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Los libros que nunca leeré

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Letras

Jorge Pacheco Zavala

A pesar del tiempo y el olvido, algunos libros están presentes en la memoria viva de los lectores, aunque por causas aún desconocidas sigan sin ser descubiertos. Ya sé que nunca queda suficiente tiempo para leer tanto como quisiéramos.

En Los Demasiados Libros, Gabriel Zaid dice: «Un lector inteligente no se ofusca al saber que en su vida jamás podrá leer ni el 0.001% (es una cifra alta). En números llanos sería algo así; si una persona vive 75 años y tiene el tiempo, el dinero y las ganas de leer un libro al día, sólo podría leer 27 mil 375 libros. Tomando en cuenta que un ser humano aprende a leer alrededor de los 6 años, la cifra final de libros que un ser humano podría leer si muriera a los 75 años es de: 25 mil 185 libros en total.»

Las obras literarias magistrales tienen un lugar privilegiado en los estantes de todo lector crítico y exigente con sus lecturas. No pueden faltar en los sitios de honor obras como: La Odisea, La Ilíada, Cien Años de Soledad, Tiempos Difíciles, 1984, Ensayo sobre la ceguera, Guerra y paz, El idiota, Ulises, Madame Bovary, El Quijote, Cumbres borrascosas, Pedro Páramo, El proceso, La montaña mágica, Hojas de hierba, El corazón de las tinieblas, Santuario, etc., etc., etc.

Ahora bien, los libros que tal vez nunca lleguemos a leer contemplan tres apartados. A saber en mi caso, están los libros de Autoayuda,

Entre ellos se encuentran los del conocidísimo autor Carlos Cuauhtémoc Sánchez. Su literatura, que parece literatura sin serlo, dista mucho de ser considerada “arte”, ¿por qué? La respuesta se encuentra en el canon y la preceptiva literaria.

Otro apartado de los libros que seguramente nunca leeré, son aquellos considerados de culto.

Para aclarar de una vez por todas el concepto, valdría la pena decir que la clasificación de literatura de culto le ha sido asignada ni más ni menos por la permanencia de estas obras entre los círculos de los propios autores: Novelas que fueron conocidas y reconocidas solamente entre los propios autores y que, a pesar de transcurrido el tiempo, no saltaban la barda al público lector.

Considerado como un autor de culto, Junot Díaz y su obra La maravillosa vida breve de Oscar Wao que le hizo ganar el Pulitzer en 2008, y lo lanzó fuera de ese redil (el de culto) al mundo lector sin límites.

Como muchos autores de culto, Paul Auster, autor norteamericano, rompe los límites al publicar su novela El libro de las ilusiones, en donde explora la locura y la obsesión, la inocencia y su contraparte: la culpa. Es una novela cien por ciento psicológica, dotada de una atmósfera que trastorna.

Por último, la categoría a la que todos llegamos, con la que inicié estas palabras: los libros que, por causa de la inevitable muerte no llegaremos a leer.

Lo único sin solución en la vida es la muerte. Es quizá la única certeza que tenemos desde que nacemos.

Ahí quedarán frente a nuestros ojos todos esos libros que son historias, anécdotas, remembranzas, sensaciones, ideas, pensamientos, etc. Novelas, cuentos, poemas, crónicas que ya no conocerán nuestra mirada extraviada en la lejanía del parque o el mar. Presencias indispensables, mientras acompañamos al personaje en su propia muerte o en su propio final.

Todos tenemos una historia que hubiésemos querido leer y quizá por esa razón escribimos. Al final, quedarán los libros en la espera, reposando sobre el estante con la expectativa del que sueña, del que anhela que otras manos le sostengan.

Los libros que no podremos leer los leerá el siguiente en turno, tal vez en otra realidad alterna volveremos a hablar de ellos como hablamos en el tiempo presente de Aura, o de El guardagujas; seguramente reiremos mientras recordamos obras de Ibargüengoitia, o lloraremos juntos al final de El amor en los tiempos del cólera.

Siempre quedará un libro sin leer.

Siempre quedará un lector que no alcanzó a leer según su plan.

A pesar de tal realidad, tomemos hoy el libro en turno y honremos el esfuerzo del autor: leamos, leamos, leamos…

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