desarrolló una soleada mañana del día de San Silvestre de 2012, en una banca el parque de la Colonia, frente a la iglesia de Nuestra Señora de Carmen, patrona de los Colyucatecos.

Yo soy de la ciudad de Ticul, nací el 8 de Agosto de 1917. Cuando tenía como 8 ó 10 años ya trabajaba, no conocí a mi papá. Tenía yo 3 meses cuando él murió, por eso lo vi duro: no tengo a nadie, no tengo ni una familia en Ticul. Hasta ahora solo tengo a mis hijos, pero hermanos no, nada.

Desde el principio mi vida fue dura. Yo me hacía cargo de mi familia, imagínese usted, añade con seriedad levantando el dedo índice derecho y mirándome a la cara fijamente. En ese tiempo tenía yo a mi mamá y mis 2 hermanas a mi cargo; tenía que levantarme muy temprano para ir a vender a la estación de ferrocarriles una palangana de venta que me daba una vecina: si lo vendía todo, me daban 20 ó 25 cts. Con ese dinero mi mamá compraba masa para que haga el desayuno, hacía atole y tortillas y nos tocaba a dos o tres a cada quien. Estoy chamaco para hacer ese gasto. En ese tiempo se ganaba poco. Un día llegó un turco de apellido Hassan a la zapatería donde trabajaba en Ticul, y nos ofreció ir a trabajar a Tizimín.

Hacíamos zapatos a mano, nada de maquinaria, puro a mano. Trabajé como 10 años con el difunto de Hassan. Se murió el patrón, pero no nos dieron nada. Me quité y me arriesgué a venir a la Colonia. Aquí pasé mi juventud. Para poder trabajar en la fábrica, falseé mi edad: me pusieron 18 años. Un tal Rich Gutiérrez y Julio… señala después de un vano intento de recordar el apellido. Ellos me animaron a venir acá, ellos me facilitaron la manera de venir. Llegamos como a las 2 de la madrugada a la Sierra y nos presentaron con el velador; luego nos llevaron a la Colonia, a un galerón por donde estaba la tienda del “negrito” –Miguel Soberanis-, era un galerón grande, de solteros. Ahí nos acomodaron y a las cinco de la mañana nos vinieron a levantar  para ir a trabajar. Desde ese día entré a  trabajar a la fábrica, y no es por alabarme, jefe, pero desde ese día trabajé sin faltar. En agradecimiento, mi jefe me regaló una casa, que es donde vivo hasta ahora.

En 1950 llegué acá, y desde entonces trabajé en la fábrica, hasta la huelga en el ‘75, cuando el primer paro. Me retiré como en el ‘78, por falta de materia prima. Cuando todo se acabó, se hizo a un lado el empresario y empezó el sindicato con paros y esa chingadera, que es cuando se paró la empresa y nos liquidaron.

Desde que me quité de Tizimín aquí me quedé, ya pasé más de… tengo 60 años acá, recuerda el apreciado papá de Conchi. Cuando habla, da la impresión de tener una especie de tic nervioso: tal vez por la emoción de recordar tantas cosas que ha vivido en esta región del oriente de nuestro Estado, a veces no se entiende lo que dice por su manera de hablar, un tanto atropellada y un poco rápida.

Continuará…

L.C.C. ARIEL LÓPEZ TEJERO

vicentelote63@gmail.com

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