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Memorias de don Vicente Ariel López (IV)

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Colonia Yucatán

Don Vicente Ariel López Domínguez recordó que, cuando el salario ya no daba, su esposa empezó a ayudarlo haciendo su venta: Ella hacía tamales, pasteles y fritangas que iban ustedes a vender en la puerta de la escuela, en las calles  y en la fábrica. Todos ustedes vendieron, junto con los hijos de doña Águeda: Amadito, Nan, Ebert; también vendían los hijos de doña Marciana: Perucho y aquel que le decían Cholas, sus hermanos Andrés y Ponchado; así como los hijos de doña Eddy Pérez: Mickey, los gemelos Tony y Cheti, que vendían tostadas y barquillos. Eran varios los que vendían junto con ustedes, comenta el compadre de don José Dolores Piña, a quien la música vernácula, y Acerina y su Danzonera son sus preferencias musicales.

¿Accidentes? ¡Sí, hombre! Me tocó ver algunos, uno trágico, ¿recuerdas? Tú estabas entrando conmigo a Lignum, era casi las 10 diez de la noche, estábamos entrando al tercer turno cuando vimos las carreras y la desesperación de los jefes de turno, el Charol y Rifles: Ciriaco Dzib había sufrido un accidente muy grave, estaba acostado cerca de la mesa donde se entalizaba el lignum, se había electrocutado. También el que sufrió Saborín –Rubén Berzunza– que perdió un brazo; otro que recuerdo es cuando se accidentó don Pedrito Espinosa en la guillotina, él perdió medio pie.

El día que cerró la fábrica por primera vez, lo recuerdo muy bien, fue el 15 de abril de 1975.  Estaba conversando en la puerta de casa de Manlio Sauri con su esposa doña Dorita Contreras –que, dicho sea de paso, estudió conmigo el segundo año de primaria en Panabá– cuando pasó don Juan Vales llorando. ‘¡Ya está, paró la fábrica!’ nos dijo, y siguió su camino entre lágrimas… Fue la primera vez que sentí miedo, la gente estaba totalmente desconcertada y, lógico, preocupada. Todo aquel modelo de trabajo, de organización, de empuje de años atrás, de pronto se nos estaba esfumando. Empezaron los rumores de que si no iba a abrir la escuela secundaria de nuevo, que si ya todo se había acabado, y ¿dónde íbamos a vivir si las casas nos las había dado la empresa?, ¿otra vez buscar dónde vivir? Todo era incertidumbre, rumores y… temores.

Recuerdo que en un día de huelga, cuando ya llevaba varios días en paro, estaban los trabajadores sentados frente al sindicato una mañana, haciendo guardia, cuando se detiene un coche, baja un tipo bien vestido, lentes oscuros, el pelo largo, se acomoda las mangas de la camisa, el pelo y los lentes, y pregunta al que él consideró era el líder del grupo: ‘¿Quién es el bueno aquí?’ ‘No está,’ le contestaron. ‘¡Que lo vayan a buscar!’ ordenó. Fueron a buscarlo. En eso se acerca Chay en su bicicleta y le dijeron lo que había pasado; al darse cuenta de quién era, empezó a rementarle la madre y el otro a reírse a carcajadas: era el cabrón de Culebrita, que estaba chingando pero nadie lo había reconocido. Ainas lo chingan…

Don Vicente Ariel López Domínguez compartió sus memorias en Colonia Yucatán, esta vez lo que significó el cierre de la fábrica que era puntal en la economía de este municipio.

Durante la huelga, muchos fueron a hacer guardia a las oficinas de Mérida, otros sostenían pláticas en las oficinas de México, tratando de solucionar el problema. Los días pasaban lentamente, hasta que el 20 de Mayo arrancó nuevamente la fábrica, con nuevos dueños, una nueva etapa y nueva administración, con David Perló, EMSA, nuevos salarios –el mínimo vigente  de esa época– para el que quería trabajar, si no… Muchos se fueron a vivir a Puerto Juárez (hoy Cancún) con sus familias, otros a Mérida, y algunos nos quedamos a vivir aquí. Yo me jubilé cuando cerró la fábrica definitivamente en el ‘81, o algo así, cuando era gobernadora Dulce María Sauri, y desde entonces aquí me he quedado.

De los que se fueron cuando cerró la fábrica por la huelga la primera vez, estaban Eusebio Díaz, don Regino Polanco y Víctor Cetina; ellos fueron a Chiapas, solo uno de ellos no regresó. Cuenta don Víctor que, cuando salió de la Colonia, yendo a Chiapas afirmó: ‘A este chingao pueblo no regreso nunca,’ tal vez decepcionado por la forma como se fue. Él era uno de los más entusiastas cuando había carnaval, junto con Juan Vales, Chepo Bojórquez y Pancho Marín. ¡Puta, lo cumplió el cabrón! Se murió y no volvió, me dijo el papá de bisbi.

Continuará…

L.C.C. ARIEL LÓPEZ TEJERO            

vicentelote63@gmail.com

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